El comentario de textos definitivo: fácil de entender y sencillo de aplicar.

O lo que es lo mismo: Cómo hacer un comentario de textos sin sufrir demasiado en el intento.

El comentario de textos (ese temido potro de tortura para muchos estudiantes) tiene como objetivo analizar un texto, desmenuzarlo, descomponerlo, bucear en él… con el fin de interpretarlo en profundidad. Lógicamente, esta tarea puede entrañar muy diversos grados de dificultad, que irían desde la sencillez del comentario escolar, hasta la absoluta complejidad de la tesis doctoral.
No hace falta decir que, en este blog, no nos planteamos abordar una empresa de gran erudición, sino que, por el contrario, trataremos de llevar a cabo una explicación clara acerca del modo más sencillo posible de realizar un comentario de texto aceptable, que, sin grandes pretensiones, responda a las necesidades básicas de cualquier estudiante. Sin duda habrá muchos a los que el procedimiento que proponemos les resulte demasiado elemental. Les pedimos disculpas de antemano por ello. Nos consta que el comentario de textos es una labor filológica de gran importancia, y reconocemos la existencia de muchos trabajos dedicados a su explicación y divulgación. Sin ir más lejos:

El comentario de textos literarios. José Antonio Serrano

Guía para el análisis literario. Universo y Literatura

Y, cómo no, el monumento al comentario de textos, obra del maestro de maestros, Fernando Lázaro Carreter.

Cómo se comenta un texto literario. Fernando Lázaro Carreter

Pero lo que aquí pretendemos es simplificar el método: marcar una pauta fácil de seguir, ofrecer unas herramientas sencillas de utilizar, con ayuda de las cuales el estudiante no sienta terror a la hora de enfrentarse a un texto y consiga no bloquearse. [Ahora bien, no nos engañemos, no son herramientas automáticas: algo de esfuerzo personal sí requerirán por vuestra parte.]

Puedes descargarte este trabajo en el siguiente enlace:

ANEXO. El comentario de textos definitivo

Antes de nada…

Permíteme un consejo

Y ahora, vamos a ello. Para empezar, fíjate bien en el siguiente esquema:

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Es importante memorizarlo para seguir sus pasos por este orden, pues de otro modo divagaremos, yendo de un lado a otro y dejando ideas sueltas, desperdigadas.

1.- Localización del texto.

Para empezar, es importante que sepamos distinguir el género al que pertenece el texto:
– Narrativa: el narrador cuenta una historia, en la que los personajes llevan a cabo acciones. Las intervenciones habladas de estos se indican por medio de guiones. Está escrita en prosa y, según su extensión, puede ser novela, relato o cuento. Generalmente se nos pedirá que analicemos solo un fragmento.
– Poesía: composición en verso. Puede ser lírica (sentimientos), narrativa (acciones) o dramática (diálogos).
– Teatro: no hay narrador, hablan sólo los personajes en directo y cada intervención está precedida del nombre del personaje. Puede presentarse en prosa o en verso. Según su tratamiento, puede ser comedia (divertida), tragedia (triste) o tragicomedia (un poco de cada cosa).
– Ensayo: desarrollo de una idea por parte de un autor. Los artículos periodísticos de opinión son una especie de ensayos, pero más cortos.

Una vez determinado el género, nos centraremos en el autor. Salvo en el caso de esas pruebas en las que al examinador le gusta jugar a las adivinanzas, generalmente sabremos quién es el autor del texto, con lo que deberíamos ser capaces de encuadrarlo en una época.

Con esto, ya podemos comenzar diciendo:

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Y ya hemos arrancado.
A continuación, brevemente, situamos el texto en su contexto. Porque es de suponer que sabremos algo de ese autor, de esa obra, del movimiento literario al que pertenece (a esto me refería cuando decía que algún esfuerzo tendréis que poner de vuestra parte). Pues es el momento de decirlo, indicando cuáles son sus características generales.

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Como veréis, hasta el momento no nos hemos movido del ámbito puramente teórico, es decir, aún no hemos entrado a analizar el texto… ¡¡¡y ya hemos dicho cosas!!!

2.- Determinación del tema.

Ahora sí. Empezaremos por determinar el tema del texto. O lo que es lo mismo: de qué habla.
Hay textos claros, que se entienden a la primera, y otros que es necesario leer cien veces para saber de qué tratan. No importa. Los leemos. Despacio. Deteniéndonos en los puntos. Comprendiendo frase por frase. Una vez. Otra. Hasta que, de pronto, se hace la luz. Y entonces podemos afirmar:

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Una frase breve. Aquí no hay que hacer un resumen de su argumento. Eso vendrá después. Para indicar el tema emplearemos, a ser posible, un sustantivo abstracto:

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3.- Distribución de su estructura y resumen de su argumento.

A continuación, distinguiremos las partes en que se divide el texto. Si este no es muy largo, seguramente no tendrá más de tres partes fundamentales, que podrán, en todo caso, estar subdivididas en partes menores.

Así, por ejemplo, en las narraciones, sean en prosa o en verso, suele ser frecuente la distribución en tres: introducción, nudo y desenlace.

En los artículos periodísticos se reproduce a menudo esta división tripartita: se parte de una idea inicial, que se desarrolla a continuación, para llegar a una conclusión final.

En un fragmento dialogado, generalmente encontraremos primero la presentación de los personajes que intervienen y después sus palabras.

En los poemas, las diferentes estrofas suelen establecer divisiones en el contenido.

Marcaremos esa división mediante palabras que sugieran orden:

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En cada parte resumiremos muy brevemente el contenido, sin extendernos y sin repetir frases del propio texto.

4.- Comentario de la forma y el estilo.

Ya vamos entrando en la parte complicada del comentario. Pero no os desaniméis. Hasta el momento, sin demasiado esfuerzo habréis podido decir cosas, con orden y sentido, acerca del texto. Así que, profundicemos ahora un poquito más en él.
Como ya hemos determinado el género al principio, tendremos claro si es un texto en prosa o en verso, si es una narración o un diálogo teatral, o si es una argumentación periodística…

Si se trata de una narración, en primer lugar nos fijaremos en el modo en que aparece el narrador. Este suele ser omnisciente, es decir, alguien que conoce la historia en su totalidad y la cuenta en tercera persona («los personajes hicieron tal o cual cosa»). Pero también puede ser el propio protagonista, que narra su historia en primera persona («hice tal o cual cosa»). En cuanto a los personajes, son aquellos que llevan a cabo los hechos que se narran, y, además de realizar acciones, suelen intervenir de forma hablada a través de guiones, introducidos por el narrador (“dijo Fulano”, “respondió Mengano”). Quizá podamos distinguir quién es el protagonista y quiénes los personajes secundarios, qué relaciones se establecen entre ellos (amor, amistad, enfrentamiento…). Los verbos nos indicarán si la historia ocurre en un tiempo pasado o presente (generalmente será pasado). También puede que se mencione el lugar en que se desarrolla la acción (una casa, un palacio, el campo, la calle…).

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Si es un poema, la cosa se complica, pero no por eso hay que desanimarse. En primer lugar, intentaremos determinar el tipo de estrofa de que se trata, describiéndola. Para ello, será necesario considerar un par de aspectos básicos de la métrica, que deberemos conocer: medida de los versos y distribución de la rima. Recomiendo la lectura del siguiente documento:

ANEXO. Métrica fácil

Y así, podremos decir, por ejemplo:

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Después señalaremos aquellas figuras retóricas que encontremos, indicando el verso en que aparece cada una. Existen muchísimas figuras. Y muy vistosas. Pero también muy difíciles de aprender y recordar. Podéis encontrar ejemplos de las más frecuentes en el siguiente documento:

ANEXO. Recursos retóricos de la lengua cotidiana

Por eso, para no complicarnos más de la cuenta, nos ceñiremos a un repertorio de figuras que se dan con frecuencia y, lo más importante, que resultan fáciles de reconocer.

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Podéis encontrar ejemplos de cada una (y de muchas más) en el siguiente enlace:

ANEXO. Recursos retóricos de la lengua cotidiana

No se trata, por tanto, de encontrar todas las figuras que hay en el texto (probablemente hallaríamos más de las que el autor era consciente de estar poniendo). Aunque no se puede negar que eso luce mucho, habría que tener amplios conocimientos de retórica para poder hacerlo. Y no es ese nuestro objetivo.

Tampoco cabe dejarlo al azar, confiando en que, al leer el poema, de pronto nos salte a la vista una metonimia, un quiasmo o una anadiplosis.

Lo más práctico es conocer unas pocas figuras, que aparecen con mucha frecuencia, y buscarlas en el texto. Es casi seguro que algunas de ellas estarán ahí, esperándonos. Mencionarlas nos ayudará a darle un poco de profundidad al comentario, y de paso a demostrar que no somos ajenos al ámbito de la retórica y que, gracias a ello, hemos sido capaces de reconocer algunos de los recursos empleados por el autor.

A continuación, haremos una breve referencia a la complejidad o sencillez sintáctica del texto, indicando si predominan las oraciones simples (sólo tienen un verbo) o las compuestas (tienen más de un verbo, y una depende de otra). En el primer caso, el texto resultará más fácil de entender que en el segundo, sin que eso signifique que el empleo de oraciones subordinadas equivalga a un lenguaje oscuro (de hecho, en la lengua cotidiana utilizamos continuamente oraciones subordinadas y nadie se asusta por ello: “Cuando vengas del colegio, compra el pan”).
Podemos decir algo así como

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según que en realidad nos haya costado más o menos comprender el texto.

Por último, señalaremos si hay un predominio de verbos, de sustantivos o de adjetivos.
Como pista, cabe decir que en las narraciones suelen predominar los verbos, porque en general, estos indican las acciones que realizan los personajes. En cambio, en las descripciones suele haber abundancia de sustantivos y adjetivos, porque cuando se describe un lugar, una persona o un objeto, se mencionan los elementos de que está compuesto, su color, su tamaño, etc. Asimismo, en los ensayos y artículos periodísticos predominan los sustantivos.

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Finalmente, indicaremos si el estilo es claro o complicado, dependiendo de lo fácil o difícil de comprender que resulte el texto, en su conjunto.

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No es frecuente que se nos plantee el comentario de un texto de estilo elevado, oscuro y difícil de entender. Por ello, lo normal es que empleemos una de las dos primeras fórmulas: si el estilo es sencillo, diremos que el autor utiliza un lenguaje claro y comprensible; y si el estilo es culto, haremos la salvedad de que, no obstante, el lenguaje resulta claro y comprensible.

5.- Comentario del contenido.

Quizá esta sea la parte más complicada del comentario, pues es el momento en que entramos en la explicación de lo que el autor pretende transmitirnos en el texto. Ojo, no se trata de resumir, pues eso ya lo hemos hecho en el apartado 3, dedicado a la Estructura y argumento. Aquí se trata de analizar la forma en que el autor expresa su ideología y el pensamiento de la época, en lo que se refiere al tema tratado.
Para ello, en primer lugar, nos fijaremos en el campo semántico en torno al que gira el texto: si, por ejemplo, es un poema de amor, predominarán las palabras (ya no importa que sean verbos, sustantivos o adjetivos)  pertenecientes al campo semántico de los sentimientos (amor, olvido, partes del cuerpo de la amada, dejar, vivir, morir…); si es una narración del encuentro de dos personas, predominarán las palabras que los describen y los verbos que indican las acciones que realizan; si es un ensayo o un artículo de opinión, predominarán los sustantivos abstractos y los verbos de esencia (“hay”, “es”, “son”…).

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Y citaremos, a modo de ejemplo, algunos de los términos pertenecientes a dicho campo semántico, aquellos que nos resulten más significativos.

A continuación, relacionaremos el contenido del texto con los rasgos que caracterizan el movimiento literario al que pertenece el autor (el cual habremos descrito al principio del comentario, cuando enmarcamos el texto en su contexto). Si al principio mencionamos las características generales del movimiento o de la época, ahora hay que ceñirse únicamente a aquellas que se perciben en el texto, y citar ejemplos que correspondan a cada una de ellas.

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Ahora viene el toque erudito, que no es indispensable, pero que luce mucho: explicaremos algún dato del texto que resulte demasiado escueto, aclararemos cualquier aspecto que lo requiera, ampliaremos los contenidos más reseñables…
Y por último, si además conocemos algún dato de la biografía del autor que esté relacionado con el texto, podemos indicarlo.

6.- Interpretación, valoración, opinión.

El comentario termina con una interpretación global, en la que reflexionaremos sobre cómo el texto constituye un reflejo del pensamiento de la época.

Se trata de sintetizar el tema y el contenido con la forma, y todo ello con el autor y las características de la corriente literaria a la que pertenece.

Para ello recopilaremos los datos más relevantes del comentario y relacionaremos, a modo de síntesis, el tema y el contenido con la forma y el estilo, y todo ello con el autor y las características de la corriente literaria a la que pertenece.

Finalmente, cerraremos el comentario con nuestra visión personal sobre el tema: si es algo que nos interesa y por qué, si se trata de un tema que todavía tiene actualidad o si está superado, etc.

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Permitid que insistamos…

Nos consta que hacer un comentario de texto no es una tarea sencilla. Es más, reconocemos que ciertos textos resultan bastante complicados y que a veces uno no sabe muy bien por dónde empezar. Por eso, recomendamos seguir estos seis pasos: procediendo con orden, es difícil que divaguemos o, lo que es peor, que nos quedemos en blanco.

Eso sí, insistimos en que el procedimiento que aquí proponemos es tan solo un instrumento útil, pero que requiere de cierto esfuerzo por vuestra parte: para comentar bien un texto, resulta fundamental el estudio previo de la materia (características y autores de cada corriente literaria) y la memorización de estos seis pasos.

Siguiendo este esquema, hemos realizado en otras entradas el análisis de las siguientes obras:

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trabajosdeliteratura

Soy licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid, y compagino mi actividad profesional con mi vocación literaria, tanto en el plano del análisis crítico como en el de la creación.

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