El comentario definitivo de la Oda a la vida retirada, de Fray Luis

Siguiendo el esquema de nuestro Comentario de textos definitivo, basado en seis pasos que permiten un análisis lo más completo y a la vez lo más sencillo posible, nos disponemos ahora a analizar la Oda a la vida retirada, de Fray Luis de León, como muestra de la poesía religiosa de la última etapa del Renacimiento, en concreto de la corriente ascética. En el siguiente enlace podéis descargar la explicación del procedimiento: ANEXO. El comentario de textos definitivo

En este mismo blog podéis encontrar las siguientes entradas con comentarios de texto:

Antes de iniciar el comentario, merece la pena escuchar el poema, magníficamente recitado:

Y ahora,

Permíteme un consejo.

Oda a la vida retirada. Fray Luis de León

[1]

¡Qué descansada vida

la del que huye del mundanal ruïdo,

y sigue la escondida

senda por donde han ido

los pocos sabios que en el mundo han sido!     5

[2]

Que no le enturbia el pecho

de los soberbios grandes el estado,

ni del dorado techo

se admira, fabricado

del sabio Moro, en jaspe sustentado.     10

[3]

No cura si la fama

canta con voz su nombre pregonera,

ni cura si encarama

la lengua lisonjera

lo que condena la verdad sincera.     15

[4]

¿Qué presta a mi contento,

si soy del vano dedo señalado;

si, en busca deste viento,

ando desalentado

con ansias vivas, con mortal cuidado?     20

[5]

¡Oh monte, oh fuente, oh río!

¡Oh secreto seguro, deleitoso!

Roto casi el navío,

a vuestro almo reposo

huyo de aqueste mar tempestuoso.     25

[6]

Un no rompido sueño,

un día puro, alegre, libre quiero;

no quiero ver el ceño

vanamente severo

de a quien la sangre ensalza o el dinero.               30

[7]

Despiértenme las aves

con su cantar sabroso no aprendido,

no los cuidados graves

de que es siempre seguido

el que al ajeno arbitrio está atenido.     35

[8]

Vivir quiero conmigo,

gozar quiero del bien que debo al cielo,

a solas, sin testigo,

libre de amor, de celo,

de odio, de esperanzas, de recelo.     40

[9]

Del monte en la ladera,

por mi mano plantado tengo un huerto,

que, con la primavera,

de bella flor cubierto,

ya muestra en esperanza el fruto cierto.     45

[10]

Y, como codiciosa

por ver y acrecentar su hermosura,

desde la cumbre airosa

una fontana pura

hasta llegar corriendo se apresura,     50

[11]

y luego, sosegada,

el paso entre los árboles torciendo,

el suelo de pasada

de verdura vistiendo

y con diversas flores va esparciendo.     55

[12]

El aire el huerto orea

y ofrece mil olores al sentido;

los árboles menea

con un manso ruïdo

que del oro y del cetro pone olvido.     60

[13]

Ténganse su tesoro

los que de un falso leño se confían;

no es mío ver el lloro

de los que desconfían

cuando el cierzo y el ábrego porfían.     65

[14]

La combatida antena

cruje, y en ciega noche el claro día

se torna, al cielo suena

confusa vocería,

y la mar enriquecen a porfía.     70

[15]

A mí una pobrecilla

mesa de amable paz bien abastada

me basta, y la vajilla,

de fino oro labrada

sea de quien la mar no teme airada.     75

[16]

Y mientras miserable-

mente se están los otros abrazando,

con sed insacïable

del peligroso mando,

tendido yo a la sombra esté cantando;     80

[17]

a la sombra tendido,

de hiedra y lauro eterno coronado,

puesto el atento oído

al son dulce, acordado,

del plectro sabiamente meneado.     85

1.- Localización del texto

El poema es la Oda a la vida retirada, de Fray Luis de León, poeta castellano de la segunda mitad del siglo XVI, período en que se sitúan las postrimerías del Renacimiento en España, próximo ya a la estética barroca que se avecina.

El Renacimiento se caracteriza fundamentalmente por una recuperación de la cultura clásica (Grecia y Roma antiguas), que se traslada a todas las manifestaciones artísticas.
La lírica renacentista nace a partir del modelo marcado en Italia por Petrarca, cuya poesía constituye una expresión idealizada del sentimiento amoroso. Pero esta idealización que envuelve la visión general de la realidad, a medida que avanza el siglo XVI, va perdiendo el tono pagano clásico y, bajo la presión contrarreformista del Concilio de Trento, va ganando en religiosidad, para terminar derivando hacia una espiritualidad extrema.

Finalizada la Reconquista, España se había puesto a la cabeza de occidente en la lucha contra los turcos, los protestantes y, en general, contra cualquier desviación de la ortodoxia católica. Está explosión de fervor religioso, sumada a la vía de intimidad y exaltación del yo que habían promovido los humanistas, y con la referida interpretación idealizada de la realidad, origina en literatura, ya a finales del siglo XVI, dos corrientes poéticas como la mística y la ascética.

Mística

La mística refleja de forma poética el ansia que siente el alma humana de sublimarse y unirse con Dios, su creador. Las composiciones recogen el éxtasis gozoso experimentado a lo largo de las tres vías o etapas que atraviesa el proceso: vía purgativa, o de purificación mediante el sacrificio; vía iluminativa, o de contemplación de la divinidad a través de la fe y la meditación, y vía unitiva, o de vinculación plena del alma con Dios.

Sus principales representantes son San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Jesús.

Ascética

La ascética se sitúa en los primeros pasos del proceso místico. Refleja los sentimientos experimentados por el hombre en ese ansia previa de comunión con su creador. Describe la preparación del alma para despojarse de sus ataduras terrenales y alcanzar la perfección. Este camino requiere llevar una vida auténticamente cristiana, de sencillez y humildad, rechazando las preocupaciones mundanas. Muestra, pues, un modo de vida moral desde el punto de vista humano, pero con una trascendencia cristiana. Y es que, en definitiva, se trata de salvar el alma para ganar la vida eterna.

Su principal representante es Fray Luis de León.

Desde el punto de vista formal, la lírica renacentista responde a un estilo natural, con un lenguaje claro, sin rebuscamiento. No obstante, a medida que avanza el siglo, la influencia de la corriente barroca que se avecina se deja notar en cierta tendencia a la complejidad sintáctica. En cuanto a la métrica, triunfa una nueva medida de verso, importada de Italia: el endecasílabo. Este se emplea preferentemente en una nueva estrofa, asimismo imitada de la poesía petrarquista: el soneto. Pero también se utiliza en octavas, tercetos encadenados y, en combinación con heptasílabos, en canciones, liras y silvas. En todas estas estrofas se emplea la rima consonante.

Fray Luis de León

Nace en Belmonte (Cuenca), en 1527.

Estudia en Salamanca y, a los 17 años, ingresa en la orden de los Agustinos.

En 1561 obtiene la cátedra de Teología y protagoniza, en el seno de la universidad, un grave enfrentamiento con los Dominicos, que trataban de hacerse con el control de esta.

Es acusado ante la Inquisición de preferir el texto hebreo de la Biblia frente a la Vulgata (la traducción latina que se había señalado como preferible en el Concilio de Trento) y también de haber traducido al castellano El cantar de los cantares, estando prohibido traducir los libros sagrados a las lenguas vulgares.

Permanece encarcelado en Valladolid entre 1572 y 1576. Cuando es indultado, vuelve a la universidad, donde continuará dedicado a sus estudios bíblicos y teológicos.

Muere en Madrigal de las Altas Torres (Ávila), en 1591.

Su obra en prosa es un reflejo erudito de esa fusión entre el pensamiento renacentista y la religiosidad, propia de la segunda mitad del siglo XVI. Incluye cuatro libros: La perfecta casada, De los nombres de Cristo y las traducciones comentadas a El cantar de los cantares y El libro de Job.

En cuanto a su obra poética, constituye un reflejo auténtico de su intimidad. Trata temas muy variados y puede dividirse en tres bloques:

  • Poesía de influencia horaciana, inspirada en los tópicos del beatus ille y de la aurea mediocritas. Expresa el deseo estoico de dominar las pasiones, de llevar una vida austera, de vivir en paz, en armonía con la naturaleza. Con frecuencia esta aparece como reflejo de los sentimientos del poeta; pero se trata de una naturaleza bella, serena y en el fondo idealizada, que responde al tópico del locus amoenus.
  • Poesía de influencia platónica: refleja un deseo elevado de llevar una vida contemplativa, de gozar de la armonía universal.
  • Poesía religiosa: expresa su voluntad de huir de este mundo de pecado y practicar una vida de virtud, para, a través de la perfección del alma, alcanzar la unión con Dios.

Su obra es, pues, una síntesis entre la cultura humanista y el sentimiento religioso, una expresión de la búsqueda de la perfección espiritual por parte del poeta a través de la paz interior y de la armonía con la naturaleza, con el fin de fundir el alma con su Creador. Esto le asemeja en cierto modo a los místicos, pero en la poesía de Fray Luis prima la reflexión intelectual y moral sobre la exaltación espiritual.

2.- Determinación del tema

El poema constituye un elogio de la vida retirada, a través de la cual el hombre se aleja de las preocupaciones mundanas y perfecciona su espíritu, acercándose a Dios.

3.- Distribución de su estructura y resumen de su argumento.

La Oda a la vida retirada consta de 17 estrofas, cuyo contenido se estructura del siguiente modo:

1-5. Elogio de la vida retirada del mundo. El poeta reflexiona sobre la vanidad de las cosas mundanas y decide retirarse.

Aquel que, despreciando las cosas vanas del mundo, como son el poder, las riquezas o la fama, decide llevar una vida retirada, puede considerarse afortunado.

No reporta ningún beneficio ser alguien distinguido, si eso genera angustia. Por eso he decidido retirarme del mundo.

6-8. Vida que espera llevar.

Espero así vivir feliz, sin estar rodeado de personas ricas pero desgraciadas, sin tener preocupaciones que me quiten el sueño, sin malas pasiones que me enturbien el pecho y agradeciendo a Dios la vida que me ha dado.

9-12. Descripción del lugar al que piensa retirarse.

Tengo un huerto que ya empieza a dar sus frutos. Un arroyo que baja de la montaña lo riega y le da frescor, formando una pradera cubierta de flores. El perfume de estas y el murmullo de los árboles mecidos por el viento valen más que todos los tesoros del mundo.

13-15. Inconvenientes de los que pretende alejarse.

Frente a todas las inquietudes del mundo, yo cuento con mi fe, que me da seguridad y me permite disfrutar de la serenidad de una vida tranquila.

16-17. Deseo de sublimación de su alma.

Mientras los ambiciosos se afanan por conseguir riquezas y poder, yo estaré tranquilo, gozando en paz de la obra de Dios.

4.- Comentario de la forma, incluido el estilo.

El poema es una oda, composición lírica de tono elevado, cuyas raíces se encuentran en la antigüedad clásica.

Consta de 17 liras, estrofa típicamente renacentista de origen italiano, que combina versos endecasílabos y heptasílabos de rima consonante, según la siguiente distribución métrico-rítmica:

7   a

11 B

7   a

7   b

11 B

En general, cada lira tiene un sentido completo, pero en algunos casos la idea se prolonga en la estrofa siguiente. Tal es el caso, por ejemplo, de la 10-11.

Para hallar una regularidad en el cómputo silábico, fundamental en la concepción poética renacentista, es necesario acudir a distintos recursos métricos, tales como la sinalefa, el hiato, la diéresis y la sinéresis:

  • Sinalefa. Articulación en una sola sílaba de dos vocales separadas (última de una palabra y primera de la siguiente).

Puede darse entre vocales iguales:

¿Qué presta_a mi contento (v. 16) 

se torna,_al cielo suena (v. 68)

o entre dos vocales que habitualmente formarían diptongo, pero que aquí pertenecen a distintas palabras y pueden estar incluso separadas por h:

la del que_huye del mundanal ruïdo (v. 2)

o por un signo de puntuación:

me basta,_y la vajilla (v. 73)

También se produce entre dos vocales fuertes:

y sigue la_escondida (v. 3)

Incluso separadas por comas:

¡Oh monte,_oh fuente,_oh río! (v. 21)

  • Hiato. No unificación de dos vocales separadas que habitualmente formarían diptongo:

por ver y acrecentar su_/_hermosura (v. 47)

  • Diéresis. División de un diptongo en dos sílabas:

la del que huye del mundanal ruïdo (v. 2) [ru-i-do]

con sed insacïable (v. 78) [in-sa-ci-a-ble]

En los versos endecasílabos, predomina la acentuación fuerte en las sílabas sexta y décima, de tal manera que, al coincidir con la acentuación natural en la sexta de los heptasílabos, se crea un esquema rítmico sustentado en torno a ese eje central. No obstante, podemos hallar también algunos endecasílabos en los que se acentúan las sílabas cuarta y octava: 4, 15 y 20. Además, el verso 2 presenta una acentuación anómala, ya que se acentúa en las sílabas tercera y octava.


A lo largo de toda la composición, encontramos no pocas figuras retóricas, tales como:

  • Apóstrofe. Invocación dirigida a otra persona, a la divinidad, a fuerzas de la naturaleza o, sencillamente, a algún objeto.

¡Oh monte, oh fuente, oh río!

¡Oh secreto seguro, deleitoso!

Roto casi el navío,

a vuestro almo reposo

huyo de aqueste mar tempestuoso. (vv. 21-25)

El poeta se dirige al cielo, como lugar en el que refugiarse de los peligros del mundo.

  • Hipérbaton. Alteración voluntaria del orden lógico-sintáctico de los elementos de la oración.

En algunos casos es suave, como la inversión de sustantivo y adjetivo, o la colocación del verbo al final de la oración:

Del monte en la ladera (v. 41)

Un no rompido sueño,

un día puro, alegre, libre quiero (vv. 26-27)

En otros es algo más abrupta, como esta separación de un adjetivo del sustantivo al que acompaña:

No cura si la fama

canta con voz su nombre pregonera (vv. 11-12)

[El orden lógico sintáctico sería «canta su nombre con voz pregonera»].

En otros, la alteración sintáctica resulta significativa:

ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio Moro, en jaspe sustentado (vv. 8-10)


[La aposición «en jaspe sustentado» se refiere, lógicamente, al «dorado techo» y no al «sabio Moro», a pesar de su colocación contigua a este.]

Y en otros, por último, arroja gran confusión sintáctica al texto:

el suelo de pasada

de verdura vistiendo

y con diversas flores va esparciendo. (vv. 53-55)

[El orden lógico sintáctico sería «(una fontana pura) de pasada, va vistiendo el suelo de verdura y (va) esparciendo (-lo) con diversas flores»].

Aunque semejante desorden no constituye un impedimento severo para la comprensión del poema, sugiere ya el retorcimiento sintáctico característico del barroco que se avecina.

  • Antítesis. Disposición próxima de dos términos contrarios, relacionados entre sí.

con ansias vivas, con mortal cuidado (v. 20) [vivas/mortal]

en ciega noche el claro día

se torna (vv. 67-68) [noche/día] [ciega (en sentido figurado equivalente a «oscura»)/ claro]

  • Anadiplosis, con antítesis. El segundo verso comienza igual que ha terminado el anterior, pero en este caso es con una forma negativa, que expresa lo contrario.

un día puro, alegre, libre quiero;

no quiero ver el ceño (vv. 27-28)

Epíteto. Adjetivo que no aporta ninguna carga semántica al sustantivo al que acompaña.

fama (…) pregonera (v.11)

verdad sincera (v. 15)

cuidados graves (v. 33)

claro día (v. 67)

confusa vocería (v. 69)

  • Aliteración. En la estrofa 1 se percibe cierta frecuencia del fonema /s/:

¡Qué descansada vida

la del que huye del mundanal ruïdo,

y sigue la escondida

senda por donde han ido

los pocos sabios que en el mundo han sido.

  • Onomatopeya. Aparte de dicha reiteración del fonema /s/, el sonido susurrante sugiere ese sosiego al que se alude en la estrofa.
  • Enumeración:

libre de amor, de celo,

de odio, de esperanzas, de recelo (vv. 39-40)

  • Estructura simétrica:

tendido yo a la sombra esté cantando;

a la sombra tendido (vv. 80-81)

  • Encabalgamiento:

A lo largo de todo el poema encontramos no pocos encabalgamientos suaves, en los que aparece separado el verbo de su sujeto, entre el final de un verso y el comienzo del siguiente:
La combatida antena

cruje, y en ciega noche el claro día

se torna, al cielo suena

confusa vocería (vv. 66-69)

No tan suave resulta en los versos 71-72, en los que se separa un adjetivo del sustantivo al que acompaña:

A mí una pobrecilla

mesa de amable paz bien abastada (vv. 71-72)

Y entre los versos 76-77 se produce un encabalgamiento extremo, que separa en dos partes una palabra:

Y mientras miserable-

mente se están los otros abrazando.

  • Paronomasia. Aparecen relacionadas dos palabras de forma semejante.

mesa de amable paz bien abastada

me basta, y la vajilla, (vv. 72-73)

  • Interrogación retórica:

 ¿Qué presta a mi contento,

si soy del vano dedo señalado;

si, en busca deste viento,

ando desalentado

con ansias vivas, con mortal cuidado? (vv. 16-20)

  • Personificación. Atribución de cualidades humanas a entidades que carecen de ellas.

La fontana que baña el huerto parece tener un comportamiento humano: «codiciosa», «se apresura», «sosegada»…

Y, como codiciosa

por ver y acrecentar su hermosura,

desde la cumbre airosa

una fontana pura

hasta llegar corriendo se apresura,

y luego, sosegada,

el paso entre los árboles torciendo,

el suelo de pasada

de verdura vistiendo

y con diversas flores va esparciendo. (vv. 46-55)

  • Sentido figurado:

y sigue la escondida

senda (vv. 3-4)

«Seguir la senda» equivale aquí a llevar un determinado tipo de vida.

Que no le enturbia el pecho (v. 6)

«Enturbiar el pecho» significa preocupar, angustiar.

ciega noche (v. 67)

La oscuridad de la noche, que impide ver, se expresa mediante el término «ciega».

  • Metáfora:

Se hace referencia a la riqueza y el poder a través de dos objetos que los representan:

que del oro y del cetro pone olvido (v. 60)

Y se alude a la gloria celestial por medio del laurel, el símbolo de la gloria otorgado en la antigüedad a los vencedores, con la peculiaridad aquí de ser eterno:

de hiedra y lauro eterno coronado (v. 82)

Se trata, pues, de imágenes que no entrañan gran dificultad de comprensión.

Pero sin duda la metáfora que más llama la atención es la imagen del mundo como un mar agitado, tempestuoso, lleno de peligros, en el que los hombres viajamos en frágiles navíos, que no son sino los principios por los que nos guiamos en la vida:
Roto casi el navío,

a vuestro almo reposo

huyo de aqueste mar tempestuoso (vv. 23-25)

Y después se hace referencia a las creencias erróneas y la falta de fe (falso leño), que no ayudan en las dificultades y que tampoco salvan de la muerte eterna:

Téngase su tesoro

los que de un falso leño se confían;

no es mío ver el lloro

de los que desconfían

cuando el cierzo y el ábrego porfían.

La combatida antena

cruje, y en ciega noche el claro día

se torna, al cielo suena

confusa vocería,

y la mar enriquecen a porfía. (vv. 61-70)

Por otra parte, en el poema se aprecia un predominio de oraciones compuestas, lo que hace que su comprensión, aunque no resulta compleja, tampoco sea del todo sencilla, teniendo en cuenta el hipérbaton que afecta a la mayoría de ellas. En general, cada lira expresa una idea y, por tanto, constituye una única oración, o la coordinación o yuxtaposición de dos oraciones simples.

Téngase su tesoro

los que de un falso leño se confían;

no es mío ver el lloro

de los que desconfían

cuando el cierzo y el ábrego porfían. (vv. 61-65)

Las estrofas 10 y 11 se enlazan en coordinación, e incluso las dos últimas, la 16 y la 17, guardan tan estrecha vinculación entre sí, que se pueden considerar una sola oración compuesta: «Y mientras… (subordinada temporal)  tendido yo a la sombra esté cantando (principal)… puesto el atento oído… (subordinada modal)».

El poema constituye una reflexión, lo que hace que encontremos abundantes sustantivos abstractos: vida, ruido, estado, fama, verdad, ansias, cuidado, amor, celo, odio, esperanzas, recelo…

Sin embargo, Fray Luis realiza la declaración de sus principios morales y religiosos por medio de metáforas, construidas a partir de sustantivos concretos: navío, mar, reposo, leño, antena, oro, cetro…

También encontramos una descripción, idealizada o no, de un lugar: su huerto. A él se refiere en términos que remiten al tópico clásico del locus amoenus: monte, ladera, huerto, flor, fruto, fontana, árboles, verdura…

Acompañando a estos sustantivos, el autor no escatima en utilizar adjetivos, que contribuyen a dar colorido e intensidad a lo descrito, sea abstracto o concreto: descansada, mundanal, escondida, pregonera, lisonjera, sincera, tempestuoso, puro, alegre, libre, bella, airosa, pura, sosegada…


Por último, hay que hacer referencia a la utilización de términos de aspecto anticuado, con una finalidad eminentemente poética:

los pocos sabios que en el mundo han sido (v. 5), donde el verbo «ser» equivale a «existir».

huyo de aqueste mar tempestuoso (v. 25), con un determinante «aqueste» de regusto más medieval que casi barroco.

Un no rompido sueño (v. 26), forma anómala del participio del verbo «romper».

En resumen, puede decirse que el autor utiliza un lenguaje cotidiano, procedente del ámbito de los sentimientos, los elementos de la naturaleza… pero con un estilo culto. La dificultad, que, como hemos visto, no es tanta, reside, en todo caso, en una sintaxis compleja y en las referencias metafóricas a la vida del hombre en el mundo y a su aspiración a la gloria eterna, que analizaremos en el siguiente apartado.

5.- Comentario del contenido.

En esta Oda a la vida retirada, Fray Luis hace un elogio de aquel modo de vida que, alejándose de las ambiciones y las pasiones mundanas, opta por la sencillez y la espiritualidad.

El poema se abre con una expresión de admiración hacia quienes, sabiamente, deciden elegir esa austera forma de vida que se aparta de la multitud, de la fama, del poder, de la riqueza, del lujo… aspectos materiales que no proporcionan la felicidad (1-3).

E inmediatamente, el autor, tras preguntarse qué beneficios reporta ser alguien distinguido, si a la vez eso genera preocupaciones (4), abandona el tono indefinido, generalizador, y pasa a expresar su pensamiento íntimo, poniendo de manifiesto su voluntad de abandonar el mar tempestuoso del mundo y buscar refugio en el sereno manantial donde este se origina: Dios (5).

Así, aspira a dormir tranquilo, ser libre, ser feliz… y si algo tiene que despertarle, que sean los pájaros con sus trinos, y no las inquietudes, propias de quien vive pendiente de la opinión de los demás (6-7). Y permaneciendo en soledad, confía en no envilecerse con bajas pasiones, enriquecer su espíritu, encontrarse consigo mismo y, finalmente, encontrarse con Dios (8).

Para llevar a cabo ese retiro espiritual, el poeta cuenta con un huerto en la ladera de un monte, atravesado por un arroyo que lo riega y hace que produzca sus frutos, y cuyo frescor ha formado un verde prado cubierto de flores; los árboles le dan sombra, y el murmullo del viento al mecerlos contribuye a crear un ambiente que ayuda a olvidarse de las cosas materiales de este mundo (9-12).

Cuando la vida se torna adversa, la fe verdadera ayuda a mantenerse a flote, a no hundirse (13). En los momentos difíciles, los principios por los que nos regimos se revelan frágiles y cuesta encontrar una luz que nos guíe (14). En esos momentos, nuestra tabla de salvación está en llevar una vida sencilla, serena, apacible, y desde esa posición segura podemos ver cómo terminan por naufragar y perecer los que se aferran a las cosas materiales (15).

Y así, mientras los demás sufren por su propia ambición, el poeta permanecerá tendido, en paz, contemplando en la naturaleza la obra perfecta de Dios (16-17).

En el texto se aprecia un predominio de palabras pertenecientes a dos campos semánticos contrapuestos: el de las cosas mundanas y el de las espirituales. Y asociados a ellos, los campos de la intranquilidad y del sosiego, respectivamente.

Así, encontramos por un lado: mundanal ruido, enturbia, soberbios, grandes, dorado, jaspe, cura, fama, lisonjera, desalentado, ansias, mortal cuidado, mar tempestuoso, ceño, vanamente, severo, sangre, ensalza, dinero, cuidados graves, celo, odio, recelo, oro, cetro, tesoro, falso leño, lloro, desconfían, ciega noche, confusa vocería, fino oro, airada, miserablemente, sed insaciable, peligroso mando…

Y por otro: descansada, verdad sincera, contento, seguro, deleitoso, reposo, puro, alegre, libre, sabroso, gozar, bien, cielo, hermosura, pura, sosegada, sentido, mando ruido, olvido, claro día, amable paz, tendido, cantando, son dulce…

Como puede comprobarse, aunque el título del poema, Oda a la vida retirada, sugiere el elogio de un modo de vida fundamentalmente espiritual, en realidad el peso léxico de la composición recae sobre los inconvenientes que sufre quien elige llevar una vida mundana.

El hecho de centrarse sobre todo en reflejar la forma de vida de los demás hace que predomine la tercera persona en las formas verbales y pronominales; no obstante, no podemos dejar de señalar la fuerza de la primera persona, como expresión de la subjetividad del poeta: mi, soy, ando, huyo, quiero (en cuatro ocasiones), conmigo, debo, tengo, mío, a mí, yo, esté...

El poema constituye una alabanza de la vida retirada, un propósito íntimo de alejarse de las ambiciones materiales y las pasiones mundanas, lo que proporciona serenidad al espíritu y, finalmente, nos acerca a Dios.

La riqueza, el poder o la fama son factores que inquietan nuestra existencia y nos desvían del auténtico camino de la salvación.

Esta decisión de retiro se sintetiza en la estrofa 8: «Vivir quiero conmigo (…) a solas«.

Para hacer el mensaje más visual, el poeta recurre a una alegoría: el mundo es un mar tempestuoso, agitado por fuertes vientos, y los hombres viajamos en embarcaciones, que son nuestros principios morales. Cuando la tempestad se pone especialmente violenta, es preferible contar con un barco fuerte (es decir, una fe sólida) a estar asido a un frágil leño (unas creencias erróneas o peor, la falta de fe). Para vivir tranquilo, lo más sensato es retirarse de ese mar embravecido y peligroso, y buscar refugio en las aguas serenas del manantial donde, monte arriba, los océanos tienen su origen (es decir, acudir a Dios).

El poeta nos dice haber encontrado ese refugio en un huerto que tiene en la ladera de un monte, y, para describírnoslo, recurre al frecuentísimo tópico horaciano del locus amoenus, que el renacimiento había heredado de la antigüedad clásica: prado verde, sombra fresca, árboles mecidos por el viento, arroyo rumoroso, flores olorosas, cantos de pájaros… En otro tipo de obras, este suele ser el entorno propicio para encuentros amorosos, y aquí lo es para esa conexión espiritual del hombre con Dios.

Fray Luis recoge de los Epodos de Horacio el tema clásico del propósito de llevar una vida retirada, como anhelo de alejarse de las preocupaciones de este mundo. Se trata del tópico del beatus ille, que el poeta latino formulaba del siguiente modo: «Dichoso aquél que, lejos de los negocios (…), dedica su tiempo a trabajar los campos paternos (…), libre de toda deuda, (…), manteniéndose lejos del foro y de los círculos soberbios de los ciudadanos poderosos«.

También en Horacio, concretamente en sus Odas, encontramos otro tópico vinculado a este: el de la aurea mediocritas, que considera que la felicidad solo puede hallarse en una vida normal, sin privaciones, pero sobre todo sin aspiraciones de riqueza o poder que nos desasosieguen; una vida, en fin, materialmente pobre, pero espiritualmente rica. «El que se contenta con su dorada medianía / no padece intranquilo las miserias de un techo que se desmorona, / ni habita palacios fastuosos / que den lugar a envidias«.

Y por último, y ya como un referente más cercano, no podemos obviar la vinculación con una de las obras más difundidas del siglo XVI: Menosprecio de corte y alabanza de aldea (1539), de Fray Antonio de Guevara, en la que, como su título indica, se plantean los inconvenientes de vivir en la corte y las ventajas, tanto económicas como espirituales, que reporta la vida tranquila en una aldea.

Al final del poema, partiendo de este planteamiento social y moral, Fray Luis le da a la invitación a la vida retirada una dimensión religiosa: no se trata solo de llevar una vida humilde, sino de que además ello nos conduzca a Dios. Inevitable resulta, pues, hacer referencia aquí a Mateo 16:26 y Marcos 8:36, cuando Jesús anima a sus discípulos a dejar las cosas de este mundo, a tomar cada uno su cruz y seguirle, de manera que aquel que quiera salvar su vida, la perderá, y el que la pierda por causa de la palabra de Dios, se salvará. «Porque ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo, si con ello pierde su alma?«

Y por otro lado, en los últimos versos plantea una versión cristiana de la teoría pitagórica de la armonía de las esferas, según la cual el universo está organizado a partir de proporciones numéricas armoniosas, y el movimiento de los cuerpos celestes se rige siguiendo esquemas musicales que garantizan su perfecto equilibrio. El poeta nos presenta a Dios pulsando un instrumento de cuerda con su plectro (púa), para producir una música celestial que es capaz de mantener en equilibrio toda la creación.

El poema encierra, así, una enseñanza moral-social, pero impregnada de religiosidad: para Fray Luis, llevar una vida sabia (que aquí equivaldría a santa) consiste en saber encontrar la presencia divina en nuestra existencia cotidiana, en un quehacer sencillo y virtuoso, que enriquezca nuestro espíritu y nos ayude a alcanzar la salvación, y en una fusión con la naturaleza que nos aproxime a su Creador.

6.- Interpretación, valoración, opinión.

En este poema, el autor expresa su deseo de llegar a Dios a través del camino de la sencillez, que, en el fondo, no es otro que el que nos marcó Jesucristo.

Debe entenderse, pues, la Oda, más que en un sentido literal, como un menosprecio de corte y alabanza de aldea, en un sentido religioso, ascético, y por tanto de iniciación a la mística: la renuncia a las cosas de este mundo enriquece nuestro espíritu, perfecciona nuestra alma y nos eleva hacia Dios.

Podría parecer, en una época tan materialista como esta que vivimos, que el tema carece ya de vigencia. Sin embargo, y precisamente por ese mismo materialismo que impregna nuestra sociedad, es por lo que no está de más que alguna vez nos propongamos un ejercicio de sencillez, de sobriedad, de humildad, de normalidad… y nos distanciemos del «mar tempestuoso» del mundo. Con o sin un propósito religioso. Nuestro espíritu nos lo agradecerá.

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trabajosdeliteratura

Soy licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid, y compagino mi actividad profesional con mi vocación literaria, tanto en el plano del análisis crítico como en el de la creación.

35 comentarios en «El comentario definitivo de la Oda a la vida retirada, de Fray Luis»

  1. ¡Qué artículo tan interesante Carlos! Yo también he quedado encantado con la Oda a la Vida Retirada. Dejaré a continuación un análisis sobre esta oda.
    En primer lugar, hablemos de la temática. Durante más o menos las tres primeras estrofas, observamos la introducción de lo que significa una vida tranquila y alejada de todo aquello superfluo a lo necesario. Mediante el uso de la tercera persona halaga a los “hombres sabios” que recurren a la vida tranquila.
    A continuación, desde la estrofa número 5 hasta la 12 menciona distintos elementos paisajísticos (monte, río, fuente, huerto) que le permiten huir de una vida alocada y ajetreada.

    “¡Oh monte, oh fuente, oh río,! ¡Oh secreto seguro, deleitoso! Roto casi el navío, a vuestro almo reposo huyo de aqueste mar tempestuoso.”
    […]
    “El aire del huerto orea y ofrece mil olores al sentido; los árboles menea con un manso ruïdo que del oro
    y del cetro pone olvido.”

    Seguidamente hace mención – de manera negativa- a la gente avariciosa
    (“los que de un falso leño se confían”) e interpreto que Fray Luis no aprueba la elección de la “mala vida”, ambiciosa y egoísta.
    Por último se enorgullece de su decantación por la vida humilde.

    “Y mientras miserablemente se están los otros abrazando con sed insacïable del peligroso mando,
    tendido yo a la sombra esté cantando. A la sombra tendido, de hiedra y lauro eterno coronado,
    puesto el atento oído al son dulce, acordado, del plectro sabiamente meneado.”

    En cuanto a las estrofas, el poema está compuesto por liras, es decir, estrofas de cinco versos donde tres de estos son heptasílabos y dos endecasílabos.
    Como ya sabemos, el soneto y la lira fueron introducidos a la literatura castellana por el cortesano Garcilaso de la Vega en su viaje a Italia.

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