El resumen definitivo de La casa de Bernarda Alba, de García Lorca

Sin duda La casa de Bernarda Alba es la obra teatral que mejor nos muestra al auténtico García Lorca, femenino, trágico, de sentimientos escondidos, frustrado por el conflicto entre el deseo y la realidad, y, sobre todo, permanentemente preocupado por el qué dirán.

En este mismo blog podéis encontrar las siguientes entradas con resúmenes de obras:

Proponemos aquí dos posibles lecturas, de dificultad creciente:

  • La primera consistiría en leer únicamente los subrayados. Según explicamos en nuestro post inicial, al tratarse de un resumen amplio, esta lectura sería suficiente para comprender la obra, y, lo que es más importante, darla por leída sin perder esos detalles tan valiosos sobre los que frecuentemente tratan las preguntas de examen, y que raramente aparecen en los resúmenes que circulan por la red.
  • La segunda, que es la que nosotros recomendamos, requeriría leer la obra completa, fijándose especialmente en los subrayados, que, en este caso, servirían de ayuda para una más fácil comprensión del argumento.

Para hacerte una primera idea de lo que trata la obra, te aconsejo que no te pierdas este resumen gráfico:

Pero, antes de entrar en materia,

Permíteme un consejo.

1.- Marco histórico-social

El primer tercio de siglo XX en España está marcado por la crisis política, social y económica que proviene de las postrimerías del siglo anterior y que había desembocado en la pérdida de las últimas colonias americanas.

Entre 1923 y 1930, el país está gobernado por el general Primo de Rivera. A esta dictadura le seguirá la proclamación de la Segunda República, en 1931, a la que puso fin el alzamiento militar de 1936, que dio lugar a la Guerra Civil.

En el ámbito internacional, pero con importantes repercusiones en España, se produce la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y, pocos años después, la gran depresión económica de 1929.

La Generación del 27

Bajo este nombre integramos a un grupo de escritores, fundamentalmente poetas, que componen su obra desde una perspectiva de vía de escape a la situación de crisis que atraviesa el mundo occidental.

Se les considera en cierto modo herederos del Novecentismo y de los movimientos vanguardistas, que habían roto con la temática y la estética del Realismo y el Naturalismo, fríamente apegados a la realidad cotidiana. Reciben una gran influencia de la denominada «poesía pura» de Juan Ramón Jiménez, una poesía introspectiva, desnuda, cargada de simbolismo. Las vanguardias se fijan sobre todo en el ámbito de los sueños (surrealismo), en la descomposición de la realidad (cubismo), en los avances tecnológicos (futurismo)… y consideran la creación artística como una actividad intelectual lúdica, de evasión.

En medio de este ambiente cultural, en 1927, varios poetas se reúnen para rendir un homenaje a Luis de Góngora, con ocasión del tercer centenario de la fecha de su muerte. Se trata de Pedro Salinas, Rafael Alberti, Gerardo Diego, Federico García Lorca, Jorge Guillén, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Emilio Prados, Manuel Altolaguirre…

Dicho homenaje nos da idea del planteamiento artístico que impulsa la fundación del grupo:

  • Fusión de las formas y los temas de la poesía tradicional con un deseo vanguardista de renovación temática y estética.
  • Atracción también por los clásicos, y en especial por Góngora, en quien confluyen poesía culta y poesía de tipo tradicional.
  • Como alternativa a la crisis que los rodea, optan por la exploración del mundo de lo inconsciente, los sueños…
  • Interés por temas profundos, de carácter subjetivo: el ser humano, el amor (en algunos casos prohibido), la vida, la muerte, el sentimiento de justicia…
  • Reflejo de la realidad, y en especial de ese ámbito inconsciente, por medio de metáforas, imágenes y símbolos. Su intención no es describirla, sino representarla.
  • Búsqueda de la belleza, como forma de distanciamiento de lo real.
  • Los poemas son composiciones muy cuidadas desde el punto de vista estético: lirismo, armonía formal, belleza de imágenes, precisión léxica, etc.
  • Las estrofas más utilizadas provienen de la poesía tradicional (romances, coplas…) y de la poesía clásica (sonetos, tercetos…). Pero también es muy frecuente el uso del verso libre, sin sujeción a metro ni a rima, en el que el esquema rítmico viene dado por las repeticiones, las estructuras paralelas…
  • En teatro, cuatro son las facetas que cabe destacar en su creación: la depuración del teatro poético, la incorporación de las formas de vanguardia, la revitalización de lo cómico y el propósito de acercar el teatro al pueblo.

Algunos de los principales autores de la Generación del 27, son:

  • Gerardo Diego. Su producción poética gira en torno a temas de contenido sentimental, religioso, etc. El romancero de la novia, Versos humanos, Versos divinos, Paisaje con figuras
  • Pedro Salinas. El tema central de su obra es el amor: La voz a ti debida, Razón de amor… En teatro, destacan Judith y el tirano y El dictador.
  • Rafael Alberti. Su obra refleja la nostalgia de su tierra y también cierta idealización de la realidad: Marinero en tierra, Sobre los ángeles… De su producción teatral cabe destacar El hombre deshabitado y Noche de guerra en el Museo del Prado.
  • Vicente Aleixandre. Es el autor más laureado de su generación: fue miembro de la Real Academia y obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1977. Su obra gira en torno a temas humanos, tales como los sentimientos, la vida o la muerte: La destrucción o el amor, Sombra del Paraíso, Historia del corazón
  • Jorge Guillén. Su obra se inscribe inicialmente dentro de la llamada «poesía pura». En Cántico expresa su entusiasmo por el maravilloso don de la vida. Sin embargo, posteriormente, la conciencia de la realidad dolorosa le llevará a componer una obra de sentido contrario: Clamor.
  • Luis Cernuda. Compone una poesía sensible, melancólica y dolorosa, pero a la vez sumamente intelectual: Égloga, elegía, oda, Los placeres prohibidos, Donde habite el olvido
  • Federico García Lorca. En el siguiente apartado analizaremos en profundidad su vida y su obra.
  • Miguel Hernández. Es el más joven del grupo. Prácticamente no convive con el resto de sus integrantes, y eso hace que se cuestione su pertenencia a él. Su poesía es apasionada, tanto cuando habla de sentimientos (El rayo que no cesa, Cancionero y romancero de ausencias), como cuando expresa su pensamiento político (Viento del pueblo). En teatro, pueden citarse obras como Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras, El labrador de más aire
  • Alejandro Casona. Combina magistralmente la realidad y la fantasía. Destacan obras como La sirena varada, Nuestra Natacha, Prohibido suicidarse en primavera o La dama del alba.
  • Max Aub. Escribe comedias de vanguardia en torno a la incapacidad del hombre para comprenderse a sí mismo y para comunicarse con los demás. Cabe citar obras como Crimen o Espejo de la avaricia. En el exilio escribe un teatro de temática comprometida y antibelicista: Morir por cerrar los ojos, El rapto de Europa, No, etc.
  • Enrique Jardiel Poncela. Partiendo de los esquemas vanguardistas, llevó a cabo una renovación de la comedia, buscando el humor a través del elemento sorpresa. Destacan obras como Usted tiene ojos de mujer fatal, Eloísa está debajo de un almendro, Los ladrones somos gente honrada, etc.
  • Miguel Mihura. Su obra se enmarca más dentro del teatro del absurdo. Constituye una reivindicación de la libertad frente a los convencionalismos sociales. Entre sus principales obras están Tres sombreros de copa, Maribel y la extraña familia y Ninette y un señor de Murcia.

Después de la Guerra Civil, en 1939, aunque los autores que sobreviven continúan con su actividad literaria, el grupo desaparece como tal: García Lorca es asesinado; Miguel Hernández muere en prisión; Pedro Salinas, Jorge Guillén, Luis Cernuda, Rafael Alberti, Alejandro Casona y Max Aub se exilian, y Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre, Gerardo Diego, Miguel Mihura y Jardiel Poncela permanecen en España.

Federico García Lorca

Nace en Fuente Vaqueros (Granada), en 1898, en el seno de una familia acomodada.

Estudia Filosofía y Letras y Derecho en la Universidad de Granada, y participa en tertulias literarias.

En 1919 se traslada a Madrid, a estudiar en la Institución Libre de Enseñanza, donde conoce a grandes intelectuales del momento, como Juan Ramón Jiménez, y además traba una estrecha amistad con compañeros como Luis Buñuel, Rafael Alberti o Salvador Dalí. También comienza su actividad literaria, con la publicación de Libro de poemas.

En 1921, conoce en Granada a Manuel de Falla, con quien colabora en varios proyectos en torno al folclore andaluz. Fruto de esa relación será su Poema del cante jondo.

Mantiene una intensa amistad con Salvador Dalí y, entre 1925 y 1927, una relación sentimental con el escultor Emilio Aladrén.

En 1927 participa en el acto que algunos poetas celebran en Sevilla para conmemorar los trescientos años de la muerte de Luis de Góngora, y que constituirá el punto de arranque común del grupo denominado Generación del 27.

Ese año publica Canciones y al siguiente el Romancero gitano, dos obras que le proporcionan gran éxito literario, pero que a la vez le encasillan en un registro folclórico que él pretende superar.

En 1929 viaja a Nueva York y el contacto con aquel mundo capitalista, tecnificado y deshumanizado le impacta negativamente, impresiones que plasmará en su obra Poeta en Nueva York.

A su regreso a España, en 1931, funda la compañía teatral itinerante La Barraca, integrada por estudiantes universitarios, con la que va representando por la geografía española obras de teatro clásico.

En 1933 viaja a Buenos Aires, donde dirige la representación de Bodas de sangre, Mariana Pineda, La zapatera prodigiosa y El retablillo de don Cristóbal.

A su vuelta a España, en 1934, escribe y representa algunas de sus obras más famosas: Yerma, Doña Rosita la soltera, La casa de Bernarda Alba

Pero en aquellos momentos el país atraviesa una situación de inestabilidad política: los sectores de la derecha adoptan una actitud agresiva, e incluso violenta, hacia el gobierno republicano y sus partidarios. Así, Lorca se convierte en objeto de ataques por parte de la prensa reaccionaria, no solo por sus amistades con personajes de ideología progresista, sino también por su homosexualidad.

Y en agosto de 1936, un mes después de la sublevación militar que había dado lugar a la Guerra Civil, García Lorca es apresado y fusilado.

Obra poética

La poesía de Lorca constituye una expresión del sentimiento trágico de la vida, con una constante presencia del amor y de la muerte, estrechamente vinculados entre sí.

Aunque, en general, en toda ella predomina un tratamiento próximo a lo tradicional y en conjunto tiene una serie de elementos temáticos y estilísticos que le dan unidad, podemos distinguir en su producción poética tres etapas:

  • La primera estaría más influenciada por la estética del Novecentismo y la «poesía pura». Comprendería obras como Impresiones y paisajes y Libro de poemas.
  • La segunda estaría inspirada en el folclore andaluz (incluyendo el tópico que asocia a este el mundo gitano), siempre contemplado desde una perspectiva trágica. A ella pertenecerían Canciones, Poema del cante jondo y Romancero gitano.
  • En la tercera, más madura, el poeta proyectaría sobre su obra sentimientos profundos de soledad, frustración, amargura… Incluiría Poeta en Nueva York, Diván del Tamarit, Sonetos del amor oscuro

El estilo característico de la poesía de Lorca resulta, pues, de la combinación de elementos populares, cultos y vanguardistas, unificados todos ellos por el uso recurrente de determinadas metáforas. Se trata de imágenes sumamente expresivas, cargadas de significado, con frecuencia difíciles de comprender, que suelen relacionar realidades muchas veces contradictorias: así, por ejemplo, la luna suele vincularse con la fecundidad, pero también con su contrario, la muerte; lo mismo sucede con el agua, que puede sugerir tanto vida como muerte; o la sangre, que asimismo remite a la sexualidad o a la muerte; el caballo suele hacer referencia a la masculinidad; el toro y las navajas a la muerte…

Obra teatral

Por lo que respecta a su producción teatral, que bebe de las fuentes de teatros tan diversos como el modernista, el barroco y el de títeres, está también cargada de poesía y de simbolismo. Puede agruparse en cuatro bloques:

  • Farsas: La zapatera prodigiosa, Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín, El retablillo de don Cristóbal
  • Dramas: Doña Rosita la soltera, Mariana Pineda y La casa de Bernarda Alba.
  • Tragedias: Bodas de sangre y Yerma.
  • Obras «irrepresentables»: El público, Así que pasen cinco años

 La casa de Bernarda Alba

Escrita en 1936, no pudo ser estrenada hasta 1945, hecho que tuvo lugar en Buenos Aires. En España no se representa hasta 1964.

Su subtítulo es «Drama de mujeres en los pueblos de España», lo que pone de relieve el carácter femenino de las protagonistas, sin circunscribir los hechos a ninguna región concreta. Su categorización como drama nos habla de una historia humana, cotidiana, carente de esa dimensión simbólica y universalizadora que caracteriza a las tragedias.

Tema

La obra narra el conflicto entre el autoritarismo de Bernarda, que, a la muerte de su marido, se empeña en ejercer un control férreo sobre sus hijas, y el ansia de libertad de estas, que buscan desesperadamente el modo de eludir tal control.

La casa de Bernarda Alba constituye una denuncia contra la situación de la mujer en el ámbito rural de principios del siglo XX, permanentemente sometida al hombre y, en ausencia de este, a la opinión de los demás.

Con este tema se van entrelazando otros, como el ansia de libertad, el amor carnal, las envidias familiares, el respeto a las tradiciones, los matrimonios de conveniencia…

Estructura y argumento

La obra se divide en tres actos, que coinciden con la estructuración clásica: presentación, nudo y desenlace. Pero internamente, presenta una estructura circular, ya que termina como empieza: con una muerte y el anuncio del comienzo del luto en la casa. En este mismo sentido, hay que señalar que, de forma significativa, la primera palabra que pronuncia Bernarda es «¡Silencio!», y con esta misma imposición cierra la obra.

La acción se desarrolla en el interior de la casa de Bernarda Alba, inmediatamente después de morir el marido de esta, Antonio María Benavides. Con ella viven sus cinco hijas: Angustias, Magdalena, Amelia, Martirio y Adela. La primera es fruto de un matrimonio anterior, lo que establecerá ciertas diferencias con las demás. También están en la casa la Poncia, criada de confianza, y otra criada, y María Josefa, la madre de Bernarda, encerrada porque padece demencia senil.

Acto primero

Suenan las campanas, que doblan por el difunto. En escena, la Poncia y la criada limpian la casa, preparándola para las mujeres del duelo. Hablan de Bernarda y la describen como una mujer despótica. Pero no le envidian la situación: acaba de quedarse viuda y tiene cinco hijas a las que mantener. De ellas, solo Angustias, la mayor, que es hija de un matrimonio anterior, cuenta con algo de patrimonio, heredado de su padre.

Entran Bernarda y sus hijas, acompañadas de las mujeres del duelo; los hombres, por respeto, permanecen en la calle.

Rezan un responso por el alma de Antonio María Benavides y las mujeres se marchan. También se va Angustias.

Se queda a solas Bernarda con las demás y, con actitud dura, ordenándoles que contengan las lágrimas, les advierte que, a partir de ese momento, comienzan ocho años de luto, durante los que no se admitirán visitas en la casa y ellas se dedicarán a bordarse el ajuar.

Magdalena protesta porque con ese encierro será difícil que se casen, pero Bernarda le dice que se hará como ella mande. Vuelve entonces Angustias, y Adela descubre a todas que la ha visto asomada a la ventana, mirando a los hombres que venían acompañando al duelo. Bernarda se enfada y la pega con el bastón. Las echa a todas y se queda a solas con la Poncia. Esta le reprocha que no haya permitido a sus hijas tener novio, y ella replica que los del pueblo no tienen categoría suficiente. Salen.

Entran Amelia y Martirio, que se lamentan de que, para casarse, los hombres actúan por propio interés, y después imponen su voluntad a las mujeres y las sujetan para que nadie tenga motivos para murmurar. Se suma Magdalena a la conversación y, tras poner de manifiesto lo desesperadas que están todas con la sujeción a que las somete la madre, especialmente la pequeña Adela, cuenta a sus hermanas cómo Pepe el Romano va a pedir la mano de Angustias. Crece entre ellas la envidia, sobre todo porque no es el amor lo que le mueve, sino la dote económica que ella aportaría al matrimonio. Adela se muestra muy sorprendida de este compromiso, casi sin darle crédito.

Entra la criada diciendo que Pepe el Romano viene por la calle y las cuatro se marchan a sus habitaciones, a asomarse a la ventana.

Aparece Bernarda e inmediatamente entra Angustias, con la cara pintada. Aquella la reprende por no guardar el luto, pero esta le replica que el muerto no era su padre. Discuten y, a las voces, entran las hermanas. Bernarda les recuerda que en esa casa siempre se hará lo que ella mande.

Entra María Josefa, que se ha escapado de su encierro. Entre la lucidez y el delirio, dice a sus nietas que ninguna se va a casar, y expresa el deseo de casarse ella.

Acto segundo

Angustias, Martirio, Magdalena y Amelia están cosiendo su ajuar, bajo la supervisión de la Poncia. Se lamentan de su suerte, salvo Angustias, que ve cerca el final de su encierro, gracias al compromiso con Pepe el Romano.

Las demás, movidas por la envidia, consideran extraño este compromiso. Y sugieren que algo raro sucede, cuando Angustias dice que Pepe se marchó a la una de su encuentro con ella en la reja de la ventana y, sin embargo, la Poncia asegura que le vio marcharse a las cuatro.

Aparece en escena Adela, que estaba durmiendo. A las preguntas (con algo de mala intención) de si está enferma o ha pasado mala noche, responde con un desaire. Bernarda llama a sus hijas y salen todas, menos Adela, que se queda a solas con la Poncia. Esta aprovecha para increparla, porque se ha dado cuenta de que ha puesto los ojos en Pepe el Romano, sin considerar que está comprometido con su hermana Angustias. La joven responde desafiante, asegurando que pasará lo que tenga que pasar.

Regresan las hermanas y hablan sobre la reciente llegada de los jóvenes segadores, y se lamentan de su encierro. Al oírlos cantar, Magdalena, Adela y la Poncia se marchan para verlos pasar desde la ventana, y se quedan a solas Amelia y Martirio. Estas comentan cómo llevan varias noches oyendo ruido en el corral.

De pronto, aparece Angustias furiosa, porque alguien le ha quitado el retrato de Pepe que tenía bajo la almohada. Al escándalo, entra Bernarda y ordena a la Poncia que registre las habitaciones. Sorprendentemente, el retrato aparece en la de Martirio. Esta se excusa diciendo que ha sido una broma, pero todas saben que ha sido por envidia. Bernarda, enfadada, las echa de allí y se queda a solas con la Poncia. Esta la advierte que las hijas están exaltadas, disconformes con el encierro y envidiosas de la boda de Angustias. Pero Bernarda responde airada que ella tiene controlada su casa y sus hijas acatarán lo que ella ordene. La Poncia la advierte entonces para que tenga cuidado, porque han visto a Pepe marcharse a las cuatro de la madrugada. Aparece Angustias furiosa diciendo que eso es mentira, ya que ha estado con él en la reja de la ventana hasta la una. Martirio confirma lo de las cuatro y Adela intenta desviar la atención. Entra en ese momento la criada diciendo que una vecina, que se había quedado embarazada de no sé sabe quién, al dar a luz ha matado a su hijo, para ocultar su deshonra, y ahora los vecinos quieren ajusticiarla. Las hermanas acuden a secundar el linchamiento, menos Adela, que se queda sola, agarrándose el vientre horrorizada.

Acto tercero.

Bernarda y sus hijas están cenando. Las acompaña Prudencia, con quien aquella comenta la importancia de la obediencia de las hijas. Interrumpen la conversación los golpes que da el caballo en el corral, inquieto porque huele a las yeguas.

Cuando se va Prudencia, salen Adela, Amelia y Martirio a tomar el fresco. Bernarda y Angustias se quedan charlando. Cuando regresan las hermanas, comentan que la noche está muy oscura, apropiada para ladrones. Angustias se va a acostar, porque Pepe no podrá acudir esa noche a su cita diaria en la reja. Se van también Amelia, Magdalena y Adela. Martirio sale al corral.

Se quedan nuevamente a solas Bernarda y la Poncia y esta aprovecha para volver a advertirle que debe estar alerta, pero ella insiste en que en su casa lo tiene todo bajo control. Cuando se va a acostar, la Poncia y la criada hablan libremente sobre la situación: Adela y Pepe el Romano tienen relaciones, y Martirio también lo desea con desesperación.

Los perros ladran porque han detectado la presencia de alguien.

Cuando las criadas se van a acostar, Adela pasa sigilosamente hacia el corral.

A continuación, sale Martirio, pero aparece también la abuela María Josefa, que se ha escapado de su encierro. Esta, a pesar de su demencia, se ha dado cuenta de la situación de la casa y advierte a su nieta del peligro que supone rondar todas a un mismo hombre.

Martirio consigue deshacerse de ella, pero, cuando va a salir al corral, se cruza con Adela, que regresa. Las hermanas discuten porque ambas quieren a Pepe para sí, estando dispuestas incluso a mantener con él una relación oculta, cuando se case con Angustias.

Llega entonces Bernarda y Martirio le descubre la relación de Adela con Pepe. La joven se enfrenta con su madre y esta coge la escopeta, sale al corral y dispara a Pepe, que logra escapar. Adela se encierra en una habitación y, cuando consiguen forzar la puerta y entran, la encuentran colgada.

Bernarda impone orden y silencio: ocultarán la deshonra y asumirán que deben seguir manteniendo el luto y el aislamiento.

Personajes

         Todos los personajes presentes en la obra son femeninos. El único personaje masculino, Pepe el Romano, no aparece nunca en escena, a pesar de tener un papel muy relevante, como desencadenante del conflicto.

Bernarda Alba

Es la madre y, desde la muerte del marido, máxima autoridad de la casa.

Trata de tener bajo control a sus hijas y criadas, a través de un autoritarismo extremo, impositivo, irracional… que se refleja perfectamente en la advertencia que lanza a sus hijas, al final del primer acto: «¡Hasta que salga de esta casa con los pies adelante, mandaré en lo mío y en lo vuestro!», por no hablar de los momentos en que blande contra ellas su bastón.

Pero ella misma es presa de los convencionalismos morales y sociales, siempre pendiente del qué dirán, de la opinión de las vecinas…

La expresión que sintetiza estas dos actitudes ante la vida es ese «¡Silencio!» que impone al principio y al final de la obra: autoritarismo irracional y temor a que los demás conozcan sus intimidades domésticas y murmuren.

Las hijas

Aunque se habla de ellas en bloque, son muy distintas entre sí, y, sobre todo, muestran una actitud diferente frente a la autoridad materna.

  • Angustias, la mayor, es hija de un primer matrimonio de Bernarda, y por ello tiene derecho a una herencia, que no pertenece al resto de sus hermanas. Su edad y su aspecto poco agraciado no la convierten en objetivo matrimonial. Sin embargo, su dote hace que Pepe el Romano se interese por ella. A pesar de ser la que más cerca tiene la salida de la casa, no por eso deja de guardar respeto a su madre.
  • Adela, la pequeña, es la que manifiesta una postura más rebelde y desafiante. Es la que más abiertamente se enfrenta a su madre. Su ansia de libertad se funde con el deseo que impregna su carne joven, y no encuentra otra salida que entregarse a Pepe el Romano, el prometido de su hermana Angustias, el único hombre autorizado a acercarse a la casa.
  • Martirio muestra envidia hacia Angustias, por la vía de escape que supone la relación con Pepe. Por ello no duda en insinuarse a este, e incluso en disputarle a Adela su posición como amante.
  • Amelia y Magdalena son las hijas que se muestran más resignadas con la situación.

Las criadas

  • La Poncia lleva muchos años al servicio de la casa y eso le proporciona una situación de privilegio, al permitirle cierta confianza con Bernarda e incluso algo de autoridad con sus hijas. Intuye lo que está sucediendo en la casa y trata de advertir a su señora de la sombra de deshonra que la acecha, pero la soberbia impide a esta admitir consejos del servicio. Ante ello, opta por mostrarse prudente y reservada.
  • La Criada ocupa un nivel inferior en la escala de la servidumbre, pero a la vez se sabe socialmente superior a la mendiga, hacia la que muestra menosprecio. Este sentimiento tiene asimismo una proyección ascendente, pues también desprecia a Bernarda y a su difunto señor, que aliviaba con ella sus necesidades sexuales.

Las mujeres del duelo

Desempeñan un papel coral, que por un lado cumple con el deber de acompañar a la viuda en el duelo, pero por otro pone de manifiesto el sentimiento que Bernarda despierta en el pueblo: la consideran una persona mala, criticona, retorcida…

Constituyen el juez que puede determinar si la conducta de Bernarda y de sus hijas se ajusta o no a la moralidad religiosa y social.

Relaciones entre los personajes

La jerarquía

Entre los personajes principales de la obra existe una relación fuertemente jerarquizada.

En lo más alto está Bernarda. Ella es quien marca las normas y es la autoridad que hace que se cumplan. Es juez y verdugo.

A continuación, están las hijas. Pero de entre ellas, Angustias, la mayor, ocupa un lugar preeminente, por ser hija de un primer marido de Bernarda y tener derecho a la herencia de este. Entre el resto de las hermanas existe cierta igualdad, aunque todas tratan de mostrar autoridad sobre la pequeña Adela, autoridad que ella no admitirá.

Por debajo de ellas estaría la Poncia; sin embargo, el grado de confianza que tiene con Bernarda le confiere no poca autoridad en la casa. Y por fin en el nivel más bajo estaría la criada, que a su vez se considera superior a la mendiga.

La anciana María Josefa, aquejada de demencia senil y encerrada en su habitación, ya no ocupa ningún lugar en esta jerarquía doméstica.

Bernarda frente a sus hijas: la obediencia debida

Bernarda se empeña en ejercer un control férreo sobre sus hijas, tratando de que se sometan a su voluntad. Esta es la situación que viven las mujeres en la España rural de principios del siglo XX, fuertemente condicionada por la tradición y la religión: las niñas crecen sometidas a sus padres y la única vía que tienen para escapar al control paterno es casarse, a pesar de que con ello pasan a estar sometidas al control del esposo… permaneciendo siempre relegadas al ámbito doméstico. Así, vemos cómo Angustias acepta que Pepe el Romano la haya pedido en matrimonio solo por su dinero, con tal de poder salir de la casa.

Pero no es posible controlar lo que hacen cinco personas adultas las veinticuatro horas del día: la voluntad de cada una, la necesidad de independencia, el deseo de ser libres, son al final más fuertes que las ataduras que les intenten imponer. Y así, la actitud rebelde de Adela demuestra que no hay poder, por férreo que sea, que no pueda ser cuestionado, e incluso burlado, cuando a uno le mueven auténticas ansias de libertad; y que, en último extremo, siempre cabe optar por la muerte liberadora.

Las hermanas: la envidia

El fallecimiento del padre condena al luto y la reclusión a las cinco jóvenes, en la flor de la vida. La posibilidad de que una de ellas, Angustias, pueda escapar del encierro a través de su boda con Pepe el Romano desata las envidias entre las demás. Y ya que no pueden casarse todas con él, al menos tratan de satisfacer sus deseos dentro de esa cárcel que es su casa: Martirio, enamorada de forma platónica, sustrae el retrato de Pepe que Angustias tenía guardado; pero es Adela la que consigue consumar las relaciones con él. Esto desata una doble envidia en Martirio: hacia Angustias, que se ha comprometido sin amor, y hacia Adela, que ha conseguido seducirle.

La envidia empieza enfrentando a todas contra Angustias, por esa herencia que le permite tener un pretendiente que la saque de la casa, pero termina por extenderse entre las demás, sobre todo por la audacia de Adela al convertirse en amante de Pepe.

Las vecinas: las apariencias y el qué dirán.

Ya hemos visto que Bernarda tiraniza a sus hijas y a sus criadas, al tratar a toda costa de tenerlas sometidas a su voluntad. Pero a la vez ella misma no puede evitar verse tiranizada por la opinión pública: vive obsesionada por el qué dirán, por mantener las apariencias, y así se obceca en tener controlada su casa de puertas adentro, con la intención de que nada que pudiera dar que hablar salga de aquellas cuatro paredes. Según esto, hay que respetar las costumbres, guardar el luto… Incluso dentro de la casa, hay que obedecer, callar, ocultar los sentimientos, reprimir los deseos… Y es que el pueblo está siempre dispuesto a juzgar y a condenar.

Bernarda actúa como correa de transmisión, al tratar de imponer en su casa los mismos límites de la buena moral a los que ella misma está sometida. Sin embargo, como hemos visto, esos límites no se respetan, ni por los de fuera ni por los de dentro de la casa, y, lo que es peor, ni siquiera es posible impedir que las transgresiones sean conocidas por otros.

Finalmente, dentro de ese ambiente de represión, el ansia de libertad desembocará en tragedia.

Espacio y tiempo

Toda la acción transcurre en el interior de la casa de Bernarda Alba, supuestamente ubicada en una aldea de Andalucía, pero con un valor casi universal (sobre todo a la luz del subtítulo de la obra, que la clasifica como un «Drama de mujeres en los pueblos de España»).

La acción se desarrolla en medio de una atmósfera asfixiante, en parte por el calor estival, pero sobre todo por la opresión que ejerce la madre sobre sus hijas y sobre la servidumbre.

Por lo que respecta al tiempo, en la primera acotación se indica que «es verano», y así se refleja en el calor que los personajes dicen sufrir y en la llegada de los temporeros al pueblo, probablemente para la siega. En cuanto al momento del día, el primer acto se desarrolla por la mañana (Angustias pregunta la hora y Magdalena responde «Ya deben ser las doce»); el segundo, por la tarde, momento en que las mujeres se sientan a coser (la Poncia dice «Hace un minuto dieron las tres»), y el tercero por la noche (así se indica en la acotación).

Lo que no se explicita es el tiempo que transcurre entre un acto y otro: entre el primero y el segundo, se deduce que pasa un tiempo razonable como para que ya haya dejado de estar reciente la muerte del padre y se haya podido fraguar el compromiso de Pepe el Romano con Angustias; pero entre el segundo y el tercero, no puede mediar mucho tiempo, porque todavía se mantiene vivo el rencor de Angustias hacia Martirio, por haberle quitado el retrato de Pepe.

Estilo

Lorca combina magistralmente las referencias a la realidad, que dan concreción y verosimilitud a la obra, con un toque de simbolismo, que le da cierto carácter universal.

Así, al principio de cada acto, vemos respectivamente a las criadas limpiando, a las muchachas cosiendo y a la familia cenando. El lenguaje que utilizan los personajes es coloquial y muy directo, incluyendo insultos, frases hechas…

Sin embargo, la obra está impregnada de un lenguaje poético, sin escatimar incluso en metáforas y símbolos, que contribuye a crear esa atmósfera de universalidad.

Así, aunque está escrita en prosa, incluye algunos poemas, como la letanía del duelo, la canción de los segadores o la nana que María Josefa canta a su oveja-niño.

No son pocas las metáforas introducidas en los parlamentos de los personajes. Así, la casa es comparada por la Poncia, al comienzo del segundo acto, con un convento (mujeres vírgenes recluidas) y por Adela, al final del tercero, con un presidio (por la falta de libertad); Angustias se refiere a ella, en el principio del segundo acto, como un infierno, del que ella está a punto de salir. No resulta menos metafórica la declaración que, en el segundo acto, hace Adela de su pasión: «Por encima de mi madre saltaría para apagarme este fuego que tengo levantado por piernas y boca». «Mirando sus ojos me parece que bebo su sangre lentamente».

Y por lo que respecta al simbolismo, cabe citar, por ejemplo, el contraste entre las blancas paredes de la casa y el negro de los vestidos de luto, o la aparición de la anciana María Josefa, con una oveja en los brazos, como si se tratara de un bebé: ella, demenciada, irracional, resulta más lúcida en su percepción de la realidad que la propia Bernarda.

El comentario definitivo del poema de Pedro Salinas «Tú vives siempre en tus actos»

Siguiendo el esquema de nuestro Comentario de textos definitivo, basado en seis pasos que permiten un análisis lo más completo y a la vez lo más sencillo posible, nos disponemos a analizar un poema de Pedro Salinas, perteneciente al libro La voz a ti debida, en representación de la poesía de expresión emocional que caracteriza a los autores de la Generación del 27. En el siguiente enlace podéis descargar la explicación del procedimiento: ANEXO. El comentario de textos definitivo

En este mismo blog podéis encontrar las siguientes entradas con comentarios de texto:

Antes de comenzar el análisis del poema, podéis escucharlo magníficamente recitado en el siguiente enlace:

Y ahora,

Permíteme un consejo.

Tú vives siempre en tus actos.

Con la punta de tus dedos

pulsas el mundo, le arrancas

auroras, triunfos, colores,

alegrías: es tu música.    5

La vida es lo que tú tocas.

De tus ojos, sólo de ellos,

sale la luz que te guía

los pasos. Andas

por lo que ves. Nada más.    10

Y si una duda te hace

señas a diez mil kilómetros,

lo dejas todo, te arrojas

sobre proas, sobre alas,

estás ya allí; con los besos,    15

con los dientes la desgarras:

ya no es duda.

Tú nunca puedes dudar.

Porque has vuelto los misterios

del revés. Y tus enigmas,    20

lo que nunca entenderás,

son esas cosas tan claras:

la arena donde te tiendes,

la marcha de tu reloj

y el tierno cuerpo rosado    25

que te encuentras en tu espejo

cada día al despertar,

y es el tuyo. Los prodigios

que están descifrados ya.

Y nunca te equivocaste,    30

más que una vez, una noche

que te encaprichó una sombra

-la única que te ha gustado-.

Una sombra parecía.

Y la quisiste abrazar.    35

Y era yo.

1.- Localización del texto

El texto propuesto es el poema con que se inicia la obra La voz a ti debida, de Pedro Salinas, autor de la Generación del 27.

Marco histórico-social

El primer tercio de siglo XX en España está marcado por una crisis política, social y económica que proviene de la decadencia que tiene lugar en las postrimerías del siglo anterior.

Entre 1923 y 1930, el país está gobernado por el general Primo de Rivera. A esta dictadura le seguirá la proclamación de la Segunda República, en 1931, a la que puso fin el alzamiento militar de 1936, que dio lugar a la Guerra Civil.

En el ámbito internacional, pero con importantes repercusiones en España, se produce la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y, pocos años después, la gran depresión económica de 1929.

La Generación del 27

Bajo este nombre integramos a un grupo de escritores, fundamentalmente poetas, que componen su obra desde una perspectiva de vía de escape a la situación de crisis que atraviesa el mundo occidental.

Se les considera en cierto modo herederos del Novecentismo y de los movimientos vanguardistas, que habían roto con la temática y la estética del Realismo y el Naturalismo, fríamente apegados a la realidad cotidiana. Reciben una gran influencia de la denominada «poesía pura» de Juan Ramón Jiménez, una poesía introspectiva, desnuda, cargada de simbolismo. Las vanguardias se fijan sobre todo en el ámbito de los sueños (surrealismo), en la descomposición de la realidad (cubismo), en los avances tecnológicos (futurismo)… y consideran la creación artística como una actividad intelectual lúdica, de evasión.

En medio de este ambiente cultural, en 1927, un grupo de poetas se reúne para rendir un homenaje a Luis de Góngora, con ocasión del tercer centenario de la fecha de su muerte. Se trata de Pedro Salinas, Rafael Alberti, Gerardo Diego, Federico García Lorca, Jorge Guillén, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Emilio Prados, Manuel Altolaguirre…

Dicho homenaje nos da idea del planteamiento artístico que impulsa la fundación del grupo:

  • Fusión de las formas y los temas de la poesía tradicional con un deseo vanguardista de renovación temática y estética.
  • Atracción también por los clásicos, y en especial por Góngora, en quien confluyen poesía culta y poesía de tipo tradicional.
  • Como alternativa a la crisis que los rodea, exploración del mundo de lo inconsciente, los sueños…
  • Interés por temas profundos, de carácter subjetivo: el ser humano, el amor (en algunos casos prohibido), la vida, la muerte, el sentimiento de justicia…
  • Reflejo de la realidad, y en especial de ese ámbito inconsciente, por medio de metáforas, imágenes y símbolos. Su intención no es describirla, sino representarla.
  • Búsqueda de la belleza, como forma de distanciamiento de lo real.
  • Los poemas son composiciones muy cuidadas desde el punto de vista estético: lirismo, armonía formal, belleza de imágenes, precisión léxica, etc.
  • Las estrofas más utilizadas provienen de la poesía tradicional (romances, coplas…) y de la poesía clásica (sonetos, tercetos…). Pero también es muy frecuente el uso del verso libre, sin sujeción a metro ni a rima, en el que el esquema rítmico viene dado por las repeticiones, las estructuras paralelas…

Algunos de los principales autores de la Generación del 27, son:

  • Gerardo Diego. Su producción poética gira en torno a temas de contenido sentimental, religioso, etc. El romancero de la novia, Versos humanos, Versos divinos, Paisaje con figuras
  • Pedro Salinas. En el siguiente apartado analizaremos en profundidad su vida y su obra.
  • Rafael Alberti. Su obra refleja la nostalgia de su tierra y también cierta idealización de la realidad: Marinero en tierra, Sobre los ángeles
  • Vicente Aleixandre. Es el autor más laureado de su generación: fue miembro de la Real Academia y obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1977. Su obra gira en torno a temas humanos, tales como los sentimientos, la vida o la muerte: La destrucción o el amor, Sombra del Paraíso, Historia del corazón
  • Jorge Guillén. Su obra se inscribe inicialmente dentro de la llamada «poesía pura». En Cántico expresa su entusiasmo por el maravilloso don de la vida. Sin embargo, posteriormente, la conciencia de la realidad dolorosa le llevará a componer una obra de sentido contrario: Clamor.
  • Luis Cernuda. Compone una poesía sensible, melancólica y dolorosa, pero a la vez sumamente intelectual: Égloga, elegía, oda, Los placeres prohibidos, Donde habite el olvido
  • Federico García Lorca. Su poesía, altamente metafórica, constituye una expresión del sentimiento trágico de la vida, con una constante presencia del amor y de la muerte. Su producción poética abarca desde una estética influenciada por el Novecentismo (Libro de poemas) hasta una poesía de sentimientos desgarrados (Poeta en Nueva York, Diván del Tamarit, Sonetos del amor oscuro…), pasando por composiciones inspiradas en el folclore andaluz (Poema del cante jondo, Romancero gitano…).
  • Miguel Hernández. Es el más joven del grupo. Prácticamente no convive con el resto de sus integrantes, y eso hace que se cuestione su pertenencia a él. Su poesía es apasionada, tanto cuando habla de sentimientos (El rayo que no cesa, Cancionero y romancero de ausencias), como cuando expresa su pensamiento político (Viento del pueblo).

Después de la Guerra Civil, en 1939, aunque los autores continúan su actividad poética, el grupo desaparece como tal: García Lorca es asesinado; Miguel Hernández muere en prisión; Pedro Salinas, Jorge Guillén, Luis Cernuda y Rafael Alberti se exilian, y Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre y Gerardo Diego permanecen en España.

Pedro Salinas

Nace en Madrid, en 1891.

Estudia en el Colegio Hispano-Francés y en el Instituto San Isidro.

Doctorado en Filosofía y Letras, obtiene en 1914 una plaza en la Universidad de La Sorbona. Un año después se casa con Margarita Bonmatí.

En 1917 regresa a España, desarrollando la labor docente en la Universidad de Sevilla y la Escuela Central de Idiomas. En estos años comienza su actividad literaria y en 1923 publica su primer libro de poemas, Presagios.

Colabora también en actividades de la Institución Libre de Enseñanza y en la organización de la Universidad de Verano de Santander. En esta conoce, en 1932, a la estudiante estadounidense Katherine Whitmore, de la que se enamora y a la que dedica sus tres obras sobre el amor: La voz a ti debida, Razón de amor y Largo lamento. Pero esta relación, aunque fue apasionada, no llegaría a afianzarse.

Cuando estalla la Guerra Civil, se exilia a los Estados Unidos, donde imparte clases en las universidades de Boston, Baltimore y Puerto Rico.

Muere en Boston, en 1951.

Obra

Su obra poética puede clasificarse en tres etapas:

  • Poesía pura y vanguardista. Recibe influencia de Juan Ramón Jiménez y de las vanguardias, especialmente del ultraísmo y del futurismo. Pertenecen a esta etapa Presagios (1923), Seguro azar (1929) y Fábula y signo (1931).
  • Poesía amorosa. Expresa su sentimiento amoroso, a través de un lenguaje simbólico, a menudo un tanto conceptual. Pertenecen a esta etapa La voz a ti debida (1933), Razón de amor (1936) y Largo lamento (1939).
  • Poesía del exilio. Reflexiones vitales desde un punto de vista conceptual. Incluye El contemplado (1946), Todo más claro y otros poemas (1949) y Confianza (publicado de forma póstuma en 1955).

También es autor de obras en prosa, como la novela La bomba increíble, y teatrales, como La estratosfera, Judit y el tirano o El director.

La poesía de Salinas es una poesía profunda, de sentimientos auténticos. Refleja un amor optimista, que da sentido a la vida de los amantes. Sin embargo, a veces puede parecer un tanto frío e intelectual, debido sobre todo a ese conceptismo característico de la poesía pura, así como a las referencias al ámbito tecnológico, procedentes de la corriente futurista.

Desde el punto de vista formal, Salinas se decanta por los versos octosílabos, o los heptasílabos combinados con endecasílabos, generalmente sin rima.

La voz a ti debida

La voz a ti debida (1933) es un poemario que «narra», siguiendo una sutil línea argumental, la historia de una relación amorosa, desde sus preludios hasta su final. Suelen agruparse en forma de trilogía los tres libros que Salinas compuso en torno al amor, entre 1933 y 1939: La voz a ti debida correspondería a la relación amorosa en sí misma; Razón de amor, a la separación de los amantes, y Largo lamento, al dolor del poeta por la pérdida.

El título procede de un verso de la Égloga III de Garcilaso, en el que el pastor Tirreno se compromete a cantar la belleza de su amada María, incluso después de muerto, pues solo a ella debe su voz.

De este modo, Salinas alinea su poesía dentro de ese espíritu de homenaje al Siglo de Oro español que caracteriza a la Generación del 27, y al mismo tiempo declara su concepto del amor como un sentimiento que solo se entiende a partir del ser amado.

Aunque en ningún momento se la nombra, Pedro Salinas narra en La voz a ti debida su relación con la joven Katherine R. Whitmore, a quien conoció en 1932, en un curso de verano de la Universidad Internacional de Santander.

La obra consta de 70 poemas, que se disponen de forma ligeramente argumental, creando una historia que narra diferentes momentos de la relación, desde el enamoramiento inicial hasta la culminación. Con ellos se intercalan composiciones de reflexión sobre la amada, los sentimientos propios, el sentido de la relación… Así, los poemas fluctúan desde la idealización casi platónica hasta lo carnal, pasando por la introspección psicológica del autor en sus emociones.

2.- Determinación del tema

El poema constituye una presentación de la amada como una mujer de cualidades extraordinarias, con una fuerza en la que se origina el amor que existe entre ellos.

3.- Distribución de su estructura y resumen de su argumento.

Básicamente, el poema se divide en cuatro partes:

  • Versos 1-6 (primera tirada): La amada posee una extraordinaria fuerza generadora.
  • Versos 7-18 (segunda y tercera tiradas): Su principal cualidad es la seguridad en sí misma.
  • Versos 19-29 (cuarta tirada): Efectos de esa seguridad.
  • Versos 30-36 (quinta tirada): Ella le ha elegido a él.

Resumen

A los ojos del poeta, la amada es una mujer extraordinaria, dotada de una fuerza capaz de generar vida a su alrededor.

Tiene una gran seguridad en sí misma, y todo cuanto hace, lo hace con convicción, con firmeza, con energía, con resolución…

En virtud de esa seguridad, interpreta su propia vida y da sentido a todo cuanto la rodea.

Y en virtud de esa misma seguridad, decidió elegirle a él.

4.- Comentario de la forma y el estilo.

Se trata de un poema formado por 36 versos blancos (sin rima), en su mayoría octosílabos.

Se agrupan en cinco tiradas (no podemos hablar aquí de estrofas) con diferente número de versos: 6, 4, 8, 11 y 7.

La distribución métrica responde al siguiente esquema:

8 –

8 –

8 –

8 –

8 –     5

8 –

8 –

8 –

5 –

8 –     10

8 –

8 –

8 –

8 –

8 –     15

8 –

4 –

8 –

8 –

8 –     20

8 –

8 –

8 –

8 –

8 –     25

8 –

8 –

8 –

8 –

8 –     30

8 –

8 –

8 –

8 –

8 –     35

4 –

Se trata, por tanto, de una composición de métrica regular, con excepciones en tres versos: el 9 es pentasílabo y el 17 y el 36 son tetrasílabos.

Para regularizar la medida de los versos, es necesario acudir a ciertos recursos, tales como:

  • Sinalefa. Articulación en una sola sílaba de dos vocales separadas, la última de una palabra y la primera de la siguiente.

Puede darse entre vocales iguales:

Tú vives siempre_en tus actos (v. 1)

O entre vocales separadas que formarían diptongo:

Y si_una duda te hace (v. 11)

la_única que te ha gustado (v. 33)

También se produce entre dos vocales fuertes:

pulsas el mundo, le_arrancas (v. 3)

<object class="wp-block-file__embed" data="https://trabajosdeliteratura.files.wordpress.com/2016/04/anexo.-metrica-facil.pdf&quot; type="application/pdf" style="width:100%;height:600px" aria-label="<strong><mark style="background-color:rgba(0, 0, 0, 0)" class="has-inline-color has-medium-pink-color">ANEXO. Métrica fácil</mark>ANEXO. Métrica fácilDescarga

La construcción no gira, pues, en torno a estrofas regulares o a esquemas de rima. La composición se basa sobre todo en el ritmo de recitado, que se logra fundamentalmente a través de la regularidad métrica, pero también mediante la disposición de estructuras paralelas, enumeraciones, etc. Dicho ritmo se rompe en los versos irregulares y en los encabalgamientos.


Veamos estas y otras figuras retóricas:

  • Apóstrofe. Invocación dirigida a otra persona, a la divinidad, a fuerzas de la naturaleza o, sencillamente, a alguna cosa.

Todo el poema en sí es un apóstrofe, dirigido a la amada en segunda persona. Entre otros versos, podemos destacar:

Tú vives siempre en tus actos (v. 1)

Tú nunca puedes dudar (v. 18)

Pero son abundantes los pronombres y verbos que la señalan como destinataria del mensaje.

  • Estructuras paralelas.

sobre proas, sobre alas (v. 14)

  • Estructuras antitéticas. Se contraponen términos contrarios.

con los besos, / con los dientes (vv. 15-16)

Aunque formalmente se trata de dos estructuras paralelas, semánticamente encierran una antítesis.

  • Hipérbaton. Alteración voluntaria del orden lógico-sintáctico de los elementos de la oración.

De tus ojos, sólo de ellos,

sale la luz que te guía

los pasos. (vv. 7-9)

[La luz que te guía los pasos sale de tus ojos, sólo de ellos]

  • Polisíndeton. Abundancia de conjunciones.

Y la quisiste abrazar.

Y era yo. (vv. 34-36)

  • Personificación. Atribución de cualidades humanas a alguna entidad que carece de ellas.

Y si una duda te hace / señas (vv. 11-12)

que te encaprichó una sombra (v. 32)

Como alternativa a la construcción habitual, «te encaprichaste de una sombra», la capacidad agente se traslada aquí al objeto.

  • Hipérbole. Exageración.

señas a diez mil kilómetros (v. 12)

Tú nunca puedes dudar (v. 18)

  • Encabalgamiento. Separación de los elementos de un sintagma estrechamente vinculados, entre el final de un verso y el principio del siguiente.

sale la luz que te guía

los pasos (vv. 8-9)

  • Enumeración.

auroras, triunfos, colores,

alegrías… (vv. 4-5)

  • Aliteración. Se percibe una acumulación de fonemas dentales y nasales en el verso 23:

la arena donde te tiendes.

  • Sinestesia. Se atribuye a un objeto una cualidad que se percibe con un sentido distinto del que corresponde de forma lógica.

Se atribuye a los ojos la facultad de producir luz, cuando se trata precisamente del órgano del cuerpo que se encarga de percibirla:

De tus ojos, sólo de ellos,

sale la luz que te guía

los pasos. (vv. 7-9)

  • Sentido figurado.

Y si una duda te hace / señas (vv. 11-12)

La expresión equivale a «y si percibes una duda».

  • Identificación.

La vida es lo que tú tocas (v. 6)

  • Paradoja. Contrasentido.

Y tus enigmas,

lo que nunca entenderás,

son esas cosas tan claras (vv. 20-22)

  • Símbolo.

que te encaprichó una sombra (v. 32)

El término «sombra» hace referencia aquí a una realidad intangible, inmaterial.

la marcha de tu reloj (v. 24)

Alude al paso del tiempo.

En general, como puede observarse, se trata de recursos retóricos no demasiado complejos.

<object class="wp-block-file__embed" data="https://trabajosdeliteratura.files.wordpress.com/2016/02/anexo.-recursos-retoricos-de-la-lengua-cotidiana.pdf&quot; type="application/pdf" style="width:100%;height:600px" aria-label="<strong><mark style="background-color:rgba(0, 0, 0, 0)" class="has-inline-color has-bright-blue-color">ANEXO. Recursos retóricos de la lengua cotidiana</mark>ANEXO. Recursos retóricos de la lengua cotidianaDescarga

Además, aunque se aprecia una clara tendencia a la subordinación, la sintaxis tampoco reviste demasiada complejidad.

El poema constituye una alabanza de la amada, lo que, de algún modo, implica la descripción de sus cualidades. En virtud de ese componente descriptivo, encontramos, pues, abundantes sustantivos:

  • Concretos: dedos, mundo, ojos, dientes, arena, cuerpo
  • Abstractos: actos, auroras, triunfos, colores, alegrías, música, vida, luz, pasos, duda, besos, misterios, enigmas...
  • Concretos con sentido simbólico: proas, alas, reloj, sombra

Obviamente, al tratarse de una descripción de las cualidades de la amada, predominan los primeros tipos de sustantivo.

Observamos, además, que el poeta se centra en los aspectos concretos, no en los matices, y de ahí que apenas haya adjetivos: esas cosas tan claras, el tierno cuerpo rosado.

Por otra parte, encontramos verbos que constituyen el soporte de la descripción: vives, es, estás, son, están… Pero también otros que la matizan con acción: pulsas, arrancas, andas, dejas, arrojas, desgarras, encuentras, quisiste abrazar

En la obra de Salinas adquieren gran importancia los pronombres, en especial el «tú» y el «yo». En concreto, este poema se abre con el primero («Tú vives…») y se cierra con el segundo («Y era yo«). Al constituir un apóstrofe dirigido a la amada, abundan en él los de segunda persona: los personales «» (3 veces) y «te» (7 veces) y el posesivo «tuyo«. A ellos se suman los adjetivos posesivos «tu» (3 veces) y «tus» (4 veces).

Por lo que respecta al tiempo en el que se desarrolla el poema, predominan sobre todo las formas verbales de presente, que hacen referencia a la personalidad de la amada, a sus cualidades… Así, por ejemplo: vives, pulsas, arrancas, es, arrojas, desgarras, puedes, te tiendes, te encuentras

Sin embargo, en los últimos versos, la mirada del poeta se proyecta hacia el pasado, hacia el momento en que la conoció: equivocaste, encaprichó, parecía, quisiste, era

El tono del poema es vital, optimista, como corresponde a un hombre que tiene idealizada a su amada y es correspondido por ella. A este tono contribuye, en buena medida, el ritmo vivo del verso corto.


En resumen, puede decirse que Salinas emplea un estilo sencillo en cuanto a la construcción sintáctica del poema, pero bastante conceptual en cuanto al contenido: en su poesía, nos habla de sus propios sentimientos, pero desde un punto de vista intelectual, abstracto, como si lo importante no fuera la realidad, sino los conceptos; como si en vez de las personas, lo importante fueran los pronombres que se refieren a ellas; y, en fin, como si por encima de la amada estuviera la idea que el amante se ha formado de ella.

Se trata, pues, de poesía pura, sin artificiosidad, desnuda, sin adjetivos, pero en cambio, cargada de significado por sus pronombres.

5.- Comentario del contenido.

La voz a ti debida es un libro que narra una historia de amor, con antecedentes, principio, desarrollo y final. Este poema es el que inicia la obra y constituye un prefacio, una especie de introducción, en la que el autor presenta a su amada, Katherine Whitmore (sin nombrarla, por supuesto), y, de alguna forma, describe la relación que se ha establecido entre ellos. Katherine es una mujer de cualidades extraordinarias, lo que la eleva muy por encima de él; pero si un rasgo la define sobre el resto es la seguridad en sí misma. No obstante, al final, el poeta nos revelará que en esa firmeza se produce una pequeña fisura cuando le conoce a él.

El poema se abre con una afirmación rotunda: «Tú vives siempre en tus actos» (v. 1), que nos traslada la imagen de una mujer independiente, pragmática, segura de sí misma. Pero los versos que vienen a continuación van más allá, al mostrarla casi divinizada. En efecto, Salinas acude a aquella imagen que los poetas barrocos crearon a partir de la teoría pitagórica de la armonía del universo, que presentaba a Dios como un músico que, pulsando un instrumento de cuerda, creaba una armonía que mantenía en equilibrio todo el universo. Así, vemos a la amada dotada de una energía divina, tocando con la punta de sus dedos una «música» (v. 5), a partir de la cual todo lo bello va surgiendo («auroras, triunfos, colores, / alegrías» -vv. 4-5-), como en una gran obra de creación universal. La imagen se sintetiza con otro rotundo «La vida es lo que tú tocas» (v. 6), que encierra un doble sentido entre la acción de pulsar con los dedos (vv. 2-3) y la composición musical (v. 5).

La seguridad en sí misma hace que los pasos que va dando, las decisiones que toma, estén siempre iluminados por su propio criterio, por su forma de ver la realidad (la luz de sus ojos -vv. 7-9-).

Y cuando le asalta una duda, por pequeña que sea, por insignificante que parezca, adopta una posición enérgica y, con dulzura o con dureza («con los besos, con los dientes» -vv. 15-16-), la resuelve inmediatamente. La reseña se cierra con un categórico «Tú nunca puedes dudar» (v. 18).

Así, en virtud de esa seguridad, tiene claros todos los aspectos de su vida. Y ni siquiera representan para ella un motivo de inquietud aquellos que constituyen los grandes enigmas existenciales: la creación del mundo («la arena donde te tiendes» -v. 23-), el paso del tiempo («la marcha de tu reloj» -v. 24-) o el origen de la vida humana («el tierno cuerpo rosado / que te encuentras en tu espejo / cada día al despertar» -vv. 25-27-).

Parece evidente que, con este detenimiento al describir dicho rasgo en el carácter de Katherine, Salinas no se está refiriendo simplemente a una actitud general en el modo en que ella suele actuar, sino al conflicto concreto que le plantea mantener una relación amorosa con un hombre casado. Sin embargo, como se sugiere a continuación, en los últimos versos del poema, y según se refleja a lo largo de la obra, ese conflicto, esa duda que le hace momentáneamente vacilar, se resolverá a favor del poeta.

En efecto, el amor viene a remover los cimientos de esa existencia segura, esa firmeza de convicciones: «que te encaprichó una sombra / -la única que te ha gustado- / (…) y la quisiste abrazar» (vv. 32-35). Como alternativa a la construcción habitual, «te encaprichaste de una sombra», la capacidad agente se traslada aquí al objeto: es la «sombra» la que lleva la iniciativa. Y esa sombra era él («Una sombra parecía. / (…) / Y era yo» -vv. 34-36-), con lo que, de algún modo, al final, el poeta se atribuye a sí mismo una buena dosis de protagonismo en la relación, frente a la aparente firmeza de la amada.

El abre el poema y el yo lo cierra. Ella aparece como la fuerza generadora del amor que existe entre los dos, la que da sentido a las cosas que les son comunes (la vida es lo que ella toca), la que tiene la capacidad de decidir y, eligiéndole a él, le ha dado entidad como amante.

Los tiempos verbales en presente, que predominan a lo largo de todo el poema, se refieren a la esencia de la amada, a las extraordinarias cualidades que la caracterizan. Sin embargo, en los últimos versos, los verbos en pretérito marcan la perspectiva desde la que el poeta habla:

Y nunca te equivocaste,

más que una vez, una noche

que te encaprichó una sombra (vv. 30-32)

En ellos, Salinas dirige su mirada hacia el pasado, hacia el momento en que comenzó su relación; se trata, pues, de una mirada en la distancia, que quizá no fuera solo temporal, sino también espacial, pues no hemos de olvidar que Katherine era una estudiante que residía en Norteamérica.

En cualquier caso, el poema nos transmite, tal vez por efecto de esa perspectiva distante, una visión idealizada de la amada: tan segura de sí misma, tan autosuficiente se nos muestra, que nos cuesta verla como una persona de carne y hueso, y la concebimos más bien como una fuerza, un carácter, que parece encontrarse en el plano de las ideas, casi en un nivel divino; él, en cambio, permanece en el plano de la realidad, en un nivel humano, desde el que la contempla con admiración (hasta podría decirse que con veneración).

Pero, en el fondo, es esta una posición de falsa humildad: el poeta sabe que no tiene un papel secundario en esa historia, y, así, no puede dejar de mostrar cierto orgullo al considerarse el auténtico artífice de aquel «capricho» que la hizo dudar y con ello la debilitó, humanizándola. De este modo, con ese «Y era yo» final, se nos presenta como alguien único: aquel que, desde su insignificancia, logró conquistarla.

A tenor de la descripción que hace de su amada, podría parecer que Salinas no busca a la mujer real, sino su esencia, algo que está más allá de su apariencia, de su imagen, incluso de su propia entidad como persona. Sin embargo, esta idealización de la amada, más que reflejar una forma de entender el amor, en el fondo no parece sino responder a un convencionalismo poético que sigue la línea trazada desde Platón a Bécquer, pasando por Garcilaso.

En la composición se aprecia una abundancia de palabras pertenecientes al campo semántico de lo intelectual, y en concreto de la toma de decisiones: actos, duda, dudar, misterios, enigmas, entenderás, equivocaste, encaprichó

Hay otras que remiten más al ámbito de lo sensorial, pero que, por su carácter metafórico o su sentido figurado, se pueden enmarcar también en ese plano de lo inmaterial: pulsas el mundo, auroras, colores, tocas, la luz que te guía los pasos, andas, ves, te hace señas, te arrojas, la arena donde te tiendes, cuerpo rosado, noche, sombra, abrazar

Todo esto nos sitúa, pues, ante un amor que parece tener más de ideal que de emocional, y, desde luego, mucho más de intelectual que de físico.

6.- Interpretación, valoración, opinión.

La voz a ti debida constituye un canto al amor idealizado. Este poema, con el que Salinas inicia el libro, presenta a la amada como un ser de cualidades elevadas, en quien se origina ese mundo de amor en el que ambos viven.

El , la palabra que abre la composición, señala aquello que más importancia tiene para el poeta: la amada. Ella está presente en todo el poema, desde el principio hasta el final, en formas pronominales y verbales. Solo en los últimos versos aparece el yo, y es entonces cuando el autor se nos descubre, desde la sombra, como el único que ha sido capaz de humanizarla, enamorándola.

El poema se cierra, pues, igual que se abre: del tú ensalzando a la amada, como epicentro generador del amor, al yo orgulloso del poeta, como artífice callado, anónimo, de la relación.

Y esto nos lleva a preguntarnos: ¿es el tú el que conduce al yo, o sucede al contrario? Podría decirse que la idealización lleva al amante a considerar que el amor tiene su origen en la amada, y, sin embargo, es su propia actitud la que hace que se genere en ella el amor.

El comentario definitivo de La aurora, de García Lorca

Siguiendo el esquema de nuestro Comentario de textos definitivo, basado en seis pasos que permiten un análisis lo más completo y a la vez lo más sencillo posible, nos disponemos ahora a analizar un poema de Federico García Lorca, perteneciente al libro Poeta en Nueva York, en representación de la expresión surrealista que caracteriza a los autores de la Generación del 27. En el siguiente enlace podéis descargar la explicación del procedimiento: ANEXO. El comentario de textos definitivo

En este mismo blog podéis encontrar las siguientes entradas con comentarios de texto:

Podéis escuchar el poema magníficamente recitado en el siguiente enlace:

Y en la voz de Loquillo:

Y ahora,

Permíteme un consejo.


La aurora

La aurora de Nueva York tiene

cuatro columnas de cieno

y un huracán de negras palomas

que chapotean las aguas podridas.

La aurora de Nueva York gime    5

por las inmensas escaleras

buscando entre las aristas

nardos de angustia dibujada.

La aurora llega y nadie la recibe en su boca

porque allí no hay mañana ni esperanza posible.    10

A veces las monedas en enjambres furiosos

taladran y devoran abandonados niños.

Los primeros que salen comprenden con sus huesos

que no habrá paraíso ni amores deshojados;

saben que van al cieno de números y leyes,    15

a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.

La luz es sepultada por cadenas y ruidos

en impúdico reto de ciencia sin raíces.

Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes

como recién salidas de un naufragio de sangre.    20

1.- Localización del texto

El texto propuesto es el poema La aurora, perteneciente a la obra Poeta en Nueva York, de Federico García Lorca, autor de la Generación del 27.

Marco histórico-social

El primer tercio de siglo XX en España está marcado por la crisis política, social y económica que proviene de las postrimerías del siglo anterior y que había desembocado en la pérdida de las últimas colonias americanas.

Entre 1923 y 1930, el país está gobernado por el general Primo de Rivera. A esta dictadura le seguirá la proclamación de la Segunda República, en 1931, a la que puso fin el alzamiento militar de 1936, que dio lugar a la Guerra Civil.

En el ámbito internacional, pero con importantes repercusiones en España, se produce la Primera Guerra Mundial (1914-1918) y, pocos años después, la gran depresión económica de 1929.

La Generación del 27

Bajo este nombre integramos a un grupo de escritores, fundamentalmente poetas, que componen su obra desde una perspectiva de vía de escape a la situación de crisis que atraviesa el mundo occidental.

Se les considera en cierto modo herederos del Novecentismo y de los movimientos vanguardistas, que habían roto con la temática y la estética del Realismo y el Naturalismo, fríamente apegados a la realidad cotidiana. Reciben una gran influencia de la denominada «poesía pura» de Juan Ramón Jiménez, una poesía introspectiva, desnuda, cargada de simbolismo. Las vanguardias se fijan sobre todo en el ámbito de los sueños (surrealismo), en la descomposición de la realidad (cubismo), en los avances tecnológicos (futurismo)… y consideran la creación artística como una actividad intelectual lúdica, de evasión.

En medio de este ambiente cultural, en 1927, un grupo de poetas se reúne para rendir un homenaje a Luis de Góngora, con ocasión del tercer centenario de la fecha de su muerte. Se trata de Pedro Salinas, Rafael Alberti, Gerardo Diego, Federico García Lorca, Jorge Guillén, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre, Emilio Prados, Manuel Altolaguirre…

Dicho homenaje nos da idea del planteamiento artístico que impulsa la fundación del grupo:

  • Fusión de las formas y los temas de la poesía tradicional con un deseo vanguardista de renovación temática y estética.
  • Atracción también por los clásicos, y en especial por Góngora, en quien confluyen poesía culta y poesía de tipo tradicional.
  • Como alternativa a la crisis que los rodea, exploración del mundo de lo inconsciente, los sueños…
  • Interés por temas profundos, de carácter subjetivo: el ser humano, el amor (en algunos casos prohibido), la vida, la muerte, el sentimiento de justicia…
  • Reflejo de la realidad, y en especial de ese ámbito inconsciente, por medio de metáforas, imágenes y símbolos. Su intención no es describirla, sino representarla.
  • Búsqueda de la belleza, como forma de distanciamiento de lo real.
  • Los poemas son composiciones muy cuidadas desde el punto de vista estético: lirismo, armonía formal, belleza de imágenes, precisión léxica, etc.
  • Las estrofas más utilizadas provienen de la poesía tradicional (romances, coplas…) y de la poesía clásica (sonetos, tercetos…). Pero también es muy frecuente el uso del verso libre, sin sujeción a metro ni a rima, en el que el esquema rítmico viene dado por las repeticiones, las estructuras paralelas…

Algunos de los principales autores de la Generación del 27, son:

  • Gerardo Diego. Su producción poética gira en torno a temas de contenido sentimental, religioso, etc. El romancero de la novia, Versos humanos, Versos divinos, Paisaje con figuras
  • Pedro Salinas. El tema central de su obra es el amor: La voz a ti debida, Razón de amor
  • Rafael Alberti. Su obra refleja la nostalgia de su tierra y también cierta idealización de la realidad: Marinero en tierra, Sobre los ángeles
  • Vicente Aleixandre. Es el autor más laureado de su generación: fue miembro de la Real Academia y obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1977. Su obra gira en torno a temas humanos, tales como los sentimientos, la vida o la muerte: La destrucción o el amor, Sombra del Paraíso, Historia del corazón
  • Jorge Guillén. Su obra se inscribe inicialmente dentro de la llamada «poesía pura». En Cántico expresa su entusiasmo por el maravilloso don de la vida. Sin embargo, posteriormente, la conciencia de la realidad dolorosa le llevará a componer una obra de sentido contrario: Clamor.
  • Luis Cernuda. Compone una poesía sensible, melancólica y dolorosa, pero a la vez sumamente intelectual: Égloga, elegía, oda, Los placeres prohibidos, Donde habite el olvido
  • Federico García Lorca. En el siguiente apartado analizaremos en profundidad su vida y su obra.
  • Miguel Hernández. Es el más joven del grupo. Prácticamente no convive con el resto de sus integrantes, y eso hace que se cuestione su pertenencia a él. Su poesía es apasionada, tanto cuando habla de sentimientos (El rayo que no cesa, Cancionero y romancero de ausencias), como cuando expresa su pensamiento político (Viento del pueblo).

Después de la Guerra Civil, en 1939, aunque los autores continúan su actividad poética, el grupo desaparece como tal: García Lorca es asesinado; Miguel Hernández muere en prisión; Pedro Salinas, Jorge Guillén, Luis Cernuda y Rafael Alberti se exilian, y Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre y Gerardo Diego permanecen en España.

Federico García Lorca

Nace en Fuente Vaqueros (Granada), en 1898, en el seno de una familia acomodada.

Estudia Filosofía y Letras y Derecho en la Universidad de Granada, y participa en tertulias literarias.

En 1919 se traslada a Madrid, a estudiar en la Institución Libre de Enseñanza, donde conoce a grandes intelectuales del momento, como Juan Ramón Jiménez, y además traba una estrecha amistad con compañeros como Luis Buñuel, Rafael Alberti o Salvador Dalí. También comienza su actividad literaria, con la publicación de Libro de poemas.

En 1921, conoce en Granada a Manuel de Falla, con quien colabora en varios proyectos en torno al folclore andaluz. Fruto de esa relación será su Poema del cante jondo.

Mantiene una intensa amistad con Salvador Dalí y, entre 1925 y 1927, una relación sentimental con el escultor Emilio Aladrén.

En 1927 participa en el acto que algunos poetas celebran en Sevilla para conmemorar los trescientos años de la muerte de Luis de Góngora, y que constituirá el punto de arranque común del grupo denominado Generación del 27.

Ese año publica Canciones y al siguiente el Romancero gitano, dos obras que le proporcionan gran éxito literario, pero que a la vez le encasillan en un registro folclórico que él pretende superar.

En 1929 viaja a Nueva York y el contacto con aquel mundo capitalista, tecnificado y deshumanizado le impacta negativamente, impresiones que plasmará en su obra Poeta en Nueva York.

A su regreso a España, en 1931, funda la compañía teatral itinerante La Barraca, integrada por estudiantes universitarios, con la que va representando por la geografía española obras de teatro clásico.

En 1933 viaja a Buenos Aires, donde dirige la representación de Bodas de sangre, Mariana Pineda, La zapatera prodigiosa y El retablillo de don Cristóbal.

A su vuelta a España, en 1934, escribe algunas de sus obras más famosas: Yerma, Doña Rosita la soltera, La casa de Bernarda Alba

Pero en aquellos momentos el país atraviesa una situación de inestabilidad política: los sectores de la derecha adoptan una actitud agresiva, e incluso violenta, contra el gobierno republicano y sus partidarios. Así, Lorca se convierte en objeto de ataques por parte de la prensa reaccionaria, no solo por sus amistades con personajes de ideología progresista, sino también por su homosexualidad.

Y en agosto de 1936, un mes después de la sublevación militar que había dado lugar a la Guerra Civil, García Lorca es apresado y fusilado.

Obra

La poesía de Lorca constituye una expresión del sentimiento trágico de la vida, con una constante presencia del amor y de la muerte, estrechamente vinculados entre sí.

Aunque, en general, en toda ella predomina un tratamiento próximo a lo tradicional y en conjunto tiene una serie de elementos temáticos y estilísticos que le dan unidad, podemos distinguir en su producción poética tres etapas:

  • La primera estaría más influenciada por la estética del Novecentismo y la «poesía pura». Comprendería obras como Impresiones y paisajes y Libro de poemas.
  • La segunda estaría inspirada en el folclore andaluz (incluyendo el tópico que asocia a este el mundo gitano), siempre contemplado desde una perspectiva trágica. A ella pertenecerían Canciones, Poema del cante jondo y Romancero gitano.
  • En la tercera, más madura, el poeta proyectaría sobre su obra sentimientos profundos de soledad, frustración, amargura… Incluiría Poeta en Nueva York, Diván del Tamarit, Sonetos del amor oscuro

El estilo característico de la poesía de Lorca resulta, pues, de la combinación de elementos populares, cultos y vanguardistas, unificados todos ellos por el uso recurrente de determinadas metáforas. Se trata de imágenes sumamente expresivas, cargadas de significado, con frecuencia difíciles de comprender, que suelen relacionar realidades muchas veces contradictorias: así, por ejemplo, la luna suele vincularse con la fecundidad, pero también con su contrario, la muerte; lo mismo sucede con el agua, que puede sugerir tanto vida como muerte; o la sangre, que asimismo remite a la sexualidad o a la muerte; el caballo suele hacer referencia a la masculinidad; el toro y las navajas a la muerte…

Por lo que respecta a su producción dramática, que bebe de las fuentes de teatros tan diversos como el modernista, el barroco y el de títeres, está también cargada de poesía y de simbolismo. Puede agruparse en cuatro bloques:

  • Farsas: La zapatera prodigiosa, Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín, El retablillo de don Cristóbal
  • Dramas: Doña Rosita la soltera, Mariana Pineda y La casa de Bernarda Alba.
  • Tragedias: Bodas de sangre y Yerma.
  • Obras «irrepresentables»: El público, Así que pasen cinco años

Poeta en Nueva York

Entre 1929 y 1930, como medida de precaución, después de haberse manifestado de forma crítica contra la dictadura de Primo de Rivera, y a la vez deseoso de poner distancia con el escultor Emilio Aladrén, con el que acababa de romper una relación sentimental, García Lorca se marcha a Nueva York, y, fruto de esa experiencia vital, compondrá el libro Poeta en Nueva York.

En él proyecta la tristeza, la angustia y la desolación que le produce la sociedad norteamericana, moderna, capitalista y fuertemente industrializada, pero sobre todo deshumanizada. Es, en fin, todo lo contrario a aquel ámbito del campo andaluz que había reflejado en su Romancero gitano.

La obra no constituye una narración de su estancia allí, sino más bien la expresión del sentimiento de angustia que esta le produce: un canto triste, un lamento, ante la contemplación de aquella sociedad del futuro, que ha perdido sus valores naturales esenciales.

El poeta halla también una equiparación de la situación de discriminación que viven las minorías étnicas y las clases más desfavorecidas, con su propia situación, rechazado por su condición sexual.

La obra es, pues, un canto a la libertad, a la justicia, al amor, a la belleza… en definitiva, a todo aquello que no encuentra en ese mundo materialista y alienante, producto de un desarrollo económico que ha desembocado en una gran depresión.

Poeta en Nueva York supone un notable cambio en el lenguaje poético de Lorca. El surrealismo le proporciona una mayor libertad creativa, dando rienda suelta al subconsciente para expresar sus sentimientos más íntimos ante la realidad que le rodea, y sin sujetarse a convencionalismos estéticos: en este sentido, la metáfora constituye la herramienta perfecta para la creación de una obra irracional, en la que se relacionan, de un modo aparentemente ilógico, carente de sentido, con un lenguaje onírico, conceptos, objetos y emociones; junto a este recurso, el verso libre proporciona al poeta la flexibilidad creativa necesaria para manifestarse sin ataduras métricas.

Los símbolos, las imágenes y las metáforas de esta obra remiten obsesivamente a la muerte o a la pérdida de la inocencia infantil. De este modo, Poeta en Nueva York no resulta una descripción de lugares, ni una narración de vivencias, sino la expresión de las emociones que producen al autor tales lugares y tales vivencias. Así, la ciudad, más que un lugar habitado, resulta el reflejo de la intimidad triste, desolada, rechazada, desesperanzada, del poeta.

El objetivo de Lorca no será que el lector conozca su experiencia vital, sino que la comparta y se emocione con ella.

2.- Determinación del tema

El poema La aurora constituye una descripción subjetiva de la ciudad y la vida de Nueva York al amanecer.

3.- Distribución de su estructura y resumen de su argumento.

Básicamente, el poema se divide en tres partes:

  • Estrofas primera y segunda (versos 1-8): descripción de la aurora en la ciudad.
  • Tercera estrofa (versos 9-12): primeras referencias al elemento humano.
  • Estrofas cuarta y quinta: (versos 13-20): la vida cotidiana comienza en las calles de la ciudad.

Resumen

Al amanecer, la luz va iluminando el cielo de Nueva York y definiendo la silueta oscura de sus edificios.

Pero la aurora no hace sino proyectar luz sobre la miseria y la desigualdad de la sociedad neoyorquina.

Las gentes saben que su vida consiste en trabajar, en esforzarse, en sufrir, sin esperanza de alcanzar la felicidad. Esta deshumanización es el resultado de la industrialización y el capitalismo llevados al extremo.

Vemos, pues, que el poema realiza primero una descripción de la ciudad, que se va iluminando poco a poco bajo la luz del amanecer, haciendo alusión de forma simbólica a los efectos que sobre la economía y la sociedad ha tenido el desordenado sistema capitalista. A continuación, se centra en sus habitantes, que van saliendo a las calles al hacerse de día, y que son los afectados por dicha situación económica y social.

4.- Comentario de la forma y el estilo.

Se trata de un poema formado por cinco estrofas de cuatro versos, con distintos metros: las dos primeras tienen medidas irregulares, entre 8 y 11 sílabas, mientras que las tres últimas están construidas con alejandrinos, versos de 14 sílabas, divididos en dos hemistiquios de 7 sílabas cada uno, separados por una pausa, llamada cesura. En ambos casos, las estrofas carecen de rima (verso libre).

La distribución métrica responde al esquema:

9 –

8 –

10 –

11 –

9 –

9 –

8 –

9 –

7+7 –

7+7 –

7+7 –

7+7 –

7+7 –

7+7 –

7+7 –

7+7 –

7+7 –

7+7 –

7+7 –

7+7 –

Contrasta, por tanto, la irregularidad de las dos primeras estrofas con la rigidez métrica de las otras tres. En estas últimas, para hacer regular la medida de los versos es necesario acudir a ciertos recursos, tales como:

  • Sinalefa. Articulación en una sola sílaba de dos vocales separadas (última de una palabra y primera de la siguiente).

Puede darse entre vocales iguales:

La_aurora llega y nadie (v. 9)

O entre vocales separadas que formarían diptongo:

ni_esperanza posible (v. 10)

También se produce entre vocales fuertes:

buscando entre las aristas (v. 7)

Incluso separadas por h-:

que no_habrá paraíso (v. 14)

<object class="wp-block-file__embed" data="https://trabajosdeliteratura.files.wordpress.com/2016/04/anexo.-metrica-facil.pdf&quot; type="application/pdf" style="width:100%;height:600px" aria-label="<strong><mark style="background-color:rgba(0, 0, 0, 0)" class="has-inline-color has-medium-pink-color">ANEXO. Métrica fácil</mark>ANEXO. Métrica fácilDescarga


Podemos encontrar varias figuras retóricas, tales como:

  • Anáfora. Repetición de palabras al principio de varios versos.

Las tres primeras estrofas comienzan igual: «La aurora…» (vv. 1, 5 y 9)

  • Estructuras paralelas. Las dos primeras estrofas se abren con versos que responden a una estructura sintáctica idéntica:

La aurora de Nueva York tiene (v. 1)

La aurora de Nueva York gime (v. 5)

El segundo verso de las estrofas tercera y cuarta también responde a un esquema sintáctico semejante:

porque allí no hay mañana ni esperanza posible (v. 10)

que no habrá paraíso ni amores deshojados (v. 14)

Los dos hemistiquios del verso 16 están construidos de forma similar:

a los juegos sin arte, a sudores sin fruto (v. 16)

  • Paronomasia. Se juega con el parecido formal de dos términos, para poner de relieve la diferencia semántica entre ellos.

saben que van al cieno de números y leyes (v. 15)

Lorca juega con el parecido de las palabras «cielo» y «cieno«. Un cielo en el que imperan economistas y abogados no es un cielo, sino un cieno.

  • Personificación. Atribución de cualidades humanas a alguna entidad que carece de ellas.

La aurora de Nueva York gime (v. 5)

enjambres furiosos (v. 11)

las monedas (…) devoran abandonados niños (vv. 11-12)

  • Comparación.

…gentes que vacilan insomnes

como recién salidas de… (vv. 19-20)

  • Hipérbaton. Alteración voluntaria del orden lógico-sintáctico de los elementos de la oración.

La construcción sintáctica responde, en general, a un orden muy ortodoxo. Si acaso se puede encontrar algún hipérbaton muy suave, como por ejemplo el siguiente, en el que se introduce el complemento circunstancial entre el verbo y su complemento directo:

buscando entre las aristas

nardos de angustia dibujada (vv. 7-8)

  • Aliteración. Se percibe una acumulación de fonemas dentales y nasales en el verso:

taladran y devoran abandonados niños (v. 12)

  • Sinestesia. Se atribuye a un sustantivo una cualidad que se percibe con un sentido que, de forma lógica, no le corresponde.

Se atribuye la facultad de comprender a un órgano del cuerpo humano diferente del cerebro:

Los primeros que salen comprenden con sus huesos (v. 13)

  • Símbolo.

«las monedas» (v. 11) simbolizan al sistema económico capitalista.

«números y leyes» (v. 15) simbolizan respectivamente la economía y el derecho.

  • Metáfora.

Se trata de imágenes que remiten a una realidad diferente a la que se refieren literalmente. Algunas de ellas son:

«columnas de cieno» (v. 2): rascacielos o chimeneas.

«huracán de negras palomas» (v. 3): nubes negras o chorros de humo.

«inmensas escaleras» (v. 6): silueta de los edificios.

«amores deshojados» (v. 14): esperanza, ilusión.

En general, como puede observarse, se trata de recursos retóricos no demasiado complejos, salvo en lo que se refiere al uso de metáforas.

<object class="wp-block-file__embed" data="https://trabajosdeliteratura.files.wordpress.com/2016/02/anexo.-recursos-retoricos-de-la-lengua-cotidiana.pdf&quot; type="application/pdf" style="width:100%;height:600px" aria-label="<strong><mark style="background-color:rgba(0, 0, 0, 0)" class="has-inline-color has-bright-blue-color">ANEXO. Recursos retóricos de la lengua cotidiana</mark>ANEXO. Recursos retóricos de la lengua cotidianaDescarga

Además, aunque se aprecia una clara tendencia a la subordinación, la sintaxis tampoco reviste demasiada complejidad. La dificultad en la comprensión del poema no viene, pues, de la mano de la construcción, sino que se debe sobre todo a su contenido metafórico.

El poema es, como el propio título indica, una descripción del amanecer en la ciudad de Nueva York. En virtud de ese componente descriptivo, encontramos, pues, abundantes sustantivos, muchos de ellos matizados con adjetivos: «aurora» (vv. 1, 5 y 9), «columnas de cieno» (v. 2), «huracán«, «negras palomas» (v. 3), «aguas podridas» (v. 4), «inmensas escaleras» (v. 6), «aristas» (v. 7), «nardos«, «angustia dibujada» (v. 8), «enjambres furiosos» (v. 11), «abandonados niños» (v. 12), «luz«, «cadenas«, «ruidos» (v. 17)…

Pero esta descripción tiene una importante carga subjetiva, reflexiva, que va asociada a sustantivos abstractos, tales como «angustia«, «mañana«, «esperanza«, «paraíso«, «amores«, «ciencia«… Además, aparecen sustantivos concretos con sentido simbólico, que remiten a realidades abstractas: «monedas» (capitalismo), «números» (economía) «leyes» (derecho), «cadenas y ruidos» (industria)…

Por otra parte, encontramos verbos que constituyen el soporte de la descripción: «tiene» (v. 1), «hay» (vv. 10 y 19), «es» (v. 17)… Pero también otros que la matizan con acción, sea atribuida a la aurora que se va extendiendo por la ciudad, sea realizada por los ciudadanos que la habitan: «chapotean» (v. 4), «gime» (v. 5), «llega«, «recibe» (v. 9), «taladran y devoran» (v. 12), «salen» (v. 13), «van» (v. 15), «vacilan» (v. 19)…

Por lo que respecta al tiempo en el que se desarrolla el poema, encontramos sobre todo formas verbales de presente, referidas a realidades permanentes: «tiene«, «chapotean«, «gime«, «llega«, «recibe«, «hay«, «taladran«, «devoran«, «salen«, «saben«, «van«, «es«, «hay«… Tan solo un verbo en tiempo futuro, «habrá» (v. 14), alude a ese porvenir incierto, en el que nadie parece confiar.

El tono del poema es triste, melancólico, angustiado… especialmente en la parte en la que aparece el elemento humano, de forma incipiente en la tercera estrofa y ya con claridad en las dos últimas.

A ese tono contribuye, en buena medida, el ritmo pausado del largo verso alejandrino, en que se construyen tales tres estrofas.


En resumen, puede decirse que Lorca emplea un estilo sencillo en cuanto a la construcción sintáctica del poema, pero muy oscuro en cuanto a su significado, ya que en él se suceden gran cantidad de metáforas, imágenes oníricas de tinte surrealista, muy complejas, pero a la vez muy sensoriales, visuales, casi palpables, lo que hace que el conjunto no resulte demasiado caótico. El objetivo del poeta no parece ser tanto que el lector comprenda plenamente el mensaje, como que experimente sensaciones y sienta lo mismo que siente él. En el siguiente apartado intentaremos aclarar el significado de estas imágenes.

5.- Comentario del contenido.

El poema La aurora constituye una descripción desgarrada de la deshumanizada sociedad neoyorquina, producto de una feroz economía capitalista.

El amanecer de un nuevo día trae consigo la luz del sol que ilumina las tinieblas de la noche; suele simbolizar renacimiento, vuelta a la vida, y habitualmente representa un motivo de alegría, de esperanza. Sin embargo, este hecho cotidiano aquí aparece cargado de elementos negativos, por la terrible realidad social que con su luz viene a iluminar: miseria, injusticia, desigualdad, soledad, angustia, desilusión… La aurora de Nueva York trae consigo, en efecto, un nuevo día, pero para muchas personas no representa sino un día más de dolor y de angustia.

El poema se abre con una descripción, que pretende ser objetiva, del amanecer sobre la ciudad de Nueva York:

«La aurora de Nueva York tiene» (v. 1)

Pareciera que en una oración tan neutra solo pudieran encajar imágenes que describieran los elementos que suelen distinguirse en un amanecer urbano. Sin embargo, inmediatamente, el poeta muestra sus emociones ante el horror que le produce todo aquello que sale a la luz con la llegada de un nuevo día.

El principal rasgo que caracteriza a la aurora neoyorquina son

«cuatro columnas de cieno» (v. 2),

lo que, antes de profundizar en el significado de la imagen, ya produce cierta repulsión. ¿A qué se refiere Lorca con esas cuatro columnas negras? Podrían tratarse de las cuatro columnas en que se sujeta cualquier estructura, y que constituirían los cimientos de la ciudad: Nueva York estaría, pues, cimentada sobre algo tan repugnante e inestable como es el cieno. Sin embargo, parece tratarse de algo más visual, como por ejemplo los cuatro rascacielos principales, que a finales de los años 20 eran el Edificio Chrysler (319 m), el Edificio Woolworth (241 m), la Torre de la Metropolitan Life Insurance Company Tower (213 m) y el Edificio Singer (186 m); a la luz crepuscular, estos cuatro rascacielos semejarían cuatro columnas oscuras, del color del cieno. Pero si completamos esta imagen con la que aportan los dos siguientes versos, aún podríamos ir más allá:

«y un huracán de negras palomas

que chapotean las aguas podridas» (vv. 3-4).

Esas «negras palomas» revoloteando en el cielo podrían hacer referencia a las oscuras nubes del amanecer, reflejándose («chapoteando«) en las aguas del río (el East River, que separa Long Island de Manhattan), que adquirirían así también un tono turbio. Las palomas, asociadas habitualmente al color blanco, y que constituyen un símbolo de paz, aparecen aquí ennegrecidas, como pájaros de mal agüero, y además enfangadas en aguas podridas, evocando la imagen de las grisáceas ratas corriendo por las repugnantes aguas residuales.

El término «huracán«, por su forma de cono invertido, nos sugiere una imagen más, muy vinculada con la industrialización salvaje y la contaminación del aire y de las aguas. Nos referimos al humo negro de las chimeneas de las fábricas. Desde esta perspectiva, las cuatro columnas de cieno podrían ser cuatro chimeneas vomitando sendos huracanes de humo negro, que se reflejarían en las aguas del río, a su vez contaminadas por los vertidos.

En síntesis, en esta primera estrofa encontramos tres símbolos habitualmente positivos, como son el amanecer, la paloma y el agua corriente, teñidos de negatividad, con el fin de crear, ya desde el principio, un ambiente emponzoñado.

La segunda estrofa se abre con un verso que remite paralelísticamente al primero. Sin embargo, en este caso el verbo neutro «tiene» es sustituido por otro mucho más expresivo:

«La aurora de Nueva York gime» (v. 5)

La aurora no solo ilumina la ciudad, sino que además, personificada, sufre por lo que va descubriendo, a medida que avanza su luz,

«por las inmensas escaleras» (v. 6)

Con esta imagen, Lorca parece referirse a la oscura silueta escalonada de los grandes edificios, recortada sobre el cielo que empieza a iluminarse.

La aurora avanza lentamente,

«buscando entre las aristas

nardos de angustia dibujada» (vv. 7-8)

Pero las duras aristas de los edificios de acero y hormigón son un espacio poco propicio para encontrar la pureza, la sensibilidad, la delicadeza… y la aurora únicamente puede hallar angustia.

La tercera estrofa constituye una transición, en la que continúa la descripción de la aurora (de hecho, se abre anafóricamente, como las dos estrofas precedentes, con este término), pero comienza a aparecer, todavía incipientemente, el elemento humano, la parte esencial de la ciudad, que adquirirá protagonismo en la última parte del poema.

«La aurora llega y nadie la recibe en su boca» (v. 9)

En las dos primeras estrofas hemos visto descrita la llegada de una aurora cargada de elementos negativos. Quizá por ello nadie la contempla como una bendición, como un regalo de la naturaleza, o como un don de la divinidad, si atendemos a la imagen de recibirla «en la boca», como si del sacramento de la comunión se tratara. El siguiente verso refuerza esta dimensión transcendental:

«porque allí no hay mañana ni esperanza posible» (v. 10)

En una ciudad como Nueva York (el adverbio «allí» para referirse a ella marca una evidente distancia, más psicológica que geográfica), las personas carecen de futuro cierto, y, lo que es peor, de cualquier esperanza de mejorar su vida… o de salvación, si seguimos con la perspectiva cuasi religiosa que se apuntaba en el verso anterior.

«A veces las monedas en enjambres furiosos

taladran y devoran abandonados niños» (vv. 11-12)

El sistema económico capitalista, materialista, deshumanizado y deshumanizador, voraz y destructivo, aparece representado como un furioso enjambre de monedas-abeja (imagen muy gráfica, de carácter onírico, que podría encajar perfectamente en un cuadro de Dalí), que, provistas de aguijones mecánicos en forma de taladro, atacan sin piedad a los más desprotegidos.

En 1929, se inicia en Nueva York, con la caída de la Bolsa, una gran depresión económica que adquiere dimensiones globales, y que supone la quiebra del sistema bancario, un brusco descenso de la producción industrial y comercial, y, en consecuencia, un aumento en las cifras de desempleo, con el empobrecimiento social e individual que todo ello implica. La mendicidad, las colas para conseguir una ración de comida, los hombres sentados en las aceras o delinquiendo, los niños vagando o dedicados al pillaje… se convierten en imágenes cotidianas en una ciudad que había sido capital de la economía mundial y que ahora carece de futuro.

En la cuarta estrofa se introduce en la descripción el elemento humano, con el que Lorca se identifica plenamente, por su sufrimiento sin esperanza.

«Los primeros que salen comprenden con sus huesos

que no habrá paraíso ni amores deshojados» (vv. 13-14)

Con la luz del día, las gentes van saliendo a las calles. Pero, en lo más íntimo («con sus huesos«), saben que el día que comienza es un día más, en nada diferente al anterior y al que vendrá; saben que la vida no es ni será fácil para ellos (continuando con la alegoría pseudo religiosa que hemos visto en versos anteriores, «no habrá paraíso«, ese lugar en el que, según lo describe la Biblia, no existe el sufrimiento, y en el que los hombres disponen de todo lo necesario al alcance de la mano, sin tener que trabajar), y, lo que es aún peor, que no se divisa un futuro mejor, por lo que no pueden permitirse ni siquiera albergar una remota esperanza de felicidad, como la que solemos confiar al azar, cuando deshojamos una margarita, con la ilusión de ver nuestro amor correspondido («amores deshojados«).

Este último verso guarda un paralelismo semántico con el 10: «porque allí no hay mañana ni esperanza posible«. Con términos diferentes, en ambos se hace referencia a la misma falta de esperanza en un futuro mejor.

Esos ciudadanos desahuciados

«saben que van al cieno de números y leyes» (v. 15)

Para ellos no hay paraíso, sino infierno, inmundicia, lodo, fango… un cenagal de dinero y de normas. Continuando con la alegoría de imágenes religiosas, cabe interpretar que esas gentes saben que, al salir de casa, lo que les espera no es un paraíso: no van al cielo, sino que «van al cieno«, porque un lugar en el que imperan economistas y abogados no es un cielo, sino un cieno (paronomasia que pone el acento en la miseria, la injusticia, el materialismo… de la sociedad neoyorquina).

Y a aquellos afortunados que consiguen alguna ocupación con la que ganarse el sustento, la realidad laboral que les espera es poco gratificante, pues van

«a los juegos sin arte, a sudores sin fruto» (v. 16)

o lo que es lo mismo, a trabajos desagradables, poco reconocidos y apenas recompensados.

El poema se cierra con una estrofa que retoma la imagen de esa luz que sigue avanzando por la ciudad:

«La luz es sepultada por cadenas y ruidos» (v. 17)

Cualquier atisbo de esperanza que esa luz pudiera traer consigo es apagado, ensordecido, extinguido, por la pesada maquinaria de la economía y la industria. La imagen «cadenas y ruidos» parece remitir al futurismo, otra de las corrientes vanguardistas de principios de siglo.

La neoyorquina es una sociedad que se ha desarrollado de espaldas a la vida natural,

«en impúdico reto de ciencia sin raíces» (v. 18)

No solo su economía, sino su actual forma de vida, se halla fundada sobre la moderna tecnología, «ciencia sin raíces«, menospreciando esas otras «ciencias» intemporales, que proceden de una tradición de sabiduría transmitida a lo largo de la historia de la humanidad, y que valoran sobre todo el desarrollo personal, el arte, el pensamiento, la cultura…

Y, a medida que la ciudad se ilumina, vemos cómo

«Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes

como recién salidas de un naufragio de sangre» (vv. 19-20)

La imagen con la que culmina el poema tiene también una gran potencia visual: nos muestra a esas gentes desocupadas, empobrecidas, desharrapadas, abatidas moralmente, desorientadas, vagando sin rumbo por las calles («vacilan insomnes«), como sin reconocerse a sí mismas, como sin comprender el modo en que han llegado a sumirse en esa terrible situación («naufragio de sangre«).

En este poema, la llegada de la aurora parece constituir simplemente una excusa para que García Lorca reflexione sobre la dramática situación de la sociedad neoyorquina, fuertemente industrializada, pero también descapitalizada debido a la crisis financiera. La Nueva York que el poeta se encuentra es una ciudad en la quiebra, donde todo lo humano había sido desplazado por la industria y los intereses económicos, y ahora estos pilares también se han venido abajo.

La ciudad adquiere aquí, sobre todo, un valor abstracto, como núcleo de insolidaridad, de deshumanización, de intolerancia, de falta de respeto hacia los derechos humanos, de injusticia, de incomprensión… que no produce en sus habitantes sino dolor, angustia, falta de esperanza… La ciudad de Nueva York se convierte así, bajo la mirada de Lorca, en un reflejo de sus sentimientos más íntimos: el injusto rechazo de que es objeto por su orientación emocional y sexual, la soledad, el dolor producido por el abandono de su amante, la angustia, la falta de futuro que encuentra para su propia situación vital…

En el texto se aprecia una abundancia de palabras pertenecientes al campo semántico de la naturaleza, empezando por el propio título: «aurora«, «cieno«, «huracán«, «palomas«, «aguas«, «nardos«, «boca«, «enjambres«, «niños«, «huesos«, «sudores«, «fruto«, «luz«, «gentes«, «sangre«…

Sin embargo, el carácter simbólico de algunas de ellas, su connotación negativa («negras palomas«, «aguas podridas«, «nardos de angustia«, «enjambres furiosos«…) o su yuxtaposición con términos referidos al entorno urbano («columnas«, «escaleras«, «barrios«…), industrial («cadenas«, «ruidos«…) o económico («monedas«, «números«, «leyes«…), configuran un campo semántico que remite, más que al ámbito natural, a la ciudad moderna.

En general, como se puede apreciar, se trata de un vocabulario común, y es, por tanto, su carácter metafórico lo que confiere al poema esa complejidad semántica.

6.- Interpretación, valoración, opinión.

La aurora constituye una espléndida muestra de esa vertiente de «poesía pura» de la Generación del 27, muy cuidada formalmente y a la vez sumamente complicada desde el punto de vista semántico, en virtud del uso intensivo de metáforas surrealistas.

En este poema, García Lorca va más allá de la mera descripción del amanecer sobre la ciudad de Nueva York, y en seguida pasa a reflexionar sobre los males que aquejan a esta: soledad, depresión, injusticia, desigualdad, miseria económica y moral, tristeza, sentimiento de rechazo, angustia ante la falta de futuro… Son las consecuencias de un capitalismo salvaje, de un sistema económico sin alma, deshumanizado y deshumanizador, que ha otorgado preeminencia a los intereses financieros por encima de la vida natural de las personas y el entorno.

Así, la aurora, que constituye el renacer de un nuevo día y que suele ser motivo para recuperar las esperanzas cansadas, lo único que hace aquí es proyectar luz sobre la degradada situación de la sociedad neoyorquina y poner de relieve el hecho de que, para muchas personas, el amanecer no representa sino el comienzo de otro día más de angustia.

Probablemente aquella realidad debió de impactar considerablemente a Lorca, habituado al ámbito rural de su Andalucía, y cuyo cosmopolitismo no había llegado más allá de los ambientes culturales madrileños. Y no tardó en sentirse identificado con el drama de aquellas gentes.

Además, a través de esta descripción dolorida, el poeta parece estar expresando también sus propios sentimientos: incomprensión de la sociedad hacia su inclinación emocional y sexual, abandono por parte de su amante, falta de esperanza…

El resultado es un poema sobrecogedor, que nos hace reflexionar sobre la fragilidad de un mundo como el nuestro, casi cien años más evolucionado que el que impresionó a García Lorca, y por tanto cada vez más tecnologizado, en el que los hombres nos estamos convirtiendo, por voluntad propia, en elementos prescindibles para la sociedad. Solo se me ocurre, como alternativa, intentar aprender a ver en cada aurora una nueva oportunidad para vivir. Plenamente.