El resumen definitivo de Los pazos de Ulloa, de Emilia Pardo Bazán

Los pazos de Ulloa, de Emilia Pardo Bazán, presenta la realidad de la Galicia rural, a finales del siglo XIX. La obra constituye una muestra de la vertiente personal del naturalismo que la novelista adopta, reflejando las miserias de la sociedad, pero sin llegar a esa crudeza descriptiva que caracteriza al movimiento francés.

En este mismo blog podéis encontrar las siguientes entradas con resúmenes de obras:

Proponemos aquí dos posibles lecturas, de dificultad creciente:

  • La primera consistiría en leer únicamente los subrayados. Según explicamos en nuestro post inicial, al tratarse de un resumen amplio, esta lectura sería suficiente para comprender la obra, y, lo que es más importante, darla por leída sin perder esos detalles tan valiosos sobre los que frecuentemente tratan las preguntas de examen, y que raramente aparecen en los resúmenes que circulan por la red.
  • La segunda, que es la que nosotros recomendamos, requeriría leer la obra completa, fijándose especialmente en los subrayados, que, en este caso, servirían de ayuda para una más fácil comprensión del argumento.

Pero antes de entrar en materia…

Permíteme un consejo.

1.- MARCO HISTÓRICO Y CULTURAL

A mediados del siglo XIX, España atraviesa una etapa de inestabilidad política, que la reina Isabel II intenta resolver otorgando la presidencia del gobierno al general Narváez. Este ejerce el mando desde una posición autoritaria, lo que produce un descontento popular, que se verá acrecentado por la crisis económica, las malas cosechas y la falta de suministros. En septiembre de 1868, esta situación desemboca en la revolución conocida como la Gloriosa, gestada entre los partidos progresistas, con apoyo de parte del Ejército, y que pone fin al reinado de Isabel II. El nuevo régimen, presidido provisionalmente por el general Serrano, sienta las bases del sistema democrático español, primero bajo la forma de una monarquía parlamentaria (reinado de Amadeo de Saboya, de 1871 a 1873) y después como república (primera República, de 1873 a 1874).

No obstante, se trata de unas bases políticas que adolecen de escasa solidez, ya que, en realidad, el gobierno en España pasa a sustentarse sobre un sistema de turno de partidos, según el cual, los liberales de Sagasta y los conservadores de Cánovas se van alternando, a través de un mecanismo electoral muy poco democrático, manipulado por burgueses y caciques rurales.

En el campo, las tierras se concentran en manos de grandes propietarios, y son trabajadas por campesinos a cambio de una renta tiránica, lo que les condena a una vida en condiciones durísimas. Esta situación provoca revueltas, paralelas a las manifestaciones de protesta obrera en las ciudades, que generan, en conjunto, una importante crisis social.

A esta se suma la crisis política y económica a que da lugar la pérdida, en 1898, de las últimas colonias de ultramar: Puerto Rico, Cuba y Filipinas.

En este ambiente hallan un inmejorable caldo de cultivo las ideologías socialistas y anarquistas, que critican la incompetencia del gobierno y el atraso socioeconómico y cultural en que se halla sumida España. Dichas ideologías llevan asociadas actitudes revolucionarias, que propugnan un cambio de régimen hacia la República. Se trata de la corriente de pensamiento conocida como «regeneracionismo», que defiende, entre otras cosas, el cambio de la sociedad a través de la reforma del sistema educativo, inspirándose en un método pedagógico basado en la ciencia, la tecnología y la moral laica.

En el ámbito literario, el realismo y el costumbrismo evolucionan hacia el naturalismo, corriente de origen francés que presenta la realidad social en toda su crudeza y que desemboca en el pesimismo de la generación del 98.

El naturalismo

Frente al idealismo de la literatura romántica, a finales del siglo XIX surge una corriente que trata de reflejar la sociedad con la objetividad propia del método científico: es el realismo, que describe el modo de vida de las ciudades, fijándose especialmente en las clases acomodadas. La obra más representativa de este movimiento es La Regenta, de Clarín. En Francia, de la pluma de Émile Zola, este movimiento evolucionará hacia la descripción de los aspectos más sórdidos de la sociedad; surge así el naturalismo, que presenta las siguientes características:

  • La acción se desarrolla entre personajes procedentes de las clases más bajas, desfavorecidas e incluso marginales de la sociedad: obreros, campesinos, delincuentes, prostitutas, etc.
  • Se sitúa en ambientes sórdidos, miserables… Las descripciones se fijan en los detalles más feos, sucios, rotos, etc.
  • Es una especie de literatura costumbrista de lo pobre.
  • El lenguaje empleado por los personajes trata de ser lo más natural posible, con léxico popular, dialectos, jergas, etc.
  • Los comportamientos de los personajes son, con frecuencia, asociales, y no dan lugar a una reflexión moral, sino a una explicación científica, sobre ellos: se considera que están marcados por un determinismo biológico y social, según el cual, la herencia genética, la clase social, la educación recibida… condicionarían el modo de pensar y de actuar de los personajes, sin que estos pudieran evitarlo. Los hombres están, por tanto, amarrados a un destino, condicionado inexorablemente por la familia en la que nacen, la clase social a la que pertenecen y el ambiente en el que viven.
  • Entorno miserable y personajes embrutecidos se ensamblan perfectamente en obras que tratan de poner de relieve el desequilibrio social, a través de la descripción objetiva de los aspectos más degradados de la sociedad.
  • La literatura se convierte, así, en un arma ideológica de denuncia política y social.

Los principales autores de la literatura naturalista española son:

  • Emilia Pardo Bazán. En su obra La cuestión palpitante plantea los principios sobre los que se fundamenta el Naturalismo. Es autora también de La tribuna, Los pazos de Ulloa, etc.
  • Vicente Blasco Ibáñez, con obras como La barraca o Cañas y barro.
  • Jacinto Octavio Picón, con obras como La hijastra del amor o Juan Vulgar.

2.- EMILIA PARDO BAZÁN

Emilia Pardo Bazán nace en La Coruña, en 1851. Es hija de una familia de la nobleza gallega, lo que le proporciona una educación poco frecuente en una mujer de su época. En Madrid asiste a un colegio francés, pero la mayor parte de su formación, que gira sobre todo en torno a las humanidades y los idiomas, la recibe en su casa, con profesores privados.

Con tan solo dieciséis años se casa con José Quiroga, y la pareja vive con los padres de ella. Así, con estos se trasladan a Madrid cuando el padre es elegido diputado, y con ellos viajan después por Europa.

El matrimonio tiene tres hijos y se mantiene durante cierto tiempo en armonía, hasta que surgen desavenencias, procedentes sobre todo de la actividad intelectual y profesional de Emilia, que parece relegar a un segundo plano a su marido. Y es que en 1876 comienza a ser conocida y respetada en el mundo literario, siendo muy bien acogidas sus publicaciones y colaboraciones en la prensa.

En 1879 publica su primera novela, Pascual López, autobiografía de un estudiante de medicina, y en 1881, Un viaje de novios. Ambas discurren dentro de los esquemas del realismo.

Mantiene una estrecha relación, parece que incluso amorosa, con Benito Pérez Galdós.

En 1883 publica La cuestión palpitante, una recopilación de artículos en los que, siguiendo los postulados del francés Émile Zola, defiende la estética naturalista en la novela, aunque contemplada desde una perspectiva original, como una variante del realismo español. La obra provoca un gran revuelo, especialmente entre los sectores más conservadores de la intelectualidad, que le censuran su seguidismo a la novela atea francesa. Ni siquiera la apoya su propio marido, lo que desemboca en una ruptura del matrimonio. Pero ella se siente reforzada por el reconocimiento de su admirado Zola. Y así, ese mismo año publica La tribuna, considerada la primera novela naturalista española. En ella narra la historia de una mujer obrera, trabajadora de una fábrica de cigarros, que participa en los movimientos reivindicativos del proletariado. La novela describe las duras condiciones que deben soportar los trabajadores industriales, especialmente las mujeres.

Pero pronto se aparta del planteamiento determinista del naturalismo francés y se decanta por el espiritualismo del ruso Tolstoi, más acorde con su fe católica. Consecuencia de esta nueva deriva literaria es la aparición de la novela Los pazos de Ulloa, en 1886, en la que describe la decadencia de la oligarquía terrateniente gallega y la sumisión del mundo rural a un nuevo sistema político y social basado en el caciquismo.

Consagrada ya como una figura literaria de primer orden, y a pesar de su pensamiento político conservador, Emilia apoya abiertamente la defensa del derecho a la igualdad de oportunidades de la mujer, y en especial a su autonomía intelectual y social, y manifiesta su rechazo contra la violencia ejercida sobre ella.

A partir de 1890, su obra experimenta un nuevo giro, ahora hacia un mayor espiritualismo, cargado de simbolismo. Ejemplo de ello son novelas como Una cristiana, La prueba o La quimera.

A partir de su traslado a Madrid, lleva una intensa vida cultural y social, reconocida con su admisión como socia del Ateneo, su concesión de la cátedra de Literatura en la Universidad Central o su nombramiento como Consejera de Instrucción Pública.

Muere en Madrid, en 1921.

3.- LOS PAZOS DE ULLOA

Publicada en 1886, la novela constituye una adaptación personal del naturalismo a los esquemas espirituales de la España católica de la época.

Tema

Narra la estancia del capellán Julián en los pazos de Ulloa y constituye una descripción de la decadencia de los señoríos terratenientes de la Galicia rural.

Estructura y argumento

Formalmente, la obra se divide en dos partes: la primera comprende los capítulos del I al XI y la segunda del XII al XXX.

Desde el punto de vista argumental, la historia se estructuraría en tres partes principales y un epílogo:

  • Introducción: comprendería los capítulos I-VIII, en los que Julián toma contacto con el mundo rural de los pazos y ejerce como administrador.
  • Nudo: comprendería los capítulos IX-XXVI, que giran en torno al matrimonio de don Pedro con Nucha:
    • IX-XI: Estancia en Santiago. Preparativos y boda.
    • XII-XXVI: Regreso a los pazos, donde Julián desempeña un papel familiar, apoyando a Nucha. Incluye la celebración de elecciones.
  • Desenlace: comprendería los capítulos XXVII-XXIX, en los que Nucha, abatida física y mentalmente, se muestra decidida a abandonar a don Pedro.
  • Epílogo: capítulo XXX, en el que se narra el regreso de Julián a los pazos, diez años después, y se describe la situación que se encuentra.

Primera parte

I

El capellán Julián, montado en su rocín, marcha por el camino que lleva a los pazos de Ulloa, donde ha sido destinado para decir misa y ayudar en las labores de administración. Va preguntando a los campesinos que encuentra a su paso y sigue sus vagas indicaciones por bosques, montes… Finalmente, se topa con tres cazadores: uno de ellos es el propio marqués de Ulloa, el otro Primitivo, su administrador, y el tercero, el abad de Ulloa. Emprenden juntos el camino a los pazos.

II

Llegan de noche a la casa y Sabel, la criada y cocinera, hija de Primitivo, les pone la cena. Anda por allí gateando un niño de corta edad, Perucho, hijo de Sabel. Por diversión, tanto don Pedro como Primitivo, el propio abuelo, dan vino al niño hasta emborracharlo, sin escuchar las protestas de Julián. Al terminar la cena, Sabel acomoda a este en su habitación.

III

A la mañana siguiente, Julián examina su cuarto: hay restos de suciedad de su antecesor, el actual abad de Ulloa. Poco tiene que ver con él, pues este es fumador, bebedor y aficionado a la caza, y él es delicado, con gustos refinados. Sabel le lleva una jofaina y una toalla para que pueda lavarse y él aprovecha para encargarle la limpieza de la habitación. Don Pedro enseña a Julián las tierras y la casa. Se detienen en un despacho que hace de biblioteca y archivo. Está todo desordenado y Julián se compromete a ordenarlo.

IV

Al colocar los libros y documentos, Julián observa un auténtico caos, especialmente en el registro de gastos e ingresos, así como en el de cobros a los arrendatarios. Además encuentra un documento revelador de la realidad del marquesado de Ulloa: don Pedro Moscoso y Pardo de la Lage no es marqués. Quedó huérfano de padre y, para ayudar a su madre en el gobierno de la casa, acudió Gabriel, hermano de esta, asumiendo el control absoluto, mientras que la madre solo se dedicaba a atesorar onzas de oro. El tío Gabriel educó a Pedro en la vida superficial y el abuso de la fuerza. Un día, unos enmascarados robaron las onzas de oro atesoradas y, del disgusto, la madre de Pedro murió. Don Gabriel instaló en la casa a Primitivo, para que guardara y administrara. Al poco tiempo, murió también, legando su herencia a sus hijos y dejando a don Pedro únicamente los pazos, que acarreaban más deudas que beneficio económico. En cuanto al marquesado, Julián encuentra un documento que prueba que no corresponde a don Pedro, sino a un señor que vive en Madrid. No obstante, por la costumbre, los aldeanos siguen llamándole marqués, lo que alimenta su vanidad.

V

Julián intenta supervisar la administración de los pazos, pero se topa con la oposición de Primitivo. Dedica parte de su tiempo a enseñar a leer a Perucho y también le lava y le peina. En la cocina, en torno a Sabel, se congregan mujeres de la zona, que forman tertulia y además se llevan la comida que aquella les regala. Sabel es una joven atractiva, que conoce sus encantos y se le insinúa abiertamente a Julián, pero este la rechaza.

VI

Julián tiene buena relación con don Eugenio, el párroco de Naya. Este le invita a la fiesta del pueblo, donde asiste a los bailes y la procesión. Allí se encuentra también Sabel. Se celebra una comida con otros párrocos de los alrededores, junto a las autoridades locales, en la que comen y beben generosamente, lo que les lleva a hablar sin refrenar la lengua. Máximo Juncal, el médico, de ideología progresista, lanza varias pullas de contenido político contra el clero y los conservadores. Los párrocos se enzarzan en una discusión absurda sobre el libre albedrío de los hombres. La conversación deriva luego hacia Sabel y algunos murmuran sobre la posibilidad de que tenga alguna relación con Julián. Este se enfada y Eugenio trata de que no le dé importancia. Además, hablando con él aparte, le cuenta el rumor que circula sobre el hecho de que don Pedro es padre biológico de Perucho: al parecer, Sabel, además de insinuarse a Julián, mantiene una relación oculta con don Pedro y otra pública con un gaitero.

VII

Ante esa situación de amancebamiento, Julián piensa que debe marcharse de la casa. Pero al volver, encuentra a don Pedro dando una paliza a Sabel por haber estado de fiesta. Para calmarle, Julián se le lleva a dar un paseo. Allí le da a entender que conoce su relación con Sabel y le dice que, en esas circunstancias, él tiene que abandonar la casa. Don Pedro adopta una actitud de víctima: no solo se siente seducido por Sabel, sino que además está manipulado por Primitivo, que hace y deshace a su antojo, sin que pueda controlarle, y es que si lo intenta, el mayordomo deja de participar en la actividad de los pazos y todo se detiene, porque los arrendatarios y trabajadores hacen lo que quiere él; en definitiva, que está en sus manos. Julián le recomienda que se case. Al terminar la conversación, se dan cuenta de que Primitivo los estaba espiando.

VIII

Julián está dispuesto a abandonar la casa. Pero don Pedro le obliga a cambiar de planes, pidiéndole que coja con él el coche en Cebre y le acompañe a Santiago, a casa de su tío, Manuel de la Lage, que vive con sus cuatro hijas. Ordena a Primitivo que prepare las cabalgaduras, pero este no hace sino ponerle dificultades. Resuelto a llevar a cabo su proyecto, decide que irán andando a Cebre. Por el camino los alcanza Primitivo para acompañarlos, pero don Pedro tiene la sospecha de que antes, oculto en la espesura, los había estado amenazando con su escopeta.

IX

Llegan a casa del señor de la Lage y salen a saludar a don Pedro sus primas, Rita, Manolita, Carmen y Marcelina (a la que llaman Nucha). Don Manuel estaría encantado de que el joven eligiera a alguna de sus hijas para casarse. Entre este y sus primas se entabla una relación divertida, de galanteo, con piropos, pullitas, bromas… Don Pedro analiza a las cuatro y considera que la que más le atrae es Rita, la mayor, la más desenfadada y provocativa, que además es una mujer robusta, muy apta para darle un heredero.

X

Las primas enseñan Santiago a don Pedro, pero este prefiere sus campos y sus pazos. También salen de paseo por la Alameda. A Manolita la pretende un estudiante de Derecho y a Carmen un estudiante de Medicina. Nucha apenas ha salido de casa, porque cuando su madre murió, se ocupó de cuidar de Gabrielillo, su hermano pequeño, hasta que se marchó a la Academia de Artillería. Rita no tiene pretendiente fijo, pero responde con miradas provocadoras a los requiebros de los paseantes. Esta falta de recato incita a don Pedro, pero a la vez le preocupa. Pide consejo a Julián, pues este se crió en la casa, por ser hijo del ama de llaves, pero él, discretamente, le da evasivas y no le cuenta nada de los rumores que circulan sobre la ligereza de Rita. En cambio, le sugiere a Nucha, cuya perfección moral y religiosa raya, en su opinión, en la santidad. En el casino, don Pedro también escucha comentarios sobre la fama de coqueta de Rita.

XI

Una tarde, Rita invita a don Pedro a subir al desván, donde están las hermanas ordenando ropas y trastos viejos. Entre juegos, le colocan un sombrero y una chupa y se burlan de él, huyendo a continuación. Don Pedro las persigue y le parece ver a Rita esconderse en una habitación. Entra tras ella y la busca en la oscuridad. Cuando la encuentra, intenta abrazarla, pero ella responde con violencia. Y es que no era Rita, sino Nucha. Esta le reprocha su actitud hacia ellas, pues compromete su honestidad. A los pocos días, don Pedro pide a su tío la mano de Nucha. La boda es objeto de toda clase de comentarios en Santiago sobre las artimañas de Nucha para robarle el novio a Rita. Esta, disgustada, se marcha a Orense, a casa de la tía Marcelina, que iba a dejar su herencia a Nucha, pero que ahora ha cambiado de idea. La noche de bodas, Nucha aborda la situación con sacrificio, desde una perspectiva religiosa.

Segunda parte

XII

Don Pedro encomienda a Julián que regrese a los pazos y prepare el terreno para la vuelta de la nueva pareja. A su llegada a la casa, encuentra toda clase de facilidades por parte de Primitivo, que le informa de todo lo sucedido durante los meses de su ausencia; incluso cuando Julián le dice que Sabel y Perucho se tienen que marchar, porque los señores traerán una cocinera de la ciudad, no le pone ninguna objeción y le responde que la joven está en trámites para casarse con el gaitero. Pero tales facilidades son solo apariencias, pues, en el fondo, Primitivo sigue haciendo su voluntad. Julián va un día a ver a don Eugenio, el abad de Naya, y este le cuenta cómo se ha producido un movimiento revolucionario que ha expulsado de España a la reina y ha implantado un gobierno provisional.

XIII

Don Pedro empieza a estar incómodo en Santiago: la ciudad no le gusta, y vivir en casa de su suegro le resulta desagradable, pues tienen caracteres muy diferentes y discuten a menudo, incluso de política: don Manuel es simpatizante de los moderados y don Pedro, con tal de provocarle, justifica hasta la revolución. Tampoco en el casino se siente a gusto, donde es tratado como uno más y no con la consideración a la que está acostumbrado en su aldea. Decide, por tanto, volver a su casa. Al llegar a Cebre, los está esperando Primitivo con sendas caballerías; pero, con mala intención, ha llevado para Nucha una mula inquieta.  Ella explica a don Pedro que no le conviene montarla, porque está embarazada, y, a partir de ese momento, este se deshace en atenciones hacia su mujer.

XIV

Julián informa a don Pedro acerca de la proyectada boda de Sabel, pero este no da crédito, pues piensa que Primitivo se lo impediría, ya que la marcha de su hija le supondría perder un importante apoyo en la casa. Don Pedro le cuenta que Nucha está embarazada y cómo él confía en que sea un niño, para que continúe la estirpe de los Moscoso. Julián se siente satisfecho de haber contribuido a que se formara aquella familia cristiana, si bien lamenta que la santidad de Nucha no se haya culminado con su entrada en un convento. La cocinera que trajeron los señores se despide y Sabel se queda en el puesto. Nucha observa que las gallinas no ponen huevos y un día, acechando, descubre que se trata de un niño, que los roba. Julián le explica que es Perucho, el hijo de Sabel y ahijado de don Pedro. La joven se siente conmovida y decide ocuparse de su educación y su higiene.

XV

Don Pedro y Nucha hacen visitas a las personas relevantes del entorno. Comienzan con el juez de Cebre y su esposa; el matrimonio se deshace en atenciones para recibir a la pareja, y ella se viste de forma exagerada para recibirlos. Después visitan al arcipreste y su hermana, a las señoritas de Molende, que no se encuentran en casa, y, por último, al señor de Limioso. Este vive en un pazo que antaño fue una mansión señorial, pero ahora está en ruinas, con el tejado semi derruido, las vidrieras rotas, el piso lleno de agujeros… En contraste, don Ramón mantiene las formas exquisitas del descendiente de una familia linajuda.

XVI

El embarazo avanza y don Pedro continúa sus atenciones hacia Nucha. Llega el día del parto y envían a Primitivo a buscar a Máximo Juncal, el médico. Pero parece que aquel no pone mucho interés en localizar a este, y se demoran más de lo previsto. Nucha no consigue dar a luz por sí misma y la noche se hace larga: don Pedro se desespera pensando que Rita hubiera estado mejor preparada para el trance, Julián reza en su habitación… Por la mañana, llega el médico, quejándose de lo remilgosas que son las señoritas de ciudad, y asegura que Nucha está muy débil y no tendrá fuerzas ni siquiera para dar de mamar a su hijo, cuando nazca. Don Pedro decide ir a buscar a la hija de un casero suyo, que es una mocetona recia y acaba de dar a luz, para que le amamante. Máximo Juncal se lamenta ante Julián del autoritarismo de los señores, que deciden lo que han de hacer sus súbditos, sin importarles lo que piensen estos. Intenta sonsacarle una opinión sobre la revolución, pero el capellán se escabulle a su habitación, a rezar a san Ramón Nonnato.

XVII

Llega la noche y Nucha sigue sin dar a luz. Julián continúa rezando con devoción. Finalmente, va Primitivo a buscarle y le comunica que ya ha nacido y que es una niña. Don Pedro está contrariado y pregunta al médico cuándo podrá Nucha quedarse otra vez embarazada, pero este le responde que por el momento es imposible, ya que ha quedado muy débil del trance.

XVIII

Efectivamente, en los días siguientes Nucha está a las puertas de la muerte. Su salud ha quedado muy resentida y es el ama de cría la que tiene que ocuparse en todo momento de la niña; no obstante, Nucha se empeña en supervisarla, para que la trate con delicadeza, y no como suelen hacerlo con las criaturas en las aldeas. El médico, en sus visitas, sigue provocando a Julián, hablándole del resultado de la revolución. Nucha intenta atender ella misma a su hija, y Julián asiste a los cuidados y a los progresos de esta, participando casi como si fuera su padre. Una mañana temprano, el sacristán descubre a Sabel saliendo en ropa de cama de la habitación de don Pedro.

XIX

Como no puede tolerar esa situación de pecado, Julián resuelve marcharse de la casa y hace la maleta. Pero le retiene el apego que siente hacia la pequeña Nené y la necesidad de proteger a Nucha. Porque la noche anterior ha visto en la cocina cómo estaban reunidas las comadres en torno a Sabel; una de ellas estaba echando las cartas y vaticinaba la muerte de Nucha y el afianzamiento de la relación de don Pedro con Sabel. Julián había vuelto a su habitación y se había puesto a leer; pero había escuchado un grito de mujer. Había bajado al dormitorio de Nucha y allí estaba don Pedro matando a una araña que la había asustado. Esa noche había tenido pesadillas con las cartas de la baraja y una araña monstruosa.

XX

Por la mañana, Julián va a ver a Nucha y a la niña. La joven está muy abatida y le confiesa que tiene miedo y no se atreve ni siquiera a salir sola de la habitación, más aún ese día, que hay tormenta. Pide al capellán que la acompañe al sótano, a buscar ropa de cama. Así lo hace. Atravesando oscuros salones y bajando estrechas escaleras, llegan al sótano, donde encuentran el arcón de la ropa. Pero por el camino, los truenos y relámpagos la sobresaltan y, al regresar a su habitación, sufre un ataque de nervios.

XXI

Don Pedro organiza una partida de caza con el notario de Cebre, el señorito de Limioso, el cura de Boán, el de Naya, y un cazador furtivo apodado Bico de rato. La noche anterior, Julián asiste a la cena, en la que se cuentan historias de caza divertidas. Bico de rato cuenta historias inverosímiles, lo que hace que los demás se rían y le tengan por bufón. Invitan a Julián a ir con ellos a cazar y no se puede negar.

XXII

A la mañana siguiente, salen a cazar. Proveen de una escopeta y un perro a Julián, y le dan indicaciones de lo que debe hacer. Por dos veces, el perro le marca dónde hay perdices y él dispara, pero en ningún caso consigue hacer blanco. Por la noche, van a cazar liebres: es la época de celo y los machos acuden adonde haya una hembra; los cazadores dejan pasar a esta, porque saben que detrás vendrán muchos machos y podrán dispararles a discreción.

XXIII

La pequeña Nené y Perucho se encuentran muy a gusto el uno con el otro, hasta el punto que Nucha permite que este la coja en brazos cuando llora, para que se calme. Con el fin de divertirla, el niño le enseña juguetes, animales vivos que él mismo caza… Cierto día, Nucha los está bañando en un barreño a los dos juntos y comenta que se llevan tan bien como si fueran hermanos. La cara que pone Julián le da a entender que está en lo cierto y, aunque este intenta disuadirla con mentiras piadosas, ella se da cuenta de la realidad. Y a partir de ese momento, rechaza a Perucho y le impide que vuelva a ver a la niña.

XXIV

Se convocan elecciones y la política llega a los pazos. No se trata de un enfrentamiento de ideas, sino de una lucha de intereses personales. En esta ocasión, se enfrentan la monarquía absolutista y la monarquía democrática, pero en realidad, en Cebre, las fuerzas están divididas entre los partidarios de dos caciques: el carlista Barbacana y el liberal Trampeta, abogado aquel y secretario este en el ayuntamiento; el primero, un hombre autoritario, astuto y vengativo, y el segundo, un hombre atrevido, impulsivo y violento. Trampeta tiene contactos con el gobernador de la provincia y consigue puestos de trabajo para sus allegados, lo que le lleva a alardear de que en Cebre ganará su facción. Barbacana apoya en principio al candidato propuesto por la junta de Orense; pero, cuando este se retira, convencen a don Pedro para que se presente a diputado, con el apoyo del Arcipreste de Loiro, el cura de Boán, el señor de Limioso y Primitivo. Realmente don Pedro no tiene ideas políticas claras, pero sí orgullo de casta y se considera el hombre más importante de la comarca. Comienza a recibir visitas de sus partidarios y a la vez Primitivo se ocupa de agasajar a los arrendatarios y jornaleros sobre los que tiene influencia. En una visita, el Arcipreste ve que el techo de la capilla está derruido y don Pedro ordena repararlo. Después, Julián y Nucha se encargan de arreglar la capilla por dentro. Un día, Julián observa que Nucha está abatida y se da cuenta de que tiene moratones en las muñecas.

XXV

Trampeta va a entrevistarse con el gobernador y le transmite su inquietud, ya que don Pedro es un candidato que tiene muchos apoyos obligados entre sus arrendatarios y, aunque carece de solvencia económica, tiene el respaldo de Primitivo, el cual ha amasado un considerable capital engañando a su señor en la administración de los pazos y prestando dinero a alto interés a los arrendatarios de la comarca. Por su parte, Barbacana se concierta con el Arcipreste de Loiro y le envía a tratar con don Pedro. Por el camino de encuentra con don Eugenio, el cura de Naya, y van comentando sobre la situación: temen que el resultado no sea favorable, porque gran parte de los vecinos de Cebre no ven con buenos ojos la relación que mantiene don Pedro con Sabel, y para colmo se murmura que también hay algo entre Nucha y Julián.

XXVI

Julián se siente acosado por Primitivo, por Sabel e incluso por don Pedro. Tan solo se encuentra a gusto en la habitación de Nucha, donde disfruta de las monerías de la niña. Él hace las veces de padre, aunque entiende que aquello no es lo natural. Las elecciones se acercan y todo parece indicar que ganará don Pedro, gracias a la influencia de Barbacana, de los curas y de Primitivo. Trampeta recurre a trampas, tales como impedir que voten sus contrarios, o incluso el cambio de una olla de papeletas, justo antes del recuento. Así, finalmente ganan los partidarios de Trampeta. Barbacana se reúne con el Arcipreste, el cura de Boán, el señor de Limioso y un matón apodado el Tuerto de Castrodorna, y comentan que buena parte del fracaso se debe a una posible traición por parte de Primitivo. A la puerta de la casa donde están reunidos acude un grupo de partidarios de Trampeta, borrachos, a celebrar la victoria con una cacerolada. Los amigos de Barbacana salen de la casa armados con bastones y los golpean, haciéndoles huir. Después se marchan regocijados y se quedan solos Barbacana y el Tuerto, tramando algo.

XXVII

Nucha está cada día más desmejorada y don Pedro no facilita su bienestar. Julián querría intervenir, pero no sabe cómo, pues Nucha ni siquiera se confiesa con él. Y aunque lo hiciera, duda de tener capacidad para guiar a alguien que, en su opinión, roza en la santidad. Finalmente, resuelve que, si acudiera a él en busca de consejo, le diría que tiene que soportar con resignación su cruz en esta vida. Un día, después de misa, Nucha habla con Julián a solas en la sacristía y le pide que la ayude a escaparse con la niña, pues se ha dado cuenta de que ese matrimonio ha sido un error, al que accedió por no contrariar a su padre. Don Pedro la maltrata, porque no le ha aportado el dinero que necesitaba para las elecciones, y además porque tampoco le ha dado un heredero. Ella sabe que su salud es delicada, pero sobre todo teme por la vida de su hija, pues supone un obstáculo para Sabel y Perucho. Julián no puede negarse y accede a marcharse con ella a Santiago.

XXVIII

Pero Perucho estaba escuchando esta conversación y, como su abuelo le había prometido dos cuartos si le avisaba cuando Nucha se quedara a solas con Julián, corre a decírselo. En ese momento, Primitivo está echando las cuentas con el dinero encima de la mesa y se marcha a toda prisa. Perucho tiene la tentación de coger un puñado de aquellas monedas, pero se resiste. Sale corriendo detrás del abuelo pidiéndole los dos cuartos prometidos y se van al monte buscando a don Pedro, cada uno por un lado. Perucho le localiza y le da el aviso, con lo que el señor se marcha hacia la casa. Perucho va en busca de su abuelo y ve cómo el Tuerto, escondido, dispara a aquel con su trabuco y le mata. Regresa a la casa a toda velocidad y va a la capilla. Allí ve a don Pedro muy enfadado, dando voces y amenazando a Nucha y a Julián. El instinto le dice que tiene que proteger a Nené, y se va a buscarla. La coge en brazos y se la lleva al hórreo. Allí la entretiene, haciendo monerías y contándole un cuento, hasta que se quedan dormidos. Le despierta el ama golpeándole con brutalidad y llevándose a la niña.

XXIX

Julián se ve calumniado y no consigue exculpar a Nucha, pero al menos se enfrenta a don Pedro. A continuación, se marcha de los pazos, sin despedirse ni siquiera de la niña. Por el camino, ve el cadáver de Primitivo. En Santiago, adonde han llegado rumores de lo sucedido, escucha todo tipo de comentarios, incluso sobre su supuesta relación con Nucha. El Arzobispo, para evitar escándalos, le destina a una pequeña parroquia del interior, aislada en plena montaña. Allí recibe la noticia de la muerte de Nucha y cree que es lo mejor que le ha podido suceder, para dejar de sufrir. Se acostumbra a vivir entre aquellas gentes humildes, como ellas, al ritmo de las estaciones de la agricultura. Y pasados diez años, le levantan la pena de destierro y vuelve a ser destinado a Ulloa.

XXX

Al volver, Julián se encuentra más viejo, y aunque la villa de Cebre ha progresado, la casa sigue igual. Va a ver la iglesia y visita el cementerio, adosado a ella. Allí está la tumba de Nucha, y arrodillado rompe a llorar. Llaman su atención unas risas juveniles: se trata de un adolescente y una niña de unos once años. Reconoce en ellos a Perucho y a Nené. Pero mientras aquel viste con prendas de calidad, esta lleva ropa vieja y zapatos rotos.

El narrador

La historia está contada en tercera persona por un narrador omnisciente, que conoce los hechos sucedidos en distintos lugares y llevados a cabo por diferentes personajes, e incluso los pensamientos y los sentimientos experimentados por cada uno de ellos.

Entre las características de la novela naturalista se encuentra el reflejo objetivo de las condiciones de vida en que se desarrolla la acción, fijando especialmente la mirada en las más degradadas y degradantes. Asimismo, en ese afán objetivador, los comportamientos de los personajes son considerados como el resultado de la influencia que ha ejercido el entorno sobre su educación, y se analizan desde un punto de vista casi científico. Sin embargo, el narrador de Los pazos de Ulloa no siempre muestra esa objetividad y ese distanciamiento que suelen caracterizar la omnisciencia. Así ha de entenderse su abierto posicionamiento tradicionalista y católico, alineado con los postulados carlistas, que lleva a la autora, por ejemplo, a mostrar entre líneas su benevolencia hacia la figura de Julián, su conmiseración hacia la de Nucha, su reprobación hacia las turbias maniobras de Trampeta, su desagrado por el comportamiento desordenado de los seguidores de este… Lejos de ese distanciamiento queda también la perspectiva casi subjetiva adoptada por el narrador en los capítulos XXVIII y XXIX, en los que los episodios son contados a partir de las impresiones que estos producen en los personajes de Perucho y de Julián, respectivamente.

Los personajes

En Los pazos de Ulloa se encuentran reflejadas todas las clases de la sociedad rural gallega de finales del siglo XIX. En la cúspide estarían los señores, herederos de una nobleza vinculada a la tierra, que hace ya tiempo que ha caído en decadencia, pero que ellos se empeñan en mantener, aunque sea solo en apariencia. El clero se halla representado por un grupo de curas chismorreos, glotones y bebedores, al servicio más de la aristocracia que de las gentes del pueblo. En cuanto a la clase política, en las elecciones se enfrentan dos caciques, uno carlista y otro liberal, pero ambos movidos, no por la ideología, sino por sus propios intereses. La masa popular estaría constituida por criados y arrendatarios, ignorantes, ruines y supersticiosos, que malviven trabajando para los señores, con el que tienen una relación de vasallaje casi feudal; entre ellos destaca el capataz, que ejerce su autoridad como si fuera el señor, pero sin serlo.

Fuera de ese ámbito rural, en la ciudad, encontramos a las señoritas casaderas, cuyo padre, que goza de cierta posición social, aspira a encontrar un marido digno de ellas.

Frente a toda esta casta tradicionalista, se sitúa el médico, de ideas progresistas, pero demasiado aficionado a la bebida.

Solo dos personajes parecen salvarse para la autora: Julián, el sencillo capellán, y Nucha, la mujer de religiosidad pura.

Principales

  • Julián. Es el protagonista de la historia. Se trata de un joven capellán, de modales refinados, sensible, casi afeminado, que llega a los pazos de Ulloa para decir misa y ejercer como administrador. Ha sido recomendado a don Pedro por el tío de este, don Manuel de la Lage, en cuya casa se crió el joven, al ser hijo del ama. Es muy rígido consigo mismo y vive la religión con austeridad y sacrificio. La rectitud espiritual que se autoinpone le impide tolerar el amancebamiento existente entre don Pedro y Sabel, con lo que se propone instaurar en la casa una familia cristiana. Recomienda, por tanto, a su señor como esposa a Nucha, por la que siente devoción, considerándola casi una santa. Con ella entabla una estrecha relación, sobre todo a partir del nacimiento de Nené, y en efecto, a veces llega a parecer que está enamorado de ella, especialmente cuando accede a acompañarla en su huida de la casa. Los rumores de que esa relación pudiera haber sido pecaminosa hacen que Julián sea destinado a una pequeña parroquia de la montaña. Finalmente, regresa a Cebre como párroco.
  • Don Pedro Moscoso. Señor de los pazos de Ulloa, que recibe la consideración de marqués, a pesar de carecer del título, y él se complace con recibir ese tratamiento. Es arrogante, autoritario, aficionado a la caza, orgulloso de ser heredero de una estirpe familiar noble vinculada a la tierra, cuya decadencia parece no haber percibido. Sin embargo, es un hombre carente de voluntad. Así, deja su hacienda en manos de su capataz, Primitivo, aun a sabiendas de que este le manipula. Está enganchado a una relación erótica, y a la vez posesiva y violenta, con Sabel, la criada, fruto de la cual tiene un hijo ilegítimo, Perucho. Aunque se siente atraído por Rita, siguiendo los consejos de Julián se casa con Nucha; eso hará que este matrimonio no funcione y se termine de romper cuando esta le da una hija, y no el hijo que él esperaba, para continuar su linaje. Es entonces cuando muestra también con ella su faceta de maltratador. Con la convocatoria de elecciones, su círculo de allegados le convence para que se presente como diputado, aunque él carece de unas convicciones políticas muy definidas.
  • Nucha. Es una muchacha sensible, servicial, sumisa, hacendosa, de sentimientos profundamente religiosos. Responde al prototipo de buena esposa de la época. Es una de las cuatro hijas de don Manuel de la Lage y, por tanto, prima de don Pedro. A pesar de que no era la que más le gustaba para esposa y madre de su descendencia, este le pide su mano a su tío. Su salud delicada se resiente al dar a luz a Nené y eso afecta a su equilibrio mental: se siente amenazada en la casa por su rival, Sabel, por el manipulador Primitivo e incluso por su propio esposo, creyendo que les estorba a todos. Encuentra apoyo en Julián, incluso cuando le pide que la ayude a escapar de aquella casa. Al ser este expulsado, se ve sin respaldo y su debilidad física y su fragilidad mental se acentúan, hasta el punto de llevarla a la muerte.
  • Primitivo. Hombre astuto e interesado. Es el capataz en los pazos, y a la vez es quien, desde la sombra, maneja los hilos de cuanto ocurre en la casa, sobre todo gracias a la inacción por parte de don Pedro. Así, tiene cautiva la voluntad de este a través de la relación que mantiene con Sabel. También tiene sujetos a todos los arrendatarios de la comarca, en virtud de la comida que les da, a costa de la despensa de su señor, pero sobre todo a través de préstamos usuarios que les ha hecho, con dinero que ha malversado engañando a don Pedro en la administración. Sus manejos llegan hasta las elecciones, en las que manifiesta apoyar a su señor, pero subrepticiamente lleva a cabo intrigas para que pierda. Esto le costará la vida.
  • Sabel. Hija de Primitivo, y criada y cocinera en la casa. Mantiene una relación secreta, pero a la vez públicamente conocida, con don Pedro, fruto de la cual nació Perucho. Sus principios morales son muy relajados, lo que hace que se permita insinuarse incluso a Julián. En su cocina se juntan las mujeres del entorno y ella les provee de comida de la despensa de su señor. Se hace novia de un gaitero de la zona, pero su padre no le permite casarse, para no perder el control sobre don Pedro. Al morir Nucha, adquiere el papel de señora de la casa.

Secundarios

  • Don Manuel de la Lage. Tío de don Pedro. Hombre de ideas conservadoras, que goza de cierta posición social en Santiago. Aspira a casar a sus cuatro hijas con jóvenes que correspondan a su nivel, y por ello ve con buenos ojos a su sobrino como pretendiente; lo que le sorprende es que este le pida la mano de Nucha y no de Rita, siendo esta más acorde con su carácter.
  • Rita, Manolita y Carmen. Hermanas de Nucha. A Manolita la pretende un estudiante de Derecho y a Carmen un estudiante de Medicina. Rita tiene un temperamento más descarado y provocativo, lo que resulta atractivo para don Pedro; sin embargo, un mal rumor pesa sobre ella y eso hará que este finalmente se decante por la monjil Nucha.
  • Don Eugenio. Párroco de Naya. Es un hombre de carácter afable, comprensivo y conciliador, con el que Julián congenia. Trata de que este sea indulgente con las faltas ajenas, y menos riguroso consigo mismo.
  • El Arcipreste de Loiro. Contrario al anterior, es un hombre autoritario, conservador, que en las elecciones apoya, incluso por medios violentos, a la facción de Barbacana.
  • Máximo Juncal, el médico. Hombre de ideas progresistas, defensor de los derechos de la clase trabajadora. Le gusta provocar a los clérigos, pero con Julián no consigue discutir. Su mayor defecto es su afición a la bebida.
  • Perucho. Hijo ilegítimo de Sabel y don Pedro. Se cría sin supervisión alguna y por ello está acostumbrado a buscarse la vida por cualquier medio. No obstante, al margen de su falta de educación, algo en su carga genética le impide robar las monedas de su abuelo, cuando tiene ocasión. Al final, se le reconoce su posición como legítimo heredero de don Pedro.
  • El señor de Limioso. Último descendiente de una casa señorial en decadencia. Su situación económica es ruinosa, pero mantiene intactos sus ideales de casta y sus aires de grandeza.
  • Barbacana. Abogado del ayuntamiento de Cebre. Es un hombre autoritario, astuto y vengativo, de ideas conservadoras, que en las elecciones apoya la candidatura de don Pedro. Se siente traicionado por Primitivo y encarga su asesinato.
  • Trampeta. Secretario del ayuntamiento de Cebre. Es un hombre atrevido, impulsivo y violento, de ideas liberales. En las elecciones recurre a todo tipo de artimañas para resultar vencedor.

La localización

La mayor parte de la acción de la obra se desarrolla en el pazo de Ulloa. Un pazo es una casa solariega gallega de tipo señorial, asociada a la pequeña hidalguía vinculada con la actividad agrícola y ganadera. El entorno natural que lo rodea se corresponde con una zona montañosa de la Galicia interior y aparece descrito como un lugar en estado salvaje: rudo, hostil, poco ameno, ingrato…

Dejando a un lado la parte de la historia que se desarrolla en Santiago (descrita también como una ciudad húmeda, sucia y en la que resulta poco agradable vivir), las referencias topográficas son imprecisas, cuando no ficticias, y no se corresponden con ningún ámbito geográfico concreto. Así, por ejemplo, Ulloa es una comarca que se ubica en el suroeste de la provincia de Lugo; sin embargo, la actividad política que se lleva a cabo con ocasión de las elecciones parece vincular la comarca en que se desarrolla la acción con la provincia de Orense. En la obra, los pazos de Ulloa pertenecen a la villa de Cebre, pero no existe en Galicia ningún lugar con ese nombre, y el más parecido, Cecebre, es una parroquia de La Coruña. También lo es Naya, mientras que Loiro pertenece a Orense y Boán a Lugo.

La cronología

En la narración se van introduciendo referencias al mes o a la estación del año en que suceden los hechos, e incluso se enmarcan en la época mediante fechas y citas históricas concretas, que permitirían establecer con precisión la cronología de la novela; sin embargo, como veremos después, se percibe cierto desajuste entre el desarrollo de la trama y dichas referencias.

Tres son los datos clave para ubicar cronológicamente la historia:

  • Según una fecha que aparece en el capítulo IV, la acción comenzaría en el invierno de 1866 a 1867.
  • A su regreso a los pazos desde Santiago, que se narra en el capítulo XII, Julián habla con don Eugenio y este le informa de la revolución que se acaba de producir: se trataría de la Gloriosa, que tuvo lugar en septiembre de 1868.
  • Las elecciones a las que concurre don Pedro, narradas en el capítulo XXVI, se celebran en marzo de 1871.

Veamos cómo encajan estos tres datos en la cronología de Los pazos de Ulloa:

Primera parte

  • Cap. I-V: La acción comienza en el invierno de 1866 a 1867.
  • Cap. VI: Julián asiste a la fiesta de Naya, en honor a San Julián, que se celebra el 7 de enero. Aunque la dinámica de los acotecimientos narrados no lo indica, habría transcurrido un año y estaríamos a principios de 1868.
  • Cap. VIII: Primitivo dice que tiene que supervisar el rareo de los castaños, labor que se realiza hacia febrero.
  • Cap. IX-XI: Don Pedro y Julián se marchan a Santiago. En el capítulo X se menciona el Corpus, que se celebra a finales mayo.
  • Cap. XI: Boda de don Pedro y Nucha, a finales agosto.

Segunda parte

  • Cap. XII: Se dice que don Pedro y Julián han pasado medio año en Santiago, por lo que se deduce que ha sido entre marzo y septiembre de 1868. Cuando vuelve Julián, el abad de Naya le cuenta cómo la marina se ha sublevado, originando la revolución Gloriosa, de septiembre de 1868, que supone el destronamiento de Isabel II.
  • Cap. XIII: A finales de marzo de 1869, don Pedro decide volver a los pazos con su mujer.
  • Cap. XIV-XVI: Nucha está encinta y espera dar a luz para octubre.
  • Cap. XVII: En octubre, nace la niña.
  • Cap. XVIII-XiX: Primeros meses de la niña.
  • Cap. XX: Llega el invierno.
  • Cap. XXI-XXII. En diciembre, se van de cacería.
  • Cap. XXIII: Mientras está bañando a los dos niños, Nucha descubre que Perucho es hijo de Pedro.
  • Cap. XXIV-XXVI: Se convocan Elecciones, ya bajo el reinado de Amadeo de Saboya, y se lleva a cabo la campaña electoral. Se celebran el 8 de marzo de 1871, con el triunfo de la coalición progresista y liberal, encabezada por Francisco Serrano.
  • Cap. XXVII-XXIX: Desenlace. Nucha decide marcharse, pero don Pedro la descubre y se lo impide. Julián es expulsado de los pazos y destinado a una aldea de la montaña.
  • Cap. XXX: Epílogo. Diez años después, Julián regresa.

El desajuste se produce en torno a la celebración de las elecciones: estas tienen lugar en marzo de 1871 y esta fecha no guarda correlación con la que corresponde a los episodios inmediatamente anteriores y posteriores. En efecto, el capítulo XXIII sucedería a principios de 1870, cuando Nené todavía es una bebé, y en los capítulos XXVII-XXIX, que narran hechos posteriores a las elecciones, Nené sigue siendo una bebé, a la que el pequeño Perucho coge en brazos para esconderla en el hórreo, por lo que se deduce que entre unos y otros no han podido transcurrir muchos meses.

Por otra parte, con el fin de acercar lo más posible esa fecha de 1871 al resto de la cronología, es necesario introducir en los primeros capítulos un lapso de tiempo de un año, entre principios de 1867 y principios de 1868, que se correspondería con las primeras labores de administración y ordenación del archivo realizadas por Julián.

El naturalismo en Los pazos de Ulloa

Según hemos descrito al principio de este trabajo, el naturalismo es un movimiento que surge en Francia, de la pluma de Émile Zola, a partir del realismo, como una evolución de este: no se queda en el mero reflejo de la realidad, sino que se fija en aquellos aspectos más degradados de la sociedad. Además, lleva la objetividad al extremo, al proponer en sus obras un análisis científico de la realidad y plantear que el comportamiento de los hombres no obedece a su voluntad, sino que está determinado por sus orígenes y su entorno, es decir, por la genética heredada de sus padres, por la educación recibida y por el medio en que se desenvuelven cotidianamente. Así contemplados, los hombres no son individuos, sino partes integrantes de una masa social.

Como ya ha quedado también señalado, Emilia Pardo Bazán se separa de estos postulados, optando, frente al determinismo, por una consideración católica de la vida, que permitiría a los hombres decidir sobre su futuro, gracias al libre albedrío.

En Los pazos de Ulloa, la actuación de cada personaje se adecúa al entorno familiar y social del que procede. Sin embargo, esa dependencia está muy matizada. Así, por ejemplo, encontramos a don Pedro, que se comporta como corresponde a un señor de su clase, pero cuyas decisiones están muchas veces en manos de otros, que en principio dependerían de él. O a un grupo de clérigos, cuyo comportamiento en ocasiones se excede de mundano, lejos de lo que cabría esperar de quienes predican una vida virtuosa. El más claro ejemplo es el caso de Perucho, nacido en un entorno muy menesteroso, criado sin atenciones y obligado, en consecuencia, a ingeniárselas para sobrevivir; sin embargo, se resiste a robar las monedas de su abuelo cuando tiene ocasión, y la autora, en un intento de dar una explicación científica a este comportamiento, reflexiona, por voz del narrador, sobre la sangre noble que corre por las venas del pequeño.

4.- CONCLUSIÓN. UNA NOVELA DE CONTRASTES

Los pazos de Ulloa es una novela en la que aparecen contrastadas clases sociales, ámbitos, actitudes…

  • En política, encontramos a una derecha tradicionalista, integrada por la hidalguía terrateniente, la oligarquía urbana, los clérigos, el cacique Barbacana… y frente a ella, una izquierda progresista, representada por el médico, el cacique Trampeta… Si bien la autora parece simpatizar más con los primeros, ninguna de las dos facciones aparece en la obra encarnando valores verdaderamente positivos, pues cada cual mira por sus propios intereses, no por el bienestar público. En el medio de las dos corrientes estaría Primitivo, que se suscribe a una u otra, según su conveniencia. El culmen del enfrentamiento de estas dos facciones se produce con ocasión de la celebración de las elecciones.
  • En el ámbito socioeconómico, contrasta la vida tan diferente que llevan esa nobleza decadente integrada por los propietarios de las tierras y la alta sociedad de Santiago, y la clase popular, integrada por criados, arrendatarios y demás trabajadores.
  • Por lo que respecta al entorno en que se desarrolla la historia, contrasta el medio rural, cerrado, rústico, degradado, casi asalvajado, con el ambiente urbano, cosmopolita, elegante, refinado, casi sofisticado.
  • Por último, en lo que se refiere al plano emocional de los personajes, se percibe gran contraste entre la sensibilidad de Julián y de Nucha, y la rudeza del resto del elenco, desde el propio don Pedro hasta su tío don Manuel, pasando por el astuto Primitivo (que parece hacer honor a su nombre), la inmoral Sabel, el violento Arcipreste, el provocador médico… Este contraste en el aspecto emocional de la historia halla su mayor expresión en la contraposición de la virtud frente a la inmoralidad que supone la confrontación entre Julián y don Pedro (que en un momento de la obra llega a hacerse casi física), y entre Nucha y Sabel.

En cada uno de estos aspectos, las dos realidades en contraste representan dos mundos diferentes, en conflicto, que coexisten pero que no son capaces de convivir respetuosamente y menos aún de adaptarse la una a la otra. Y como en todo enfrentamiento, también en este hay quien goza del triunfo y quien resulta derrotado.

El resumen definitivo de Don Juan Tenorio, de José Zorrilla

La obra Don Juan Tenorio, de José Zorrilla, constituye la más clara representación del teatro romántico de tema legendario. En efecto, su trama funde en una sola historia dos leyendas que circulaban desde época medieval: las aventuras de un seductor amoral y el desafío a lo sobrenatural.

En este mismo blog podéis encontrar las siguientes entradas con resúmenes de obras:

Proponemos aquí dos posibles lecturas, de dificultad creciente:

  • La primera consistiría en leer únicamente los subrayados. Según explicamos en nuestro post inicial, al tratarse de un resumen amplio, esta lectura sería suficiente para comprender la obra, y, lo que es más importante, darla por leída sin perder esos detalles tan valiosos sobre los que frecuentemente tratan las preguntas de examen, y que raramente aparecen en los resúmenes que circulan por la red.
  • La segunda, que es la que nosotros recomendamos, requeriría leer la obra completa, fijándose especialmente en los subrayados, que, en este caso, servirían de ayuda para una más fácil comprensión del argumento.

Pero antes de entrar en materia…

Permíteme un consejo.

1.- MARCO HISTÓRICO Y CULTURAL

El Romanticismo

A mediados del siglo XVIII, revolucionando el panorama cultural, surge en Inglaterra y Alemania el movimiento romántico, caracterizado por ser una expresión de la subjetividad, frente al imperio de la razón, sobre el cual había girado la vida en los últimos años. Su lema es, fundamentalmente, la libertad: la libertad emocional, impulsiva, irracional… frente al ideario ilustrado, encorsetado en la razón, la lógica y lo práctico, que se presentaba envuelto en la rígida normativa de la estética neoclásica.

Pero se trata de un movimiento que entraña en sí mismo una gran contradicción: por un lado, constituye una expresión de rebeldía, de revolución, de ruptura con lo anterior, de laicismo e individualidad; pero por otro lado subyace un importante poso de tradicionalismo, nacionalismo, patriotismo, religiosidad…

Es el reflejo de un momento de fuertes tensiones políticas entre liberales, partidarios de la revolución que habría de acabar con los privilegios de la burguesía, y restauradores, partidarios de la monarquía, con todos los valores tradicionales que ello conlleva.

Se caracteriza por:

  • Culto al yo, a la subjetividad, al individualismo, a los sentimientos íntimos.
  • Exaltación del sentimiento amoroso, que se vive y manifiesta con pasión. Suelen ser amores turbulentos, en muchos casos imposibles, que a menudo desembocan en tragedia.
  • Ansia de libertad, en el plano tanto político (se defienden los ideales revolucionarios de igualdad), como personal (rebeldía frente a normas morales, frente a la racionalidad) e incluso estético (la creatividad, la originalidad y una aparente espontaneidad rompen con la rigidez academicista del Neoclasicismo).
  • La belleza ya no se encuentra en el orden y el equilibrio clasicistas, sino en aquello que conmueve, que provoca emociones.
  • Pensamiento transcendente: obsesión por la muerte, que hace que se refuerce la espiritualidad, el sentimiento religioso.
  • Evasión de la realidad, por diferentes vías:
    • Formándose una visión idealizada de la propia realidad.
    • Dando rienda suelta a la fantasía, los sueños, lo espiritual, lo misterioso, lo sobrenatural…
    • Evocando con nostalgia el pasado, especialmente el mundo medieval.
    • Escapando (en sentido figurado) a lugares exóticos, especialmente orientales.
    • La vía de escape más trágica, la definitiva, sería el suicidio.
  • Sentimiento nacionalista, que se traduce en la búsqueda de la identidad como pueblo: interés por la cultura tradicional, la historia propia, las lenguas vernáculas, las leyendas…
  • Los temas más frecuentes en el Romanticismo son:
    • Los sentimientos, y en particular el amor apasionado.
    • La historia nacional, las leyendas tradicionales.
    • La muerte.
    • La religiosidad, la espiritualidad.
  • La ambientación suele ser nocturna, tormentosa, lóbrega, misteriosa… Gusto por las ruinas de edificios góticos, los cementerios, los jardines abandonados, los bosques, los páramos solitarios… También ambientación en época medieval o en lugares exóticos.

El Romanticismo en España

La poesía romántica

En España, el movimiento romántico llega ya empezado el siglo XIX, y triunfa sobre todo en la poesía. En este género se manifiestan dos tendencias:

  • Por un lado, una poesía de carácter histórico-legendario, de estilo grandilocuente.
  • Y por otro, una poesía de carácter lírico y sentimental, más subjetiva e intimista, de estilo más sencillo.

Estas dos tendencias, tan diferentes en apariencia, a menudo confluyen en un mismo autor.

Los rasgos generales de la poesía romántica son:

  • Subjetividad. La perspectiva predominante es el “yo”. El poeta expresa sus sentimientos íntimos sobre todo lo que le rodea: la mujer, la sociedad, la patria, el mundo, Dios…
  • Pesimismo. En general se trata de sentimientos tristes, pesimistas, de insatisfacción, melancolía, soledad, incomprensión,  añoranza del amor perdido, desesperación… Y es que, con frecuencia, el amor no es correspondido o la amada muere, la revolución carece de sentido porque la sociedad no es tan sencilla de cambiar, el mundo no siempre resulta un lugar cómodo en el que vivir…
  • Evasión de la realidad. El poeta se refugia en mundos alejados de lo cotidiano, tanto espacial como temporalmente: frente a los neoclásicos, que se inspiraban en la antigüedad grecolatina, los románticos prefieren ambientar sus obras en lugares exóticos, orientales, o en momentos de la Edad Media. También recurren a la ambientación en mundos de fantasía.
  • La naturaleza como reflejo de los sentimientos. En ocasiones, el poeta expresa sus sentimientos a través de la descripción de una naturaleza turbulenta, tormentosa, oscura… con la que identifica su estado de ánimo.
  • Gusto por los ambientes tétricos: cementerios, templos solitarios, noches oscuras y tormentosas, ruinas de edificios antiguos, acantilados con olas embravecidas, bosques tenebrosos…
  • Fantasía. Frente a la frialdad de la razón y la literatura utilitaria (objetividad), triunfa la pasión, la emoción, la imaginación (subjetividad). Vinculada con esta última se encuentra la afición por lo sobrenatural: sucesos extraordinarios, espíritus, apariciones, ninfas…
  • Libertad. Frente al encorsetamiento que exigían las normas neoclásicas, el Romanticismo propugna la libertad, la espontaneidad. Por eso en esta época se admira la forma de vida de ciertos personajes que viven al margen de la sociedad, tales como piratas, ladrones, mendigos…
  • Los temas más frecuentes son: los sentimientos del poeta (generalmente tristes), la historia nacional, las leyendas antiguas, la religión, las tradiciones, la vida de ultratumba, la crítica social…
  • Huyendo de la versificación fácil del Rococó, en un principio se recupera la métrica clásica; sin embargo, a medida que se va imponiendo el movimiento romántico, se tiende a los metros más sencillos, de inspiración popular, más acordes con la expresión espontánea de los sentimientos.
  • Desde el punto de vista estilístico, las composiciones se llenan de exclamaciones y apóstrofes a la amada, al paisaje…

Los principales poetas románticos españoles son:

  • Ángel de Saavedra, Duque de Rivas. Entre su producción poética destacan los Romances históricos.
  • José de Espronceda. Su obra poética está integrada por Canciones y dos extensos poemas narrativos: El estudiante de Salamanca y El diablo mundo.

No pueden dejar de mencionarse dos importantes figuras de las postrimerías del Romanticismo:

  • Gustavo Adolfo Bécquer. Es el poeta de la lírica sentimental. Sus Rimas constituyen una magnífica representación de la expresión de sentimientos amorosos, desde esa intimidad y sencillez, características de la última etapa del Romanticismo.
  • Rosalía de Castro. Su obra poética se compone de dos libros en gallego, Cantares galegos y Follas novas, y uno en castellano, En las orillas del Sar.

La prosa romántica

En el ámbito de la prosa, predomina sobre todo el género pseudo histórico, con la narración de aventuras ficticias enmarcadas en un contexto histórico real (generalmente medieval). Destacan:

  • Enrique Gil y Carrasco, con El señor de Bembibre, ambientada en la comarca del Bierzo, en el siglo XIV.
  • José de Espronceda, con su novela Sancho Saldaña o El castellano de Cuéllar, ambientada en la Castilla del siglo XIII.
  • Francisco Navarro Villoslada, con Amaya o los vascos, ambientada en el siglo VIII.
  • Gertrudis Gómez de Avellaneda, con Guatimozín, último emperador de Méjico.

Junto a esta corriente histórica, y con un similar propósito de poner de relieve lo nacional, lo tradicional, cabe mencionar también una vertiente que se fija en los aspectos costumbristas de la España del momento, con descripción de ambientes, personajes y actitudes.

Destacan:

  • Ramón de Mesonero Romanos, autor de las Escenas matritenses.
  • Serafín Estébanez Calderón, con sus Escenas andaluzas.

Por último, en la prosa periodística hay que citar a Mariano José de Larra, autor de artículos de costumbres, literarios, políticos, etc.

El teatro romántico

Como reacción al teatro neoclásico, cargado de didactismo y mensaje moral y social, los dramaturgos románticos optan por un teatro en el que, a través del diálogo entre personajes, se expresan sentimientos, con el fin último de conmover al espectador.

Se caracteriza por:

  • Temática en torno al amor, con argumentos históricos, legendarios, de aventuras, etc.
  • Historias dramáticas, tristes, con desenlace trágico.
  • El protagonista suele ser un joven de aspecto misterioso, apasionado y valiente, capaz de arriesgar su vida por amor, por honor, por ideales políticos… La protagonista suele ser una joven inocente, honrada, pero también apasionada, capaz de abandonarlo todo por amor.
  • Los acontecimientos están guiados por una fuerza tan misteriosa e incontrolable, como es el destino.
  • Las escenas se sitúan en ambientes misteriosos, nocturnos, tormentosos…
  • Libertad formal: las obras combinan prosa y verso (con métrica variada), diálogos y elementos líricos, etc.
  • El monólogo adquiere gran importancia, ya que se trata del mejor medio para que los personajes expresen sus sentimientos íntimos, sus dudas, sus vacilaciones, sus luchas internas…
  • En vez de tres actos (presentación, nudo y desenlace), suelen tener cinco, o incluso más.
  • No se respeta la regla de las tres unidades (acción, lugar y tiempo): puede haber más de una acción, si bien todas están relacionadas; la trama puede desarrollarse en diferentes lugares y a lo largo de períodos de tiempo variables.
  • Se introducen abundantes acotaciones, que indican no solo los movimientos escénicos, sino también las emociones experimentadas por los personajes.
  • La escenografía ha de ser muy flexible, ya que, al desarrollarse la acción en diferentes lugares, debe posibilitar el cambio de decorados de un acto a otro.

Los principales autores teatrales son:

  • Ángel de Saavedra, Duque de Rivas, con Don Álvaro o la fuerza del sino.
  • Francisco Martínez de la Rosa, con La conjuración de Venecia.
  • Antonio García Gutiérrez, con El trovador.
  • Juan Eugenio Hartzenbusch, con Los amantes de Teruel.
  • José Zorrilla, con Don Juan Tenorio.

2.- JOSÉ ZORRILLA

Nace en Valladolid, en 1817, en el seno de una familia de ideología muy tradicional.

Cursa sus primeros estudios con los jesuitas, en Madrid, donde su padre desempeña un cargo en la Corte.

Estudia después leyes en las universidades de Toledo y de Valladolid. Pero abandona la carrera y, en 1836, se instala en Madrid, para comenzar su andadura en el ámbito literario.

En 1838 se casa con Florentina O’Reilly, pero el matrimonio no será afortunado.

Frecuenta los círculos bohemios y las tertulias, donde conoce a autores como Espronceda, García Gutiérrez o Hartzenbusch. Comienza a colaborar en prensa y por fin, en 1840, publica sus Cantos del trovador y estrena tres obras teatrales: Más vale llegar a tiempo, Vivir loco y morir más y Cada cual con su razón. Esto le proporciona una notable fama como dramaturgo.

Durante los primeros años 40, escribe leyendas y estrena obras como Sancho García, El puñal del godo o Don Juan Tenorio. Esta última tiene gran éxito, pero había malvendido los derechos y apenas percibe beneficios por ella.

En 1845 se marcha a París, pero un año después muere su madre y tiene que regresar.

Su matrimonio con Florentina le resulta tan insoportable, que en 1850 vuelve a marcharse a París, y de allí a México, donde permanece hasta 1865, año en que recibe la noticia de la muerte de su esposa. Regresa entonces a España, donde disfruta de grandes honores, si bien solo consigue mantenerse gracias a subvenciones gubernamentales y a ayudas económicas de familias de la alta sociedad.

Se casa con la actriz Juana Pacheco, treinta años más joven que él.

La última etapa de su vida la pasa viajando por España, ofreciendo lecturas de sus obras. A la década de los 80 pertenecen Recuerdos del tiempo viejo, La leyenda del Cid o Mi última brega.

Muere en Madrid, en 1893.

Obra

Zorrilla cultiva los tres géneros: lírica, narrativa y dramática:

  • De su producción lírica destaca la obra Granada (1852).
  • Su narrativa comprende sobre todo obras de contenido legendario, entre las que cabe destacar A buen juez mejor testigo, Margarita la Tornera y El capitán Montoya (esta última constituye el germen argumental de Don Juan Tenorio).
  • En su extensa producción dramática sobresalen tres piezas: El zapatero y el rey (1840), Don Juan Tenorio (1844) y Traidor, inconfeso y mártir (1849).

3.- DON JUAN TENORIO

Don Juan Tenorio se estrena en 1844, e inmediatamente alcanza un gran éxito entre el público. Tal aceptación se debe sin duda al hecho de que la obra responde a todos los elementos que caracterizan el teatro romántico.

Don Juan Tenorio, cénit del teatro romántico

Veamos los rasgos caracterizadores del género reflejados en la obra:

  • Formalmente, está estructurada en dos partes, la primera de las cuales tiene cuatro actos y la segunda, tres. Esto la aleja de la clásica división tripartita: presentación, nudo y desenlace.
  • También se aparta de las tres unidades que proponía el teatro clásico: acción, lugar y tiempo, es decir, una única acción, que se desarrollaba en un solo espacio y durante un solo día. Don Juan Tenorio tiene lugar en diferentes escenarios (la taberna de Buttarelli, la celda de doña Inés, la quinta de don Juan…), enlaza dos acciones bien diferenciadas (la apuesta final con don Luis Mejía y el desafío al difunto comendador), una en cada parte, y establece una separación temporal de cinco años entre ellas.
  • Hay abundantes acotaciones, que indican movimientos escénicos, gestos y emociones de los personajes, etc.
  • Resultan reveladores los monólogos de don Juan, en la tercera escena del primer acto de la segunda parte, y de doña Inés, en la segunda escena del tercer acto de la primera parte, pues reflejan sus sentimientos íntimos y las luchas internas en que se debate su espíritu.
  • El argumento se aleja de la realidad cotidiana, pero se trata de una evasión más temporal que espacial: la trama tiene lugar en Sevilla, a mediados del siglo XVI. El autor parece contemplar el pasado desde una perspectiva nostálgica, según la cual incluso el entorno bélico aparece idealizado, como un lugar de camaradería, diversiones y placeres.
  • El contenido es de carácter histórico-legendario. Se enmarca en una realidad histórica concreta, con referencias a la guerra de España contra Francia por ejercer el poder sobre Italia, referencias que, incluso en boca del cínico don Juan, destilan un considerable tono de patriotismo. Pero, al margen de esta relativa historicidad, el argumento se basa en la combinación de dos leyendas: la del seductor amoral y asocial, y la del macabro convite a un difunto.
  • Ambientación nocturna y tétrica. La acción se desarrolla íntegramente por la noche: la primera parte comienza poco antes de las ocho y termina pasadas las doce, y la segunda gira en torno a la cena en casa de don Juan. Además, esta última se abre y se cierra con sendos actos que tienen lugar en el panteón de los Tenorio: la conjunción de ambos elementos, noche y tumbas, aporta un insuperable efecto tétrico a la ambientación.
  • Situaciones fantásticas. Aparecen estatuas que cobran vida, espíritus, fantasmas, muertos que salen de sus sepulcros para acosar a don Juan… Por último, el espíritu de doña Inés acudirá desde el más allá para ayudarle a salvar su alma.
  • El protagonista es heroico, valiente, arriesga su vida por un ideal… Pero en este caso, se trata de un ideal negativo, que consiste en hacer el mal a toda costa, seduciendo a mujeres y desafiando a hombres.
  • Don Juan es un joven noble, arrogante, conquistador y pendenciero; un egoísta, al que únicamente le importa su satisfacción personal. Esto le lleva a comportarse de un modo libre, independiente de las normas morales y sociales… lo que, al mismo tiempo, constituye una limitación de la libertad de los demás. Al final, renuncia a esa independencia por doña Inés, y esta expresión de amor sincero hace que su alma se salve en el último momento.
  • Como contrapunto a ese don Juan ególatra y amoral, doña Inés es una religiosa dulce, cándida, honesta, sencilla, generosa… Ese contraste es precisamente el que constituye la base de la relación entre ambos.
  • Frente al imperio de la razón, que propugnaban los ilustrados, triunfan ahora los sentimientos, en especial los más apasionados, irracionales e impulsivos. Y con una pareja como don Juan y doña Inés, es fácil esperar que el amor que encontremos en la obra sea complicado, difícil de concertar. En el caso del primero, el único tipo de amor que concibe es el conquistado, incluso se podría decir que robado; sin embargo, el amor puro de doña Inés despertará en él un sentimiento espiritual, casi religioso. Por lo que respecta a esta, aunque la razón le aconseja apartarse de alguien tan pernicioso como don Juan, se imponen los sentimientos que la empujan a abandonarlo todo por él, hasta el punto de morir de pena por no tenerle consigo.
  • El argumento tiene un carácter transcendente: dejando aparte las conquistas de don Juan, que no aparecen en escena, el amor se contempla desde una perspectiva religiosa, más que como un sentimiento humano. Con su amor puro, doña Inés se convierte en intermediaria entre Dios y don Juan, y no solo consigue despertar en este un amor desinteresado, carente de erotismo, sino además infundirle la conciencia de la vida eterna y moverle al arrepentimiento sincero. A través de doña Inés, don Juan llega, así, a creer en la vida eterna y a pedir clemencia a Dios, y este le salva por medio de ella.
  • El desenlace es trágico, pues las buenas intenciones de don Juan no convencen al Comendador y aquel le mata, lo que le obliga a emprender la huida. En su ausencia, doña Inés muere de pena. En cuanto a él, pierde la vida en un duelo absurdo. Sin embargo, si bien la finalidad última de la obra es conmover al espectador, el autor pretende que este no se quede simplemente en la anécdota y reflexione sobre el carácter moral de este desenlace: el arrepentimiento de todos los pecados, incluso de los más infames, puede conseguir el perdón de Dios y, por tanto, la salvación del alma.

Tema, estructura y argumento

El tema de Don Juan Tenorio sería la catarsis espiritual que produce sobre el malvado don Juan el amor puro que siente hacia él la inocente doña Inés.

La obra se divide en dos partes, que están argumentalmente relacionadas, pues ambas incluyen sendos desafíos, pero temáticamente bien diferenciadas: en la primera, don Juan se apuesta la vida con don Luis Mejía a que será capaz de acostarse con la prometida de este, justo la noche antes de la boda, y en la segunda, reta al difunto Comendador a que regrese del más allá y se siente con él a cenar.

Parte primera

  • Acto primero: Libertinaje y escándalo

La acción comienza en Sevilla, en la noche de Carnaval. En la hostería del Laurel, que regenta Buttarelli, se espera la llegada de don Juan Tenorio y don Luis Mejía, los cuales se citaron un año atrás para ese día, a las ocho, con el fin de comparar cuál de los dos había seducido a más mujeres y matado a más hombres durante ese tiempo. Don Juan, enmascarado, envía a su ayudante, Ciutti, con una carta para doña Inés, y encarga a Buttarelli que prepare una mesa para dos, con buen vino, por si llegaran los de la apuesta.

Entra en la hostería don Gonzalo, que quiere presenciar discretamente el encuentro de los dos desafiados. Se trata del padre de doña Inés, a la que pensaba casar con don Juan. A continuación llega don Diego, que asimismo quiere presenciar discretamente el encuentro. Es el padre de don Juan, que quiere comprobar por sí mismo si son ciertas las maldades que se atribuyen a su hijo. Ambos se sientan en mesas separadas.

Atraídos por el encuentro, llegan el capitán Centellas, Avellaneda y otros caballeros.

Al dar las ocho, aparecen dos enmascarados, que se identifican al descubrirse: son don Juan Tenorio y don Luis Mejía.

El primero refiere cómo ha pasado ese año en Roma y en Nápoles, donde ha seducido a doncellas, ha provocado escándalos, ha matado a otros hombres… El segundo se dirigió a Flandes, y de allí a París, y también ha mostrado en este tiempo un comportamiento semejante.

Ambos aportan documentos en los que figuran los datos: don Juan ha burlado a setenta y dos mujeres y ha matado a treinta y dos hombres, mientras que don Luis solo ha burlado a cincuenta y seis mujeres y ha matado a veintitrés hombres. El vencedor de la apuesta es, pues, don Juan Tenorio.

Don Luis, resentido, le dice que en su lista falta una novicia, y don Juan acepta el desafío y además incluye, en esa misma noche, a doña Ana de Pantoja, la prometida de don Luis, con la que este se va a casar al día siguiente. La apuesta es fuerte, por lo que ambos comprometen la vida en ella. Don Luis envía a su criado Gastón a denunciar a don Juan ante la justicia, y este envía a Ciutti a denunciar a don Luis.

Se levanta entonces don Gonzalo y le dice a don Juan que se olvide de su compromiso con doña Inés. Y a continuación don Diego, como padre, le reprocha su comportamiento. Pero don Juan los menosprecia y mantiene su apuesta con don Luis.

Al terminar el acto, llegan dos patrullas de ronda para prender a ambos caballeros, ya que se han denunciado mutuamente.

  • Acto segundo: Destreza

Don Luis ha conseguido salir libre y llega a la casa de su prometida, doña Ana. Allí se encuentra con Pascual, un criado de la casa, a quien le cuenta su temor a que don Juan intente cumplir su amenaza. Acuerdan que esa misma noche, a las diez, cuando su señor se acueste, Pascual le facilitará el acceso a la casa, de manera que, estando acostado con doña Ana, pueda protegerla, en caso de que don Juan consiguiera entrar.

Don Luis llama a la ventana de doña Ana, le cuenta el plan y quedan para las diez.

Entre tanto, llegan a la casa don Juan, que también ha conseguido salir libre, y Ciutti, y ven a don Luis a la ventana. Don Juan ordena a Ciutti que, mientras él se enfrenta a este, rodee la casa y, sin ser visto por él, le coja por la espalda y, una vez reducido, se lo lleven y le tengan encerrado toda la noche. Así lo hacen, dejando a don Luis imposibilitado para defender a doña Ana.

Aparece Brígida, la dueña que sirve a doña Inés, y dice a don Juan que ya ha hablado a la joven en su favor. Le da una llave para que, esa noche, a las nueve, entre al convento y llegue hasta su celda, donde ella estará esperándole.

Ciutti regresa de dejar encerrado a don Luis y llama a la ventana de Lucía, criada de doña Ana. Sobornándola, acuerdan que esa noche, a las diez, facilitará a don Juan el acceso a la habitación de su señora.

  • Acto tercero: Profanación

En la celda de doña Inés, la abadesa le dice a esta lo afortunada que es, por haber vivido siempre en el convento, sin haber conocido las tentaciones del mundo exterior. Pero la joven, embaucada por Brígida, empieza a tener dudas y a obsesionarse con don Juan. La dueña le ha llevado una carta de este, en la que le declara abiertamente su amor, y la joven, al leerla, experimenta sentimientos desconocidos, que la agradan, pero a la vez la turban. En ese momento entra don Juan y ella se desmaya. Él la toma en sus brazos y se la lleva, seguido por Brígida.

Llega la abadesa a ver a doña Inés y se encuentra la celda vacía. Aparece entonces también don Gonzalo para llevarse a la joven, con el fin de protegerla de la amenaza de don Juan, pero, al ver en el suelo la carta que este había escrito a doña Inés, comprende que se le ha adelantado y la ha raptado del convento.

  • Acto cuarto: El Diablo a las puertas del Cielo.

En la quinta de don Juan, doña Inés aún no ha vuelto en sí de su desmayo. Ciutti explica a Brígida que su señor ha ido a la ciudad a ocuparse de unos asuntos.

Cuando la joven se despierta, Brígida le cuenta que ha habido un incendio en el convento y que don Juan la ha rescatado y la ha llevado a su casa para ponerla a salvo. Ella intuye que estar allí no es adecuado y quiere marcharse antes de que llegue él, pues sabe que en su presencia no tendrá voluntad suficiente para hacerlo. Pero en aquel momento aparece don Juan, que con sus palabras de amor la seduce. Ella, fascinada, le declara que también le ama, y él le confiesa que el amor que siente ahora por ella es completamente diferente del que había sentido hasta entonces: tiene más de divino que de terrenal.

De pronto, llega a la quinta don Luis, a vengar la burla hecha a doña Ana. Don Juan esconde a doña Inés y a Brígida. Mientras los dos caballeros están disputando, llega don Gonzalo, el Comendador, buscando a su hija. Don Juan pide a don Luis que se esconda, mientras habla con don Gonzalo. Se arrodilla ante este y le declara su amor sincero por doña Inés, comprometiéndose a casarse con ella, pero él no le cree, pensando que es una estratagema para excusarse. Entonces sale don Luis de su escondite, burlándose de don Juan y acusándole de cobardía. Este, acorralado por los dos, les da muerte y huye.

Entran los alguaciles y descubren los cadáveres. Detrás de ellos, llegan doña Inés y Brígida. A pesar de que uno de los muertos es el padre de la joven, esta, enamorada, no siente rencor hacia don Juan.

Parte segunda

  • Acto primero: La sombra de doña Inés

En el panteón de la familia Tenorio, el escultor que ha dado forma a las estatuas de los sepulcros está contemplando su obra. Don Juan, que ha pasado cinco años en Italia, regresa a su casa y la encuentra convertida en ese panteón. El escultor le explica que don Diego, al morir, dejó su dinero para que se enterrara en aquel lugar a todas las víctimas de su hijo y se les esculpieran estatuas. En efecto, allí están representados, entre otros, don Gonzalo, don Luis Mejía y, para sorpresa de don Juan, también doña Inés. El escultor refiere a este cómo la joven murió de pena.

Cuando se queda solo, se dirige a la estatua de doña Inés, lamentándose de cuánto la ha echado de menos. La estatua parece cobrar vida y le dice que ofreció a Dios su alma a cambio de la de él, y que, por este gesto de amor desinteresado, el Señor le da la oportunidad de que se arrepienta, pero ha de ser esa misma noche. En un primer momento, don Juan cree que ha sido una alucinación, pero de pronto le parece que las demás estatuas se vuelven a mirarle, y se enfrenta a ellas. En ese momento, pasan por allí el capitán Centellas y Avellaneda, y los invita a cenar en su casa, para contarles cómo le ha ido en esos cinco años. Antes de salir, se dirige a la estatua de don Gonzalo, el Comendador, y le reta a que asista también a esa cena.

  • Acto segundo: La estatua de don Gonzalo

En el aposento de don Juan, están sentados con él a la mesa el capitán Centellas y Avellaneda, y hay un puesto libre, reservado para el Comendador. Esto último desagrada a sus amigos, que ven en ello una broma macabra. De pronto, llaman a la puerta de la calle. Ciutti se asoma, pero no hay nadie. Siguen llamando, cada vez más cerca: en la escalera, en la antesala, en el salón y, finalmente, en la puerta de la estancia. Don Juan acusa a sus amigos de estar gastándole una broma, pero ellos afirman no saber nada.

Súbitamente, la figura de don Gonzalo atraviesa la pared y el capitán Centellas y Avellaneda caen en un profundo sueño. El Comendador le dice a don Juan que Dios le ha permitido aceptar el sacrílego desafío que le ha lanzado, para que le comunique que su vida se ha acabado, que hay una eternidad tras ella y que está a tiempo de arrepentirse. Y le devuelve la invitación, citándole en el panteón.

Desaparece el Comendador y aparece la figura de doña Inés, para recordarle que debe arrepentirse, y que ella estará a su lado en el panteón.

Cuando se marcha, los amigos se despiertan y se traba entre ellos una discusión: don Juan les reprueba haber organizado todo para gastarle una broma y ellos le acusan de haberles dado un narcótico para poder decir que el difunto Comendador ha asistido a la cena, sin que haya testigos que lo desmientan. La discusión termina en desafío y salen a la calle a batirse.

  • Acto tercero: Misericordia de Dios y apoteosis del amor

Don Juan llega al panteón de los Tenorio y llama a la puerta del sepulcro del Comendador. Sale de él una mesa, con un plato de ceniza y un reloj de arena. La estatua de don Gonzalo le dice que la ceniza indica aquello en lo que se va a convertir y el reloj marca el escaso tiempo que ya le queda. Tocan a muerto y pasa un entierro: es el suyo, porque en realidad don Juan ya está muerto, pues le ha matado el capitán Centellas en el duelo que han mantenido a la puerta de su casa. Los fantasmas salen de sus sepulcros y comienzan a acosarle, y el Comendador le coge de la mano para arrastrarle hasta el infierno. Él se resiste: arrepentido, pide clemencia a Dios. En ese momento aparece doña Inés, tomándole de la mano para conducirle al purgatorio, pues Dios ha decidido salvarle.

Los personajes

En la obra aparecen abundantes personajes y parece claro que la historia gira especialmente en torno a dos de ellos: don Juan y doña Inés. No obstante, hay otros que también pueden considerarse principales, por su relevancia en el desarrollo de la trama, como don Luis, don Gonzalo, Ciutti o Brígida.

Principales:

    • Don Juan Tenorio. Es un joven noble, transgresor de toda clase de normas sociales, morales y religiosas. Es un burlador libertino, que menosprecia a las mujeres, salvo en la medida en que constituyen para él una fuente de placer. Más que valiente, es un temerario al que le acompaña la fortuna. Es atrevido, y por ello considera una hazaña el hecho de asaltar un convento para incluir a una novicia dentro de la nómina de sus conquistas. Es un figurón jactancioso, que vive de mantener su fama, y cuyo comportamiento no parece tener otro fin que alimentar su leyenda, por lo que no duda en batirse a muerte con cualquiera, aunque se trate de un amigo, con tal de que no se vea menoscabado su prestigio. Es irreverente, pues, aunque cree en Dios, no concibe una vida eterna, y por tanto no espera un premio pero tampoco teme un castigo. Sin embargo, al final de la obra, experimenta un cambio radical: se enamora de la inocencia de doña Inés, y a través de ella llega a creer en la vida eterna, lo que le llevará, en el último momento de su vida, a arrepentirse de su comportamiento, alcanzando así el perdón de Dios.
    • Doña Inés de Ulloa. Es una joven novicia, de dieciséis años, que se ha criado en un convento, y que, por tanto, desconoce los peligros del mundo. Es pura e inocente y cae fácilmente en la red que, a través de Brígida, la dueña que la sirve, le tiende don Juan. A pesar de su candidez, tiene conciencia de su honor y desde el principio intuye que aquella relación no la conviene; sin embargo, no tardará en reconocerse enamorada de don Juan. Ese amor puro, sencillo, desinteresado, despertará en él un amor sincero, que le llevará a arrepentirse y a pedir clemencia a Dios, quien, por intercesión de la joven, le concederá su perdón.
    • Don Luis Mejía. Es el rival de don Juan Tenorio, en lo que se refiere a conquistas de mujeres y a desafíos a hombres. Su concepto del honor es similar al de aquel, como lo son su menosprecio hacia las mujeres (incluso hacia doña Ana, su prometida) y su obsesión por mantener el prestigio. Sin embargo, teme a don Juan, pues sabe que no iguala, ni en atrevimiento, ni en la destreza con las armas.
    • Don Gonzalo de Ulloa, Comendador de Calatrava. Padre de doña Inés. Intenta proteger a toda costa el honor de su hija, y por eso no da crédito a los buenos propósitos de un don Juan enamorado. Después de muerto, es desafiado por este y él, en forma de estatua de sepulcro, acepta el convite, con el propósito de arrastrarle hasta el infierno.
    • Ciutti. Criado de don Juan. Además de su ayuda de cámara, es su auxiliar en las conquistas a mujeres y en las traiciones a hombres.
    • Brígida. Dueña que sirve a doña Inés en el convento. Sobornada por don Juan, ejerce una labor celestinesca, para convencer a la joven de las buenas intenciones de aquel galán.
  • Secundarios:
    • El capitán Centellas y Avellaneda. Se les podría considerar un personaje doble, pues aparecen siempre juntos. Son amigos de don Juan y admiradores de sus hazañas. Pero, como a él, les puede el concepto del honor, y no dudan en empuñar la espada para batirse contra su amigo y, finalmente, darle muerte.
    • Don Diego Tenorio. Padre de don Juan. Avergonzado del comportamiento de este, intenta compensar sus maldades dedicando la herencia que le hubiera dejado a construir un panteón, en el que enterrar a las víctimas de su hijo.
  • Otros:
    • Buttarelli. Propietario de la hostería del Laurel, donde se citan don Juan y don Luis para comparar sus hazañas y decidir el resultado de su apuesta.
    • Gastón. Criado de don Luis Mejía. Hace para este la misma función que Ciutti para don Juan.
    • Doña Ana de Pantoja. Prometida de don Luis Mejía. Traicionada por su criada Lucía, se convierte en una conquista más de don Juan.
    • Pascual. Criado de la casa de los Pantoja.
    • Lucía. Criada de la casa de los Pantoja. Traiciona a su señora por dinero.
    • Escultor.
    • Abadesa del convento.
    • Tornera del convento.
    • Alguaciles.

Tiempo y espacio

La acción se desarrolla en Sevilla, a mediados del siglo XVI.

Los cuatro actos de la primera parte tienen lugar en una sola noche, durante el Carnaval (hacia finales de febrero, por tanto) de 1545. Un año antes, ha terminado una guerra entre Carlos I de España y Francisco I de Francia por la supremacía sobre Italia, que se ha desarrollado en territorio italiano y flamenco; según lo referido por don Juan y don Luis, el primero habría estado en el frente de Italia y el segundo en el de Flandes. Dicha guerra finaliza con una paz tan inestable, que se romperá a los tres años, en 1547.

Los tres actos de la segunda parte se desarrollan también en una sola noche, cinco años después de la primera, es decir, en 1550. Según se desprende de las palabras de don Juan, durante su ausencia de España habría tomado parte en esa nueva etapa de la guerra por el control del territorio italiano.

En cuanto a los escenarios en los que tiene lugar la acción, se aprecia una importante diferencia de ambiente entre los de la primera parte, que giran en torno a las hazañas del don Juan burlador, y los de la segunda, correspondientes al desafío que este lanza al difunto Comendador, y que están, por tanto, mucho más cargados de ese componente tétrico tan característico del Romanticismo.

Primera parte:

  • Primer acto: hostería del Laurel, regentada por Buttarelli. Es el lugar donde se encuentran don Juan y don Luis, para determinar el vencedor de su apuesta.
  • Segundo acto: calle de la casa de la familia Pantoja. Frente a la ventana se trama la conquista de doña Ana, prometida de don Luis.
  • Tercer acto: celda del convento de las Calatravas de Sevilla. Allí se ha criado doña Inés, ajena a los peligros del mundo. Hasta este sagrado lugar accede don Juan para raptarla.
  • Cuarto acto: quinta de don Juan Tenorio. Es la residencia que este tiene a las afueras de Sevilla, cruzando el río Guadalquivir. A ella se lleva a la joven y allí será adonde vaya a reclamarla su padre, don Gonzalo.

Segunda parte:

  • Primer acto: panteón de los Tenorio. Conjunto de sepulcros, con estatuas que representan a algunas de las víctimas de don Juan: don Luis Mejía, don Gonzalo de Ulloa, doña Inés… Allí se encuentra don Juan cara a cara con su pasado, y da muestras de su irreverencia, al invitar a cenar al difunto Comendador.
  • Segundo acto: casa de don Juan. Allí tiene lugar la cena con el capitán Centellas y Avellaneda, a la que también acude el espíritu del Comendador.
  • Tercer acto: panteón de los Tenorio. En él se produce el apoteósico desenlace, con el arrepentimiento de don Juan.

4.- EL ARQUETIPO DONJUANESCO EN EL PERSONAJE DE DON JUAN TENORIO

La configuración del personaje de don Juan

Ya desde sus orígenes, la figura de don Juan aparece como la fusión de dos elementos de la tradición legendaria: el joven burlador de mujeres y el hombre irreverente que desafía a un difunto. En efecto, hay testimonios de no pocas leyendas y romances de transmisión oral que tienen como protagonista a un caballero de costumbres libertinas, que convida a un difunto a cenar; éste se presenta y le devuelve la invitación, para que cene con él en la sepultura que Dios le tiene reservada. En casi todas las versiones, el joven escarnecedor pierde la vida, pero en algunas se salva, gracias a su arrepentimiento en el último momento.

Siguiendo la línea trazada por estas dos leyendas, a principios del siglo XVII aparece el personaje literario de don Juan, el cual vincula ambos aspectos. En efecto, la obra El burlador de Sevilla y Convidado de piedra (1616), atribuida a Tirso de Molina, recoge ya desde el propio título dicha dualidad: el término “burlador” hace referencia al jovenque seduce a las mujeres con engaños y después las abandona, y el término “convidado” alude a la osadía del hombre que, faltando al respeto a las normas morales, humanas y religiosas, desafía a la muerte y desafía, en definitiva, a Dios. Parece que, en la caracterización de este personaje, Tirso recogió las dos líneas de la tradición legendaria, pero además se habría inspirado de forma directa en la figura del Conde de Villamediana, un atractivo noble de la época, de vida aventurera e inmoral, cuya indiscriminada actividad sexual le granjeó la admiración y el odio del pueblo, y que una noche fue asesinado, se cree que por encargo del Rey, pues existía el rumor de que entre sus muchos amores se encontraba la Reina.

La obra de Tirso presenta una acción muy sencilla, que se resume en la burla del seductor a cuatro mujeres de distinta condición económica y social: una duquesa, una pescadora, la hija de un comendador y una campesina. El protagonista combina la figura del mujeriego con la del irreverente: aparece en principio como un joven que engaña a las mujeres para seducirlas y después huye; pero además, su escepticismo con respecto a la vida eterna le lleva a burlarse incluso de un difunto que le advierte de las consecuencias de sus actos en la otra vida, con su famosa expresión “¿Tan largo me lo fiáis?”.

Un siglo después, Antonio de Zamora presenta en No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague y Convidado de piedra a un don Juan más conquistador y frívolo que burlador e irreverente. Se trata de una tragicomedia de tonos costumbristas, recreación de la obra de Tirso, pero carente de su profundidad teológica.

Ya a mediados del siglo XIX, José de Espronceda incorpora en El estudiante de Salamanca el elemento del hombre que presencia su propio entierro, a modo de aviso de lo que le sobrevendrá como castigo a su comportamiento cuasi satánico. El protagonista, Félix de Montemar, es un burlador, jugador, malvado y calavera, que no respeta los valores morales, humanos ni religiosos, y que no cree en la vida eterna, por lo que la muerte y la justicia divina no le producen sino indiferencia. Al final, será condenado a reunirse con el alma en pena de Elvira, muerta por la tristeza que le produjo haber sido seducida y abandonada por él.

La culminación del personaje se produce en el Romanticismo, a través de la pluma de Zorrilla: don Juan Tenorio es, como sus antecesores, burlador, libertino, temerario, irreverente… Sin embargo, en esta obra el seductor aparece por primera vez como alguien enamorado de una de sus víctimas, de forma que el elemento amoroso hace que aquel drama teológico de Tirso se convierta aquí en drama sentimental (no exento, bien es cierto, de una buena dosis de moralidad). Al final, el omnímodo poder del amor conseguirá lo que parecía imposible: que, por intercesión de la inocente doña Inés, Dios perdone al pecador arrepentido.

Rasgos del arquetipo donjuanesco

En el fondo de esta evolución histórica-literaria de la figura de don Juan, sustentándola, subyacen una serie de rasgos permanentes, comunes a los diferentes personajes que han ido configurando el arquetipo donjuanesco:

a) Don Juan es, ante todo, un seductor de mujeres. El proceso de seducción consta de tres momentos: engaño, posesión y huida. Ello permite hablar de don Juan como un burlador, pues basa su seducción en el engaño: es embaucador, hace falsas promesas, suplanta la identidad de otro, soborna a criadas… Por este motivo, una vez consumada la posesión, se ve obligado a huir.

b) Es rico y elegante. Goza de una situación económica desahogada, por lo que no necesita trabajar.

c) Cuenta con un criado, que le ayuda en todas las gestiones necesarias para llevar a cabo sus conquistas. Este criado admira en secreto a su señor.

d) Desprecia a las mujeres, las cuales no son para él más que objetivos, conquistas, trofeos en su colección particular. Actúa de forma indiscriminada, pues no le importan la edad, el estado civil, la condición social o la posición económica de sus víctimas. Su único interés radica en acumular conquistas y adquirir prestigio. Por eso nunca está satisfecho y busca continuamente algo más.

e) Se siente orgulloso de su conducta y se jacta de sus hazañas, pues le gusta que todo el mundo reconozca y admire su éxito.

f) El afán por aumentar su colección le hace vivir a un ritmo frenético, en una vertiginosa carrera entre seducciones y huidas, que le impide disfrutar del momento, pero también deleitarse en la evocación del pasado o hacer planes para el futuro. Viaja constantemente, sin echar raíces en ningún sitio.

g) Aunque es capaz de enamorar a cualquier mujer, es, en principio, incapaz de enamorarse de ninguna de ellas. Por eso, cuando se enamora, se le rompen los esquemas, se quiebran sus principios, y se aleja, por tanto, de la esencia puramente donjuanesca; ello significa que don Juan enamorado deja de ser un donjuán.

h) Desde la elevada posición que le proporciona la fama, se permite burlarse de todo: transgredir las normas humanas, violar los principios sociales, ignorar los valores morales, menospreciar la muerte y desafiar incluso los preceptos divinos. Partiendo de estos principios, no le detienen la inocencia o la condición de casada o de religiosa de sus víctimas, y menos aún la idea de causarles algún tipo de perjuicio o tristeza. El vivir al margen del orden establecido, le convierte en un personaje incómodo para la sociedad, y él, al mismo tiempo, se considera inadaptado a ella.

i) Le gusta el juego y es capaz de apostar incluso sobre su propia vida. También le gusta el riesgo, y, más que valiente, es atrevido hasta rayar en la temeridad.

j) Aunque cree en Dios, no cree en la vida eterna, y por tanto ni se arrepiente del pasado, ni teme al futuro. Su bravuconería le lleva incluso a la irreverencia de desafiar a la muerte. Frente a la religiosidad y a la superstición, se muestra soberbio, arrogante, próximo a lo diabólico, a lo satánico. En consecuencia, su soberbia tendrá un castigo: don Juan será condenado. Sin embargo, al final, merced a la intercesión de una persona inocente o a un arranque de piedad que le lleve a arrepentirse, la misericordia de Dios podrá salvarle.

La psicología de don Juan

Al analizar en profundidad el comportamiento de don Juan, encontramos que el rasgo que mejor le caracteriza es su inmadurez, pues, como un adolescente, don Juan es caprichoso, superficial, irresponsable, inconstante, inconsciente, temerario, rebelde, irreverente… Dicha inmadurez se manifiesta sobre todo en su egoísmo, es decir, su culto al yo, pues lo más importante para él es él mismo. En efecto, si ama a una mujer, sólo es por la satisfacción y el orgullo que le produce añadir una conquista más a su colección, y por eso, apenas consumado el goce, y una vez contabilizada la conquista, huye, sin detenerse a disfrutar del momento. Y si, como irreverente, desafía a la muerte e invita a cenar a un difunto, no es por ateísmo (pues, en el fondo, don Juan demuestra ser creyente), sino por soberbia.

Y éste es precisamente el drama de don Juan: que no hay un fin fuera de sí mismo. El motor de su conducta es el egoísmo; las mujeres, como objeto de deseo, son unicamente el medio, y el fin no es otro que la satisfacción de su propia vanidad.

En efecto, don Juan es desgraciado, y no puede buscar la felicidad en el amor porque no cree en él, y así, ha de estar siempre a la defensiva para no permitir que el sentimiento sustituya a la concupiscencia y se convierta en el motor de sus actos. Ni siquierapuede buscar la felicidad en la mujer, pues esta es su objeto de conquista, su enemiga en la batalla, aquella que le presenta una resistencia que él debe vencer. Sin embargo, paradójicamente, y muy a pesar suyo, al final será una mujer la que le enamore, rompiéndole los esquemas, y la que a la vez le salve de esa espiral destructiva en la que se encuentra. Y no una mujer más de cuantas, con más o menos esfuerzo, ha seducido, sino una novicia sencilla que no busca ni la sensualidad ni la conquista del conquistador, sino la entrega desinteresada de su amor. Pero, por desgracia para él, y en una nueva dimensión de su drama personal, la única mujer capaz de engendrar ese sentimiento en su corazón será la única a la que no pueda conseguir plenamente.

En síntesis, desde un punto de vista psicológico, don Juan se nos revela como un hombre inmaduro y egoísta, profundamente insatisfecho y desgraciado.

Psicoanalizando a don Juan

Sí bien algunas actitudes de don Juan, como la megalomanía, la asocialidad, la automarginación, la agresividad, la inmadurez, la insensatez, la superficialidad, la suspicacia, la insatisfacción… sugieren, desde el punto de vista clínico, cierta falta de estabilidad paranoide, resultaría demasiado complejo, además de ajeno al objeto de este trabajo, analizar la salud mental del personaje.

No obstante, y sin llegar a entrar en ese terreno, al considerar el planteamiento que sobre la vida y el amor tiene don Juan, reconocemos en él ese comportamiento inmaduro, impulsivo, irreflexivo, caprichoso, voluptuoso, vanidoso, valentón… que caracteriza a la etapa de adolescencia del individuo. Y es que, mientras el hombre maduro tiende a la monogamia, a la estabilidad de una pareja complementaria; mientras busca un amor identificado, no el sexo indiscriminado, y mientras desea una relación íntima, no un romance público, la adolescencia, como etapa de inmadurez, entraña no poca indefinición en todos los aspectos de la vida: el adolescente es alguien que todavía no sabe lo que quiere, y que busca, va de un lado a otro, prueba todo… sin que a menudo nada le satisfaga plenamente. Y esta indeterminación puede conllevar cierta ambigüedad también en el plano sexual, de manera que, en el caso del hombre, incluso lo viril termina por aparecer difuminado.

Partiendo de esta premisa, y siguiendo la línea interpretativa del psicoanálisis freudiano, cabría considerar la hipótesis de que la insatisfactoria relación de don Juan con las mujeres proviniera de una homosexualidad latente, ignorada, o incluso conocida pero no asumida. Aunque tradicionalmente era diagnosticada como una enfermedad (y aún hoy hay quienes opinan que lo es), para Freud la homosexualidad no consistiría en un desequilibrio mental, sino en una consecuencia de la predisposición bisexual congénita en todos los individuos, los cuales, en condiciones normales, evolucionarían hacia la heterosexualidad, pero que, en determinadas circunstancias de tipo genético o ambiental, podrían mantenerse en un estadio de inmadurez. Según explica Freud, el origen de este estancamiento habría que buscarlo en una aversión hacia las mujeres, surgida como reacción a un complejo de Edipo no superado: el tradicional triángulo entre una madre fuerte y sobreprotectora, un padre débil y hostil, y un niño delicado y apegado a la figura materna, traería consigo, en algunos casos, la falta de madurez del hijo, que podría derivar en una homosexualidad.

5.- CONCLUSIONES

Don Juan Tenorio, como drama romántico, tiene el propósito de producir emoción en el público. Sin embargo, más que una emoción sentimental, se trata de una emoción religiosa. En efecto, si miramos más allá de ese desenlace desdichado desde el punto de vista del amor, tan acorde con el gusto de la época, encontramos un mensaje moralizante, casi teológico: el amor puro es capaz de purificar incluso lo más perverso, y el arrepentimiento sincero, aunque se manifieste en el último momento, a las puertas de la muerte, puede llegar a merecer el perdón de Dios.

El principal valor de Don Juan Tenorio no es solo el hecho de ser un referente en el teatro romántico, sino sobre todo el hecho de ser la obra que, a partir de las leyendas protagonizadas por burladores de mujeres e irreverentes desafiadores de la muerte, y enriqueciendo el personaje creado por Tirso de Molina, sienta las bases del donjuanismo y perfila la figura de este malvado conquistador para la posteridad.

Tal vez el don Juan de Tirso fuera en su momento más impactante, por lo osado de su carácter en una época marcada por el sentido del honor y por la religión. Sin embargo, el don Juan de Zorrilla tiene algo de lo que el de Tirso carecía: tiene alma. O, si se prefiere, corazón. El don Juan romántico es capaz de errar y enmendarse, de caer y levantarse, de pecar y arrepentirse, de ser irreverente y piadoso, de humillarse por amor, de enamorarse de la inocencia… en definitiva, de comportarse como un ser humano. Esa confluencia del mal y el bien, que está presente en todos nosotros, es la que hace que el personaje de Zorrilla no nos resulte del todo repulsivo. O que incluso nos resulte entrañable.

El modo en que actualmente se concibe la figura de don Juan ha cambiado: hoy día, en una época en que la libertad sexual no tiene más límites que los que cada uno desee imponerse, carecen ya de sentido el celo del honor, la venganza del ultraje, la virginidad (conservada o perdida), la irreverencia religiosa… Y sin embargo don Juan no ha muerto: continúa siendo una de las figuras de referencia en el comportamiento humano. Y es que, a pesar del paso del tiempo, a pesar de la evolución ideológica, ese seductor-irreverente que es rebeldía frente a la norma, es ingenio frente a la rutina y es valor frente a la cobardía, todavía permanece con vida en el subconsciente colectivo.

El resumen definitivo de La barraca, de Blasco Ibáñez

La barraca, de Blasco Ibáñez, constituye un referente en la corriente naturalista de la literatura española.

Presenta con crudeza la realidad de la huerta valenciana, a finales del siglo XIX. Se trata, como veremos, del realismo social llevado al extremo.

En este mismo blog podéis encontrar las siguientes entradas con resúmenes de obras:

Proponemos aquí dos posibles lecturas, de dificultad creciente:

  • La primera consistiría en leer únicamente los subrayados. Según explicamos en nuestro post inicial, al tratarse de un resumen amplio, esta lectura sería suficiente para comprender la obra, y, lo que es más importante, darla por leída sin perder esos detalles tan valiosos sobre los que frecuentemente tratan las preguntas de examen, y que raramente aparecen en los resúmenes que circulan por la red.
  • La segunda, que es la que nosotros recomendamos, requeriría leer la obra completa, fijándose especialmente en los subrayados, que, en este caso, servirían de ayuda para una más fácil comprensión del argumento.

Al abordar su lectura, hay que considerar que La barraca se escribió hacia 1898, y los gustos de aquella época tenían muy poco que ver con los del siglo XXI. Pero hay que tener cierta amplitud de miras, y ser conscientes de que, desde entonces, los códigos estéticos han variado considerablemente.

Pero antes de entrar en materia…

Permíteme un consejo.

1.- Contexto histórico y social.

A finales del siglo XIX, la monarquía se sustenta sobre un sistema de turno de partidos en el gobierno: los liberales de Sagasta y los conservadores de Cánovas se van alternando, a través de un mecanismo electoral muy poco democrático (manipulado por burgueses y caciques rurales), con lo que la situación de las clases humildes no evoluciona.

En el campo, las tierras se concentran en manos de grandes propietarios, y son trabajadas por campesinos a cambio de una renta tiránica, lo que les condena a una vida en condiciones durísimas. Esta situación provoca revueltas, paralelas a las manifestaciones de protesta obrera en las ciudades, que generan, en conjunto, una importante crisis social.

A esta se suma la crisis política y económica a que da lugar la pérdida, en 1898, de las últimas colonias de ultramar: Puerto Rico, Cuba y Filipinas.

En este ambiente hallan un inmejorable caldo de cultivo las ideologías socialistas y anarquistas, que critican la incompetencia del gobierno y el atraso socioeconómico y cultural en que se halla sumida España, y que llevan asociadas actitudes revolucionarias, que propugnan un cambio de régimen hacia la República. Se trata de la corriente de pensamiento conocida como «regeneracionismo», que defiende, entre otras cosas, el cambio de la sociedad a través de la reforma del sistema educativo, inspirándose en un método pedagógico basado en la ciencia, la tecnología y la moral laica.

En el ámbito literario, el realismo y el costumbrismo evolucionan hacia el naturalismo, que presenta la realidad social en toda su crudeza, y desemboca en el pesimismo de la generación del 98.

2.- El naturalismo

Frente al idealismo de la literatura romántica, a finales del siglo XIX surge una corriente que trata de reflejar la sociedad con la objetividad propia del método científico: es el Realismo, que describe el modo de vida de las ciudades, fijándose especialmente en las clases acomodadas. La obra más representativa de este movimiento es La Regenta, de Clarín. Una evolución necesaria de este es el Naturalismo, que surge en Francia de la pluma de Émile Zola, y que se caracteriza por:

  • La acción se desarrolla entre personajes procedentes de las clases más bajas, desfavorecidas e incluso marginales de la sociedad: obreros, campesinos, delincuentes, prostitutas, etc.
  • Se sitúa en ambientes sórdidos, miserables… Las descripciones se fijan en los detalles más feos, sucios, rotos, etc.
  • Es una especie de literatura costumbrista de lo pobre.
  • El lenguaje empleado por los personajes trata de ser lo más natural posible, con léxico popular, dialectos, jergas, etc.
  • Los comportamientos son, con frecuencia, asociales, y se considera que están marcados por un determinismo biológico y social: la herencia genética, la clase social, la educación recibida… condicionan el modo de pensar y de actuar de los personajes, y estos no pueden evitarlos. Los hombres están amarrados a un destino, condicionado inexorablemente por la familia en que nacen, la clase social a la que pertenecen y el ambiente en que viven.
  • No hay una reflexión moral, sino una explicación científica a los comportamientos de los personajes.
  • Entorno miserable y personajes embrutecidos se ensamblan perfectamente en obras que tratan de poner de relieve el desequilibrio social, a través de la descripción objetiva de los aspectos más degradados de la sociedad.
  • La literatura se convierte, así, en un arma ideológica de denuncia política y social.

Los principales autores de la literatura naturalista española son:

  • Emilia Pardo Bazán. En su obra La cuestión palpitante plantea los principios sobre los que se fundamenta el naturalismo. Es autora también de Los pazos de Ulloa.
  • Jacinto Octavio Picón, con obras como La hijastra del amor o Juan Vulgar.
  • Vicente Blasco Ibáñez, cuya biografía se detalla a continuación.

3.- Vicente Blasco Ibáñez

Nace en Valencia, en 1867.

Desde muy joven, toma contacto con el entorno cultural de la Renaixença valenciana, movimiento cultural y político de carácter revolucionario.

Estudia Derecho en la Universidad de Valencia y se implica en la vida política, alineado con el Partido Republicano. Defiende la idea de que la educación del pueblo es la mejor herramienta para hacerle progresar y sacar al país de su pobreza y su anquilosamiento.

Su postura radical le ocasiona no pocos problemas y se ve obligado a exiliarse a París en 1890, de donde regresa un año después, gracias a una amnistía.

Es elegido diputado por Valencia, dedicándose plenamente a la política, siempre dentro de la línea republicana y anticlerical. Conjuga está actividad con la periodística y con la literaria.

En 1892 publica La araña negra, una novela contra los jesuitas.

Dentro de su faceta política, encontramos a un Blasco Ibáñez líder popular, agitador de clases trabajadoras y defensor de los derechos humanos. Esta postura le costará la prisión y, en 1896, nuevamente el exilio, esta vez a Italia. A raíz de esta estancia publicará En el país del arte.

Como periodista, funda en 1894 el diario El pueblo, destinado sobre todo a un lector de clase obrera. En él publica regularmente sus colaboraciones, crónicas y folletines por entregas, incluso desde el exilio.

A estos años de intensa actividad política corresponden sus mejores novelas, en las que vierte su visión de la realidad social del momento y proyecta su ideología reformista: Arroz y tartana (1894), La barraca (1898), Entre naranjos (1900), Cañas y barro (1902), La catedral (1903), etc.

En sus estancias en Madrid, desempeñando sus labores como diputado, tiene oportunidad de contactar con la élite cultural del momento: Mariano Benlliure, Santiago Rusiñol, Emilia Pardo Bazán… Y así, a partir de 1908, fecha en que abandona la política, comienza a frecuentar las tertulias, los salones galantes, el teatro… pasando a centrarse sólo en la literatura.

En 1908 publica Sangre y arena, una de sus novelas de mayor éxito internacional, que gira en torno al mundo de los toros.

En 1909 viaja a Argentina, para pronunciar una serie de conferencias sobre temas culturales diversos. Allí realiza una importante inversión en tierras de cultivo, que resulta un fracaso.

En 1914, arruinado, se traslada a París, desde donde escribe crónicas periodísticas sobre la Primera Guerra Mundial, que ha estallado ese año. Además pública Los cuatro jinetes del Apocalipsis (1916), que constituye un gran éxito y es llevada al cine.

Decide reorientar su actividad literaria y se instala en su finca de Menton, en la Costa Azul, a escribir por encargo novelas de gran éxito editorial. No obstante, su ideología revolucionaria no ha desaparecido, y continúa publicando artículos contra la dictadura de Primo de Rivera y contra Alfonso XIII.

Muere en 1928.

Su extensísima obra se puede clasificar, según su temática, en:

  • Novelas de ambiente valenciano: Arroz y tartana, La barraca, Entre naranjos, Cañas y barro
  • Obras político-sociales: La araña negra, La catedral, La bodega, Una nación secuestrada, Por España y contra el Rey
  • Novelas psicológicas: La maja desnuda, Sangre y arena..
  • Novelas sobre la guerra: Los cuatro jinetes del Apocalipsis, Mare nostrum
  • Crónicas de viajes: La vuelta al mundo de un novelista, En el país del arte, Argentina y sus grandezas

4.- La barraca

Publicada en 1898, narra el rechazo a la familia de Batiste, recién instalada en una barraca de la huerta de Alboraya, por parte de los hortelanos de la zona, instigados por el bravucón Pimentó. El conflicto irá creciendo en intensidad y desembocará en tragedia.

Estructura y argumento

La obra se divide en diez capítulos, que se organizan, según el esquema clásico, en:

  • Presentación: capítulos 1 y 2.
  • Nudo: capítulos 3 a 9.
  • Desenlace: capítulo 10.

En la mayoría de ellos, la trama gira en torno a un personaje, sin dejar de contribuir, no obstante, al argumento común.

Capítulo 1. Pepeta y Pimentó. La llegada de Batiste y su familia.

Como todas las mañanas, Pepeta, la abnegada esposa del holgazán Pimentó, va a Valencia a vender la leche de su vaca. Allí se encuentra a Rosario, la hija menor del difunto tío Barret, ejerciendo de prostituta.

A su regreso a la huerta, ve cómo llega una familia a instalarse en la barraca que fue del tío Barret, y corre a informar a su esposo.

Capítulo 2. El tío Barret. Antecedentes de la historia.

El tío Barret trabajaba las tierras del avaro don Salvador, las mismas que habían trabajado su padre y su abuelo. Pero no tenía hijos varones que le ayudaran y sí cinco hijas que iban consumiendo sus ahorros. Para colmo, su mujer enfermó y tuvo que pedir un préstamo a don Salvador. Llegó el momento en que no pudo pagarle la renta y este, alegando que también necesitaba dinero, le denunció y fue desahuciado. Desesperado, ebrio y ofuscado, Barret mató a don Salvador y fue condenado a muerte. Poco después, la mujer murió y la familia se disolvió.

La huerta estaba indignada y Pimentó juró que nadie habitaría aquella barraca y cultivaría aquellas tierras. Y así había sido, para orgullo de aquel grupo de huertanos, durante diez años.

Capítulo 3. Batiste y Pimentó, dos voluntades enfrentadas.

Batiste, acompañado de su mujer y sus cinco hijos, llegan huyendo de la miseria, y les parece un rayo de esperanza poder asentarse en aquellas fértiles tierras.

Entre todos se aprestan a reparar los desperfectos de la semi derruida barraca y a poner nuevamente en labor los abandonados campos.

Pero el viejo Tomba, el pastor ciego, les advierte que aquella tierra les traerá desgracia.

Los vecinos, indignados con tal ocupación, se quejan a Pimentó y este, un día, se encara con Batiste y le dice que debe marcharse, porque su presencia en aquella barraca es una ofensa para la memoria del tío Barret y un insulto para los demás habitantes de la huerta. Pero Batiste le responde que allí ha encontrado el sustento de su familia y que no piensa marcharse.

Capítulo 4. El Tribunal de Aguas despótico y el Tonet conciliador.

El Tribunal de Aguas se reúne en Valencia para resolver los conflictos entre los huertanos, y sus decisiones, sin ley escrita, son acatadas por la comunidad. Pimentó aprovecha sus buenas relaciones con los miembros de aquel y denuncia a Batiste por haber regado fuera de la hora que él mismo le había asignado, y aunque este se excusa diciendo que regó a la hora que se le había indicado (todo parece apuntar a una trampa de Pimentó), es condenado a pagar una multa. La huerta se regocija con el injusto castigo impuesto a Batiste. Tan solo Tonet, el nieto del tío Tomba, se muestra cordial con él.

Pero, al regresar a su barraca, ve el trigo que necesita agua y, sin pensarlo dos veces, abre la compuerta y comienza a regar. Y lo hace con tal resolución que, a pesar de que ahora sí que está contraviniendo la hora que le corresponde, nadie se atreve a protestar.

Capítulo 5. Roseta y Tonet.

La cordialidad que muestra el joven Tonet no es casual: se ha enamorado de Roseta, la hija de Batiste, y todos los días, cuando esta regresa de la fábrica de seda en la que trabaja, la acompaña por el camino hasta la barraca. A ella en un principio le da seguridad, porque la protege de las burlas de sus propias compañeras y de cualquier agresión por parte de algún borracho. Pero poco a poco le va cogiendo cariño a aquel joven que, aunque apenas la habla, le hacer sentir bien.

Así, con la esperanza de verle, va un domingo a coger agua a la fuente, donde se juntan todas las muchachas. Pero allí se produce un enfrentamiento con sus compañeras de la fábrica, cuando le dicen que ni siquiera ella merece al nieto de un pastor, por ser hija de un ladrón. Roseta se defiende como puede, pero son muchas a agredirla, y regresa a casa toda magullada.

Capítulo 6. Don Joaquín, el maestro.

La escuela de la huerta es una barraca, en la que don Joaquín se esfuerza por sacar a sus alumnos de la ignorancia. Su método consiste en hacerles cantar y repetir una y otra vez la lección. Sabe bien que, por naturaleza, los niños tienden a ser tan brutos como sus padres, y él pretende, mediante la instrucción, corregir esta inclinación genética.

Era frecuente que, a la salida de clase, los niños hostigaran a los hijos de Batiste. Pero una tarde la agresión es más encarnizada y, además de apedrearlos, tiran al pequeño Pascualet a una acequia de aguas estancadas.

Capítulo 7. La muerte del niño Pascualet.

El agua bebida le produce al pequeño Obispo (que así le llaman) una infección que le hace enfermar gravemente. Los hermanos dejan de ir a la escuela. A Tonet le despide el carnicero para el que trabajaba y busca otro empleo en Valencia, con lo que ya no puede seguir viendo a Roseta.

La vida en la barraca es un drama. Y, para colmo, se muere Morrut, el viejo caballo. Batiste va a Valencia, pide un préstamo a los dueños de la tierra, los hijos de don Salvador, y en la feria de ganado compra a un gitano un estupendo caballo de trabajo.

Cuando regresa, se pone a arar junto con su hijo mayor, Batistet. De repente, su mujer le llama a gritos: el pequeño ha muerto. Acuden rápido, dejando al caballo solo en el campo. Cuando regresan a por él, está malherido de un disparo. Coge la escopeta y corre a la barraca de Pimentó, pero este no sale a dar la cara.

Desesperado por tanta desgracia junta, se sienta a llorar. Pasa por allí el viejo pastor, el tío Tomba, que le recuerda que le advirtió que aquellas tierras le traerían desgracia.

Capítulo 8. Del odio al amor.

La muerte de Pascualet genera en los vecinos de la huerta un sentimiento mezcla de arrepentimiento y de solidaridad con la familia, y todos se vuelcan en acompañarles en el duelo y en el entierro. Y quien asume el papel organizador es Pepeta. Incluso Pimentó rebaja su presión hacia Batiste.

Capítulo 9. Del amor al odio.

Aunque haya sido a costa de pagar un precio elevadísimo, la tranquilidad llega a la barraca de Batiste. Aquella primavera se recoge una buena cosecha y parece que la familia va consiguiendo una situación de prosperidad económica y de estabilidad emocional.

Pero un día Batiste decide ir a la taberna de Copa, donde se juntan Pimentó y sus amigos. Hay organizada una competición consistente en enlazar una partida de truque tras otra, bebiendo aguardiente, hasta que solo quede uno en pie. Pimentó lleva ventaja en la competición.

En medio de tal ambiente de alcohol y bravuconería, alguien recuerda que, por culpa de Batiste, los huertanos han perdido su fuerza frente a los dueños de las tierras, atemorizados con la posibilidad de que les suceda como a don Salvador, que perdió la vida, y después sus tierras no encontraron arrendatarios para trabajarlas. Y Pimentó, ebrio y envalentonado, se encara con Batiste para exigirle nuevamente que se marche de la huerta. Este se enfrenta a él y de un banquetazo le abre la cabeza, huyendo a continuación.

Capítulo 10. Batiste. Ajuste de cuentas.

La huerta entera vuelve a mirar con hostilidad a la familia de Batiste, cuyos miembros ya prácticamente no pueden salir de la barraca. Él es el único que sale, y siempre con su escopeta, dispuesto a repeler cualquier agresión.

Una noche, al regresar a casa, recibe un disparo en el hombro. Persigue a su agresor y también le hiere. Y, aunque no llega a ver quién es, supone que se trata de Pimentó.

A la mañana siguiente, el ir y venir de vecinos a la barraca de este se lo confirma, y la muerte del bravucón despierta aún más odio hacia la familia.

Esa noche, Batiste sueña que Pimentó va a visitarle y le arrastra hacia las puertas del infierno. El calor le despierta, y es que la barraca está ardiendo. Milagrosamente, consiguen salir los seis con vida. Pero lo han perdido todo y no les queda más remedio que empezar de nuevo, en otra parte.

Venganza morisca, una tragedia levantina

Según nos explica el propio Blasco Ibáñez en la introducción, La barraca tiene su origen en un cuento breve  escrito tres años antes y titulado Venganza morisca. En efecto, a lo largo de la obra encontramos no pocas referencias a ciertos rasgos del carácter moro, heredero de los siglos de ocupación musulmana del Levante peninsular, durante los cuales, el cultivo de la huerta experimentó un gran desarrollo.

Todo rezuma morería: el paisaje («El paisaje respiraba paz y honrada bestialidad; era una Arcadia moruna», «¡Qué tierras las de la vega!… Por algo, según las historias, lloraban los moros al ser arrojados de allí»), las construcciones («La Fuente de la Reina -…- era cosa  antigua y de mucho mérito, al decir de los más sabios de la huerta: obra de los moros, según Pimentó») y hasta la música («los morunos sones de la jota valenciana»).

Pero sobre todo la morería se encuentra en el carácter de los habitantes de la huerta.

Ya desde el primer capítulo se nos habla de este carácter aludiendo a «toda la gravedad propia de una gente que lleva en sus venas sangre moruna». A lo largo de la obra, los rasgos se van matizando con la soberbia («toda su altivez, su gravedad moruna»), la desconfianza («instintivamente, con esa previsión moruna, atenta a suponer en el enemigo toda clase de malas artes, resguardó su cuerpo con el tronco de una higuera gigantesca»), el sentido de la propiedad («la ciega bravura del mercader moro que sufre toda clase de ofensas, pero enloquece de furor cuando le tocan su propiedad»), la violencia («con ese cariño de moro que el labrador valenciano siente por su escopeta»), etc.

Hay morería incluso en ademanes y posturas: cuando Batiste compra un nuevo caballo, Batistet «puso un pie sobre el corvejón, se agarró a la cola y montó por la grupa, como un moro», y después, en el velatorio del pequeño Pascualet, «algunos hombres de los más cachazudos hombres de su casa (…) formaban corro con Batiste en la puerta de la barraca: unos, en cuclillas, a lo moro; otros…»

Es este un carácter heredado y aprendido, pues, al hablar de la escuela, el narrador dice: «Allí imperaba el método moruno: canto y repetición, hasta meter las cosas con un continuo martilleo en las duras cabezas.»

Los personajes

  • Batiste: trabajador incansable,con gran capacidad de sacrificio; tenaz, empeñado en labrar aquellas tierras, a pesar de todas las adversidades, para mantener a su familia; honesto, con un adecuado concepto de la justicia; no es pendenciero, y, en un principio, soporta con humildad los desplantes y los desafíos, pero cuando se le acaba la paciencia, es tan bravo como el que más. Batiste no es, pues, un personaje lineal, sino que va creciendo a lo largo de la obra, ganando en seguridad y haciéndose cada vez más agresivo (si bien se trata de una reacción defensiva).
  • Pimentó: bravucón, holgazán, desafiante, borracho… vive a expensas de su mujer, la sufrida Pepeta, y es que, según sus propias palabras, «él no trabajaba mucho, porque era listo y había conocido la farsa de la  vida». Sus «cualidades» hacen de él un líder: a él acude la huerta para que resuelva el problema, y él lo asume como una cuestión personal. Pero a la vez es cobarde: cuando Batiste acude amenazante a su puerta, no le abre, y únicamente se atreve a enfrentarse a él disparándole por la espalda. Es el personaje más rico desde el punto de vista psicológico: cuando comprende que la tensión se ha descontrolado hasta el punto de provocar la muerte de un niño, es capaz de cesar en su actitud hostil, como toda la huerta («Hasta llegó a sospechar si todo lo que llevaba contra Batiste y su familia era un crimen»); pero en seguida la sangre le tira, la inclinación natural le lleva de vuelta al orgullo, a la bravuconería, a la agresividad. Tampoco es un personaje lineal, pero su trayectoria no es ascendente, como la de Batiste, sino oscilante.
  • Don Salvador: estereotipo del propietario explotador, avaro, sin compasión…
  • El tío Barret: estereotipo del campesino sometido, obediente… a quien el alcohol, más que la desesperación, lleva a rebelarse de un modo extremo, sin sopesar las consecuencias.
  • La huerta: se trata de un personaje colectivo, al estilo del coro en la tragedia griega, integrado por las gentes que habitan la comarca; en conjunto, es un personaje con un carácter cobarde, vengativo, insolidario… que desde el principio manifiesta su envidia hacia la laboriosidad de la familia que ha hecho de la barraca abandonada una de las más primorosas de la huerta. Y aunque la tragedia provocada por ellos mismos hace que sus sentimientos giren bruscamente hacia el arrepentimiento por el crimen cometido y la compasión por el dolor de sus nuevos vecinos, esta sensibilidad se revelará finalmente efímera, y así comprobamos cómo la huerta pasa con la misma facilidad del odio al amor que del amor al odio. Pimentó ejerce como corifeo de este grupo humano, dirigiendo sus emociones más negativas; pero en la fase de compasión es Pepeta quien asume este papel rector.
  • Pepeta: esposa de Pimentó. Su constitución física débil y enfermiza contrasta con su energía interior. Ella es quien mantiene la casa, con su holgazán marido incluido. También es quien se pone al frente de ese movimiento colectivo de arrepentimiento, encargándose de dirigir el velatorio y el entierro, a pesar de que (o precisamente porque) su marido es quien ha instigado el odio que ha concluido en tragedia.
  • Teresa: mujer de Batiste. Representa la abnegación, el sufrimiento, el dolor materno… pero también constituye un firme apoyo para su marido en el trabajo y ante las dificultades.
  • Tío Tomba: viejo pastor ciego, que vaticina a Batiste que trabajar aquellas tierras le traerán desgracia. Representa la sensatez que dan los años: aunque no participa del odio que la huerta muestra hacia los intrusos, sabe que lo prudente para estos sería marcharse, pese a lo injusto de esta determinación.
  • Don Joaquín: el maestro se considera un individuo culturalmente superior en aquel entorno y se muestra empeñado en corregir, a base de educación, la tendencia natural a la brutalidad de las gentes de la huerta: «En el fondo son buena gente. (…) ¡Pobre gente! ¿Qué culpa tienen si nacieron para vivir como bestias y nadie los saca de su condición? (…) Aquí lo que se necesita es instrucción».
  • Tonet: joven enamorado de Roseta y, por este motivo, el único que muestra respeto hacia la familia de Batiste. Pero su excesiva timidez le impide abordar con determinación esa relación.
  • Roseta: hija de Batiste; muchacha resuelta, que, aunque no busca el enfrentamiento con sus compañeras de la fábrica, tampoco está dispuesta a permitir que la avasallen. Con la misma firmeza, decide corresponder al amor de Tonet, asumiendo la posibilidad de una reacción violenta por parte de su padre.

El narrador

El narrador de La barraca cuenta la historia desde una posición omnisciente y externa a la acción. Como tal, se ocupa de describir personajes, ambientes y situaciones, y de narrar los hechos desde la perspectiva de quien conoce tanto los antecedentes como el desenlace.

Pero en el caso de este narrador, también corre a su cargo la voz de los personajes. En efecto, la mayoría de las intervenciones dialogadas de estos se reproducen en estilo indirecto, es decir, no literalmente. El motivo fundamental reside en que la lengua propia de estos huertanos sería el valenciano, y por tanto lo verosímil, lo realista, sería que hablaran en dicha lengua. Sin embargo, Blasco Ibáñez opta por no citar textualmente sus palabras y hacerlo en castellano, dejando reducidas al mínimo las intervenciones de los personajes en valenciano, siempre con expresiones comprensibles para el público en general: «Tórnam la escopeta», «Dos rahonetes no més», «S’obri el tribunal», «Parle vosté»…

Esto contribuye, como veremos después, a conferir universalidad a una historia, cuya acción se sitúa en un entorno muy localizado.

Análisis científico de la realidad

La barraca parte del principio determinista de que el comportamiento del hombre es un resultado del entorno familiar y social en que ha nacido y vive, así como de la educación que recibe.

En la obra, Blasco Ibáñez nos plantea un doble patrón de comportamiento humano:

  • Por un lado, el sentimiento de rechazo que el hombre manifiesta ante cualquier elemento que considera ajeno a su entorno y que percibe por tanto como una distorsión de su equilibrio vital, y la reacción agresiva-defensiva que muestra frente a él.
  • Y por otro lado, y al mismo tiempo, la lucha del hombre para integrarse en un medio que le es hostil, y la correspondiente posición agresiva-defensiva que adopta para hacer frente a ese rechazo.

Una historia universal y atemporal sobre la envidia

La barraca constituye una narración sobre esa envidia irracional que se profesan los que no tienen nada, una envidia que se traduce en odio contra aquel que no pertenece a la huerta, sea el terrateniente, sea el campesino venido de otro lugar. Y aunque la acción se produce en la huerta valenciana, a finales del siglo XIX, bien podría suceder, si no reparamos en los detalles, en casi cualquier lugar y en casi cualquier época.

En efecto, la acción de sitúa en un ámbito local, una pequeña comarca de la huerta valenciana, pero el conflicto entre dos fuerzas antagónicas, el rechazo irracional al extranjero y la tenaz voluntad de integración, tiene un carácter universal e intemporal. Se trata de un conflicto en el que se enfrentan la arrogancia y la humildad, la pobreza y la miseria, la xenofobia y la adaptabilidad, el odio y la capacidad de perdonar, la agresividad y la resistencia… interviniendo grandes dosis de miedo por ambas partes.

Y así, el lector no tarda en intuir que aquella es una lucha que no va a tener vencedores y vencidos, sino solo derrotados.

La educación

En el origen del conflicto está la educación, o mejor dicho, la falta de educación, la incultura, la estrechez de miras… debida al hecho de pertenecer a una clase, más que baja, miserable. Los hombres estarían predestinados a llevar un modo de vida y a comportarse de una determinada forma, en función de su herencia biológica, de la educación recibida, del entorno en que viven…

A lo largo de la obra encontramos, por un lado, no pocas referencias a la educación autoritaria en el ámbito doméstico, que el narrador describe como “la terrible majestad del padre latino, señor absoluto de sus hijos, más propenso a infundir miedo que a inspirar afecto…” Así, por ejemplo, vemos ese temor de Roseta a la paliza que le dará su padre si descubre que Tonet la pretende: «Lo del casamiento hacía volver a Roseta a la realidad. El día que su padre supiera todo aquello… ¡Virgen santísima!, iba a deslomarla a garrotazos. Y hablaba de la futura paliza serenamente, sonriendo como  una muchacha fuerte acostumbrada  a esa autoridad paternal, rígida, imponente y honradota, que se manifiesta a bofetadas y palos».

Y por otro lado, también encontramos, especialmente en el capítulo 6, referencias a la educación recibida en la escuela, donde la lección diaria se aprende a base de repetición y de golpe de caña.

Don Joaquín, el maestro, defiende la necesidad de una regeneración del hombre a través de la educación, cuando afirma: «En el fondo son buena gente. Muy brutos, eso sí, capaces de las mayores barbaridades, pero con un corazón que se conmueve ante el infortunio y les hace ocultar las garras… ¡Pobre gente! ¿Qué culpa tienen si nacieron para vivir como bestias y nadie los saca de su condición?» Y añade: «Aquí lo que se necesita es instrucción, mucha instrucción. Templos de saber que difundan la luz de la ciencia por esta vega…”

Pero parece que en la huerta, el único que tiene esa elevada consideración de la educación es el propio maestro: “Sin mí ¿qué serían ustedes? Unas bestias, y perdonen la palabra: lo mismo que sus señores padres…” En efecto, el autor establece cierto paralelismo entre lo que la escuela representa para los niños y lo que supone la taberna para sus padres. Así, en la novela hay una imagen que vincula a ambas: el rumor de avispero que surge de la primera cuando los niños repiten monótonamente la lección, y de la segunda cuando los hombres asisten a la competición de truque y aguardiente entre Pimentó y los Terrerola.

Ese comportamiento aprendido como hijos en casa y como alumnos en la escuela, esa brutalidad interiorizada como natural, es la reproducida por las compañeras de fábrica contra Roseta y por los niños contra los hijos de Batiste, y la misma que terminará provocando la muerte del pequeño Pascualet.

Y es que Blasco Ibáñez sabe bien que el método empleado no es el más adecuado, o que la inclinación natural tiene demasiada fuerza, pues los hijos siguen fielmente los pasos de sus progenitores. Para él, la violencia, el «método moruno» de educación, tanto doméstica como escolar, hacen muy difícil la regeneración del pensamiento en los jóvenes y por tanto el progreso de la nación.

La cuestión social

La obra también trata de poner de relieve la diferencia social, y sobre todo económica, existente entre los propietarios de las tierras y los campesinos. El autor sugiere que si una tierra vale algo es gracias a que está cultivada por los arrendatarios, y por tanto hay que considerar el derecho que adquiere sobre la tierra aquel que la trabaja.

Sin embargo, en el reverso de la moneda, la trama encierra una doble injusticia, cometida por los huertanos: por un lado, su manifiesta falta de solidaridad con Batiste, un igual que no pretende sino trabajar para sacar adelante a su familia; y por otro, su negativa a pagar la renta a los propietarios, atemorizándolos con la posibilidad de que les ocurra como a don Salvador, lo cual no deja de ser una arbitrariedad, por ambiciosos que estos sean.

Descripción naturalista y lirismo

En general, en La barraca predomina la descripción naturalista, cargada de detalles que remiten al ámbito de la miseria. Veamos, a modo de ejemplo, la llegada de Batiste y su familia a la huerta: «Sobre el carro amontonábase, formando pirámide hasta más arriba de los varales, toda clase de objetos domésticos. Era la emigración de una familia entera. Tísicos colchones, jergones rellenos de escandalosa hoja de maíz, sillas de esparto, sartenes, calderas, platos, cestas, verdes banquillos de cama, todo se amontonaba sobre el carro, sucio, gastado, miserable, oliendo a hambre, a fuga desesperada, como  si la desgracia marchase tras de la familia pisándole los talones. En la cumbre de este revoltijo veíanse tres niños abrazados, que contemplaban los campos con ojos muy abiertos…»

Pero el estilo de Blasco Ibáñez combina de forma equilibrada la crudeza de esas descripciones objetivas, al natural, con el lirismo de ciertas imágenes. Así, por ejemplo, podemos destacar las que emplea para describir un amanecer: «Los últimos ruiseñores, cansados de animar con sus tiernos trinos aquella noche de otoño, que por lo tibio de su ambiente parecía de primavera, lanzaban el gorjeo final, como si les hiriera la luz del alba con sus reflejos de acero. Rodaba el canto del gallo de barraca en barraca; los campanarios de los pueblecitos devolvían con ruidosas badajadas el toque de misa primera, que sonaba a lo lejos en las torres de Valencia, azules, esfumadas por la distancia…»

Conmoción sin patetismo

Al margen de ese reflejo objetivo, casi científico, de la realidad, Blasco Ibáñez parece intentar, presentando los aspectos más sórdidos de la realidad, conmover al lector (no en el sentido lacrimógeno de enternecer, sino en el de provocar emociones que inquieten o alteren su espíritu).

En efecto, al mostrar las miserias de la sociedad, el autor no recurre al patetismo, sino que se limita a presentarlas de forma objetiva, sin reflexiones añadidas. Así, el lector se siente conmovido, más que por el tono utilizado, por la situación planteada: el avaro don Salvador llevando al extremo a un honrado Barret; Rosario, la hija de este, obligada a prostituirse para poder sobrevivir; la familia de Batiste huyendo de la pobreza; el injusto rechazo de la huerta; la efímera reacción de compasión que produce en la huerta la muerte del pequeño…

En el fondo, subyace esa vena revolucionaria de Blasco Ibáñez, que busca la indignación del lector contra el egoísmo del propietario, contra la insolidaridad de los huertanos…

Visión pesimista de la realidad.

La barraca refleja una visión pesimista de la realidad:

  • Por un lado, pone de relieve la injusticia social existente entre los propietarios de la tierra y sus arrendatarios, pero también esa absurda falta de solidaridad que los menesterosos muestran entre sí.
  • Por otro lado, toma como fundamento el determinismo biológico, que condiciona el comportamiento de los hombres y hace que aquellos que nacen y viven en un entorno social desfavorecido se muevan por el instinto de supervivencia y tiendan a comportarse de forma violenta, irracional, injusta… Así se expresa al final de la novela: «¡El pan!… ¡Cuánto cuesta ganarlo! ¡Y cuán malos hace a los hombres!»

Con este lastre natural e ideológico, es imposible que la sociedad evolucione. Tan solo la educación podría corregir esa tendencia natural a la brutalidad.

El final de la obra arroja una tímida luz sobre tan derrotista reflejo de la realidad: el hombre rechazado, avasallado, machacado… siempre puede albergar resignadamente la esperanza de hallar, en otro lugar, una vida mejor. O al menos no tan mala.