El resumen definitivo de la Celestina, de Fernando de Rojas

La Celestina es una de esas obras imprescindibles de la literatura española, cuya lectura a menudo nuestros estudiantes intentan eludir, quizá llevados por un prejuicio de rechazo hacia ese lenguaje que les suena «a antiguo». Sin embargo, veremos cómo una aproximación al texto sin presión puede resultar sumamente entretenida. O al menos eso es lo que yo planteo en esta entrada.

En este mismo blog podéis encontrar las siguientes entradas con resúmenes de obras:

Proponemos aquí dos posibles lecturas, de dificultad creciente:

  • La primera consistiría en leer únicamente los subrayados. Según explicamos en nuestro post inicial, al tratarse de un resumen amplio, esta lectura sería suficiente para comprender la obra, y, lo que es más importante, darla por leída sin perder esos detalles tan valiosos sobre los que frecuentemente tratan las preguntas de examen, y que raramente aparecen en los resúmenes que circulan por la red.
  • La segunda, que es la que nosotros recomendamos, requeriría leer la obra completa, fijándose especialmente en los subrayados, que, en este caso, servirían de ayuda para una más fácil comprensión del argumento.

Al abordar su lectura, debemos considerar que la Celestina se escribió a finales del siglo XV, y los gustos de aquella época tenían muy poco que ver con los del siglo XXI. Pero hay que tener cierta amplitud de miras, y ser conscientes de que, desde entonces, los códigos estéticos han variado considerablemente.

Para ampliar información, recomiendo a los más curiosos visitar la página que la Biblioteca Cervantes dedica a la Celestina.

Pero antes de entrar en materia…

Permíteme un consejo

El resumen definitivo de La Celestina. Fernando de Rojas

Contexto histórico y social de la Celestina

La Celestina se escribe a finales del siglo XV, durante el reinado de los Reyes Católicos. Es el período que, en literatura, recibe el nombre de Prerrenacimiento.
En España, en esta época, y más concretamente en 1492, se producen tres hechos decisivos: el descubrimiento de América, la conquista de Granada y la expulsión de los judíos. Tales hechos tendrán una gran repercusión política, social y económica, y, como es lógico, encontrarán también su eco en el ámbito literario.
Asimismo, se produce en este periodo la unificación de todos los territorios de la Península Ibérica, excepto Portugal, en un único reino y en una única religión, la cristiana. En principio, se quedan viviendo en España, junto a los cristianos, los musulmanes y los judíos que llevaban toda la vida aquí. Aunque sus antepasados habían venido como invasores, habían transcurrido siete siglos desde entonces, y, durante generaciones, se habían ido asentando e integrando, hasta el punto de no sentirse menos españoles (aunque no practicaran el cristianismo) que los descendientes de los romanos que también invadieron la península, o de los godos que vinieron del norte de Europa para expulsar a estos.
Sin embargo, en la sociedad de la época era importante, no sólo ser cristiano y practicar el cristianismo, sino sobre todo ser descendiente de generaciones de cristianos, es decir, que bajo ningún concepto algún antepasado (por remoto que fuera) hubiera emparentado con un musulmán o un judío, pues en este caso no podría hablarse de limpieza de sangre. Según esto, los cristianos viejos, que así se llamaban, se sentían una casta superior a los demás; los miembros de las otras dos religiones, judíos y musulmanes, eran considerados enemigos, e incluso se desconfiaba de los conversos (cristianos que antes eran judíos o con antepasados de esa religión), de manera que todos ellos habían de ocultar su condición. Así las cosas, cualquier mínima sospecha de sangre mezclada en alguien, le convertía automáticamente en objeto de rechazo social.
Finalmente, fueron expulsados del reino los musulmanes y los judíos, y la Inquisición se encargó de perseguir, incluso hasta la muerte, a los sospechosos de practicar sus religiones.
En otro orden de cosas, hay que señalar que, en estos años, Antonio de Nebrija publica la primera Gramática de la lengua castellana. Este autor, que goza de gran prestigio, imparte clases en la Universidad de Salamanca (donde, qué casualidad, estudió Fernando de Rojas), y allí se produce el caldo de cultivo que dará lugar a la entrada de humanismo en España, corriente de pensamiento que propugna la idea de que el hombre, y no Dios, es el centro del universo, y que venía cargada de las ideas anticlericales de Lutero.
Así pues, en este ambiente de transición entre la Edad Media y el Renacimiento (religiosidad rancia y humanismo casi herético) es, precisamente, cuando aparecen las primeras ediciones de la Celestina.

La Celestina, ¿teatro medieval?

La obra conocida como la Celestina se titula en realidad Tragicomedia de Calisto y Melibea, y ese título («tragicomedia»), añadido al hecho de que se trate de una obra dialogada, hacen que se la suela encuadrar dentro del género teatral.
El teatro medieval tiene en España un origen fundamentalmente religioso, pues gira en torno a las fiestas de Navidad y de Pascua de Resurrección. En estas fechas, al final de las ceremonias religiosas, solían representarse dentro de las iglesias, junto al altar, algunas escenas de la vida de Jesús relacionadas con la fiesta concreta que se celebrara.
Poco a poco, fueron introduciéndose en estas escenas elementos profanos ajenos a la religión (tales como diálogos entre pastores), dando así lugar a pequeñas piezas teatrales. El carácter semi profano de estas piezas hizo que pasaran a ser representadas fuera de los templos, en los atrios. Finalmente, cuando los elementos profanos superaron a los religiosos, las obras teatrales adquirieron un carácter más de divertimento dirigido al pueblo que de mensaje doctrinal dirigido a los fieles, y pasaron a representarse en las plazas públicas.
El caso de la Celestina es un tanto peculiar, ya que, aun siendo una obra dialogada, no resulta fácilmente representable, debido a su duración y a los saltos temporales y espaciales (inconcebibles hasta entonces en el teatro). Por su argumento amoroso, su finalidad didáctica, la abundancia de citas de autoridad, su nivel estilístico, la clase social de sus protagonistas… se piensa que se trataría de una obra destinada a su lectura dramatizada en el ámbito universitario, dentro del género conocido como comedia humanística.
Prescindiendo de su forma dialogada, y atendiendo sobre todo a su longitud, a su realismo y a la cantidad y variedad de acciones que suceden, hay quienes prefieren considerarla una novela dialogada, híbrido entre novela y drama.

El autor

La Celestina se atribuye a Fernando de Rojas, pues así se declara en unos versos que preceden a la obra. Se sabe que hubo un tal Fernando de Rojas que nació en Puebla de Montalbán (Toledo) hacia 1476, que estudió leyes en la Universidad de Salamanca y que llegó a ser Alcalde Mayor de Talavera, donde murió en el año 1541.

Fernando de Rojas

Según cuenta el propio autor en el prólogo, llegó a sus manos el primer acto de la obra, que circulaba entre los estudiantes de la universidad, y, sin saber quién lo había escrito, decidió continuar la obra, completándola con quince actos más.
Hay críticos que, basándose en la unidad estilística que preside toda la obra, consideran que Fernando de Rojas es el único autor de la Celestina, y que la historia del primer acto encontrado por casualidad no es sino un recurso literario.

Las primeras ediciones de la obra

La primera edición (Burgos, 1499) tenía 16 actos, y se titulaba Comedia de Calisto y Melibea.
La de Zaragoza (1507) incorpora cinco actos más, entre el 14 y el 19: es el llamado «Auto de Centurio», porque aparece de forma decisiva este personaje. También el título de la obra varía: Tragicomedia de Calisto y Melibea.
La edición de Toledo de 1526 añade un acto más. Es el llamado «Auto de Traso».
A pesar de que en la propia obra se indicaba que estaba «compuesta en reprehensión de los locos enamorados que, vencidos en su desordenado apetito, a sus amigas llaman y dicen ser su dios», desde muy temprano los moralistas la atacaron, alegando que más incitaba y enseñaba a tener amores ilícitos que a rehuirlos. Así, en 1632 se incluyó en el Índice de libros prohibidos por la Inquisición, censurando algunos pasajes, y en 1792 se prohibió totalmente su publicación.

El tema: la peligrosa combinación del loco amor y la codicia

En la Celestina se narra cómo el loco amor de Calisto hacia Melibea y las malas artes que emplea la alcahueta Celestina para que esta le corresponda desembocan en tragedia.
Son dos, pues, los ejes temáticos que confluyen peligrosamente en la obra: uno principal, el amor desordenado, y otro que se va entremezclando con él, la codicia.
Sin duda el primero es el eje sobre el que gira la obra, pues suscita el comportamiento de todos los personajes, pero especialmente el de aquella pareja cuya relación constituye el motor argumental: Calisto y Melibea.
A través de ellos dos se lleva a cabo una parodia del amor cortés, un amor de ámbito cortesano, que se desenvolvía en lo puramente idealista y literario, pues consistía en que un caballero manifestara, a través de poemas, su amor hacia una dama, un amor secreto y sin esperanza, un amor imposible, pues la dama estaba casada. Calisto no se muestra refinado, ni siquiera tras ese lenguaje exaltado e idealizado que emplea, y tampoco tiene en absoluto la paciencia del amante cortesano, ni guarda el secreto de sus relaciones amorosas. Calisto es un desequilibrado que, impresionado por la belleza de Melibea, la ensalza de tal manera que llega a convertirla hiperbólicamente en «su Dios». En realidad, la relación amorosa entre Calisto y Melibea más parece propia del amor romántico, caracterizado por el apasionamiento y la turbulencia, que del amor cortés. Pero no es sólo Calisto el loco: también Melibea, una vez se abandona a su pasión amorosa hacia Calisto, se comporta de forma irreflexiva e, ignorando todas las normas morales propias de una muchacha de buena familia, no vacila en poner en peligro tanto su fama como la de sus padres, introduciendo a su amante de noche en su huerto.
Por lo que respecta al amor de Sempronio y Pármeno por Elicia y Areusa, se trata de un amor sexual, que no busca sino el goce físico. Es una relación que en la obra aparece como zafia, vulgar, carente de sensibilidad y, lo que es peor, de moralidad.
En ambos casos podemos hablar, pues, de «loco amor»: un amor apasionado, irracional y lujurioso.

Estructura tripartita

La división externa de la obra en actos no tiene un verdadero significado estructural.
Sin embargo, internamente, atendiendo a la acción, se puede decir que se divide en tres partes:
Introducción: encuentro de Calisto y Melibea y recomendación de Sempronio a su señor de que recurra a la ayuda de Celestina.
Nudo: intrigas de Celestina para vencer la resistencia de Melibea, disputas entre los criados Sempronio y Pármeno, concierto para repartirse los obsequios de Calisto, seducción de Melibea, disputa por la cadena entregada en pago, muerte de Celestina y ejecución de los criados.
Desenlace: venganza de Elicia y Areusa, muerte de Calisto, suicidio de Melibea, lamento de Pleberio.

Contemplada la acción linealmente, se puede observar que a lo largo de la obra se van sucediendo acontecimientos encadenados, con una relación causa-efecto: unos son consecuencia de otros.

Argumento

Calisto, un joven de clase alta, conoce por casualidad a la bellísima e inocente Melibea, joven también de clase alta, y se enamora de ella.

La Celestina 1

Pero ella, demasiado sometida a la sujeción paterna, aún no está preparada para el amor, y no le corresponde.
Vuelve Calisto a su casa y confiesa su amor y su pesar a su criado Sempronio. Éste le propone que acuda a la vieja Celestina, y le pida que intervenga como intermediaria, para suavizar la aspereza de Melibea.

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Celestina es una vieja alcahueta que conoce las artes de la brujería, y en cuya casa viven también sus dos pupilas, Elicia y Areusa, dedicadas a la prostitución.

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Haciéndose pasar por vendedora de hilos, Celestina consigue entrar en casa de Melibea, y ablanda su corazón diciéndole que Calisto está enfermo, y que sólo sanará si le da un cordón que la joven suele llevar. Al principio, Melibea se resiste, porque no se siente atraída por Calisto, pero Celestina la convence para que acceda, aunque sólo sea por hacer una obra de caridad.
Con esta gestión, Calisto está tan agradecido a Celestina que la paga generosamente.
Sempronio se da cuenta de que todos pueden sacar beneficio de la locura de su amo.

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Y aunque en un principio Pármeno, el otro criado de Calisto, aconseja a éste que no se deje guiar por Celestina (a la que conoce bien, porque su propia madre fue compañera de ella), finalmente, los menosprecios de su señor, y sobre todo los favores sexuales de Areusa, le introducen también en el grupo, y todos se confabulan para repartirse los generosos regalos que Calisto hace en pago a las gestiones de Celestina.

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Mediante la magia de un conjuro a Plutón, unida a sus habilidades dialécticas, Celestina logra que Melibea se enamore de Calisto, y acceda a un encuentro con él en su huerto. El joven acude por la noche, y, mientras sus criados vigilan, él trepa por la tapia con ayuda de una escala y cobra su galardón.

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Como premio, la vieja alcahueta recibe una cadena de oro, que será objeto de discordia, pues su codicia la lleva a negarse a compartirla con los criados de Calisto, y éstos terminan asesinándola, por lo cual son prendidos y ajusticiados.

Calisto ya goza del amor de Melibea y acude cada noche a su encuentro.
Elicia y Areusa, que se han quedado sin su protectora y sin sus dos amantes, y resuelven vengarse de Calisto, a quien culpan de todo.
Para ello, conciertan con el fanfarrón Centurio que mate a Calisto cuando vaya al encuentro de su amada. Pero Centurio se conforma con darle un susto y, mientras Calisto y Melibea gozan de su amor, se limita a armar un poco de alboroto, que hace huir a los nuevos criados del joven.

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Este, al oír la agitación en la calle y creyendo que sus criados están en peligro, intenta saltar el muro de la casa de su amada, pero resbala y muere. Desesperada, Melibea sube a la torre de su casa y se arroja desde lo alto.

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La obra termina con el llanto de Pleberio, padre de Melibea, que se lamenta de la pérdida de su hija, de la soledad en que quedan ahora, no haber sabido darle la educación adecuada…

Los personajes

La obra se desarrolla en dos ámbitos diferentes: el ideal, de los dos jóvenes de clase alta, que sólo viven para su amor, y el real, de Celestina, sus prostitutas y los criados, que únicamente se mueven por la codicia, por el provecho que pueden sacar de ese amor.
Uno de los aspectos más destacables de la obra es la magnífica caracterización psicológica de los personajes a través, no sólo de sus actos, sino también del lenguaje que emplean: los personajes nobles, como Calisto y Melibea, se expresan con delicadeza y elocuencia, mientras que los personajes plebeyos, como Celestina y los criados, emplean un lenguaje más espontáneo y popular, lleno de refranes y frases hechas.

Rojas humaniza a sus personajes. Lejos de caracterizarlos de forma básica, como solía suceder en la literatura medieval, les dota de profundidad psicológica, los hace evolucionar.
En muchos casos aparecen en parejas, que pueden ser de afinidad o de oposición. Así, encontramos dos grupos contrapuestos, el de los señores y el de los siervos, y dentro de ellos: Calisto y Melibea, Pleberio y Alisa, Pármeno y Sempronio, Tristán y Sosia, Elicia y Areúsa… Y Celestina como elemento catalizador de la tragedia.

Celestina

El personaje mejor caracterizado en la obra es el de Celestina, la vieja astuta, encarnación del mal, que con tentadoras palabras es capaz de manejar la voluntad del resto de los personajes.celestina 1
Representa un elemento subversivo dentro de la sociedad: practica la brujería, favorece la práctica de la prostitución, ejerce de alcahueta para propiciar amores dificultosos…
Es egoísta, avara, manipuladora, malvada, astuta… Se mueve sobre todo por la codicia.

Calisto

Calisto es un joven caprichoso de la alta sociedad, a quien solamente le preocupa satisfacer sus deseos.
Encarna el ‘loco amor’, del que es víctima: enamorado (o encaprichado) de Melibea, al ser rechazado, recurre a la alcahueta Celestina para que, por cualquier medio y al precio que sea, se la consiga.
Aunque en un principio parece plantearse una relación amorosa al estilo del amor cortés, en seguida Calisto muestra su verdadera intención, que no es otra que la posesión de la joven. En efecto, en ningún momento se plantea el matrimonio, y es posible que ello se deba a que Calisto es cristiano viejo, hijo de la nobleza, y Melibea es hija de un comerciante.

Melibea

Melibea es una joven que vive bajo la represión paterna. Teniendo en cuenta la edad a la que se solían concertar los matrimonios en la Edad Media, lo más seguro es que Melibea sea una jovencita, que aún no ha tenido oportunidad de salir de su casa, y que no tiene ni idea de las cosas del mundo. Sus máximos valores son los del prestigio social y el honor, que le han inculcado sus padres. Y de pronto, un hechizo, las palabras de una embaucadora, la hacen entregarse con pasión, sin pudor alguno, a Calisto. Cuando se queda sin su amante y sin su honra, pues sabe que la muerte de Calisto al pie del muro de su huerto va a ponerlo todo al descubierto, es como si despertara de un hechizo: ve la realidad y se suicida.

Sempronio

Sempronio es un criado de Calisto, pero carece del espíritu de servicio a su amo. Es un cínico, que únicamente busca la forma de aprovecharse de él. Por eso le aconseja acudir a Celestina, no por hacer un favor a su señor, sino por el beneficio que espera sacar de su locura. Mantiene una relación con Elicia, una de las prostitutas de Celestina, que a su vez le tiene engañado.

Pármeno

Pármeno es, en el fondo, un buen chico. Es el otro criado de Calisto, que intenta aconsejarle sensatamente. Sin embargo, la obsesión de su señor hace que menosprecie sus advertencias. La ingratitud de este, unida a las presiones de Pármeno, y sobre todo a los favores sexuales de Areusa, hacen que se integre en el grupo de ambiciosos que buscan sacar partido de la locura de Calisto.

Elicia y Areusa

Las prostitutas Elicia y Areúsa son las pupilas de Celestina, la primera más experimentada que la segunda. Elicia tiene como amante a Sempronio y Areusa es la que se encarga de atraer a Pármeno al grupo.
A la muerte de Celestina, traman la venganza. Además, Elicia se dispone a hacerse cargo de la clientela de Celestina, poniendo en práctica lo que ha aprendido junto a ella.

Pleberio y Alisa

Son los padres de Melibea. Se trata de una familia perteneciente a la nueva burguesía comerciante
Pleberio es el padre de Melibea, que ha confiado su educación a su madre. Tenía tantas expectativas puestas en ella, que, con si suicidio, su existencia se desmorona. Pero son expectativas materiales, ya que se lamenta de que no va a tener a quién dejar todas las posesiones que ha ido adquiriendo. Y de ahí el llanto tan sentido que cierra la obra.
Alisa es la madre de Melibea y no parece haber ejercido mucho ese papel, salvo en lo que se refiere a las especulaciones sobre el matrimonio que le tenía reservado, sin haberle consultado.

Lucrecia

Lucrecia es la criada de Melibea, testigo y facilitadora de la relación de esta con Calisto. Finalmente, se siente en cierto modo responsable de la muerte de los jóvenes, por no haber puesto ningún impedimento a tiempo.

Espacio y tiempo

El teatro clásico se rige por la norma de las tres unidades:
– Acción: la obra tiene una única acción, es decir, que tiene un argumento simple, en el que sólo ocurre un suceso, presentado de principio a fin.
– Lugar: la acción ocurre en un solo lugar, no hay cambio de escenarios.
– Tiempo: la acción ocurre en un solo día, de manera que el tiempo de lo representado prácticamente coincide con el tiempo de la representación.
Pero en el Barroco, se transgrede esta norma, y las obras empiezan a complicarse con diversas acciones, que se entrecruzan; tienen lugar en escenarios distintos, y admiten el paso del tiempo entre sus actos.
En la Edad Media, estaba todavía vigente la norma de las tres unidades.
La acción de la Celestina no presenta demasiada complejidad, pues los acontecimientos se suceden de forma casi lineal (tan sólo hay un momento en que dos acciones se simultanean). Sin embargo, no existe una unidad de tiempo, ya que entre los distintos episodios se producen saltos cronológicos, algunos de varios días; esto, que resulta verosímil en la novela, es inconcebible en el teatro de la época. Y lo mismo sucede con los lugares en los que se desarrolla la acción: el huerto de Melibea, la casa de Calisto, la de Celestina, calles, plazas… Se trata, pues, de una acción tan dinámica que resulta asimismo irrepresentable de acuerdo con el esquema teatral medieval.
Estos elementos han pesado notablemente en la consideración de la Celestina como una obra perteneciente a un género a medio camino entre la novela y el teatro, pero, desde luego, no representable.

Estilo

Conviven de forma magistral dos estilos muy diferentes en la Celestina: culto y popular.
Por una parte, contiene párrafos largos, henchidos de subordinación, sintaxis latinizante, hipérbaton, cultismos, citas grecolatinas; también construcciones paralelísticas, antítesis, metáforas… También encontramos tópicos procedentes de la literatura clásica, como la consideración de la mujer como un ser imperfecto, o el carpe diem
Sin embargo, estos rasgos cultos no llegan a generar en la obra una sensación de pedantería. Y es que, si bien se ha puesto de relieve el elevado nivel retórico de la Celestina, hay que tener en cuenta que en ningún caso se ha de pensar que el autor aspirara a reproducir el habla real.
Por otro lado, encontramos un estilo de tono coloquial, con un lenguaje llano, menos afectado, de frase corta, preñado de diminutivos, refranes, frases hechas y dichos populares en tono coloquial y con frecuentes exclamaciones.
Las modalidades de diálogo más frecuentes son las réplicas breves, que reflejan naturalidad. En cuanto al monólogo, no son muchos, pero sí extensos, y contribuyen a revelar conflictos interiores y dibujar caracteres; en ellos resalta la abundancia de apóstrofes e interrogaciones.
También hay que señalar el uso del ‘aparte’, tanto el advertido como el no advertido por los demás personajes, con un singular efecto cómico.
De esta conjunción de estilos culto y popular tan estudiada, se colige que la obra estaba destinada a ser leída de forma declamada en un ámbito escolar, más que a ser representada.

La intención moralizante

La intención de la obra la declara el mismo titulillo introductorio, al poner de manifiesto:
«Compuesta en reprensión de los locos enamorados que, vencidos de su desordenado apetito, a sus amigas llaman y dicen ser su Dios, asimismo hecha en aviso de los engaños de las alcahuetas e malos e lisonjeros sirvientes».
De él se deduce su fin moralizante de censurar el loco amor y la codicia, formas de corrupción que trastornan el orden social y contravienen la voluntad divina.
Intenta prevenir a las muchachas de la época contra los engaños de las alcahuetas, y advertir a los jóvenes en general contra el amor desordenado, el cual puede incluso conducir a la muerte.
Además se perciben elementos de crítica social, tales como la infidelidad de los criados hacia sus amos, la corrupción de las costumbres que supone la intervención de una alcahueta para concertar amores ilícitos, la degradación de la clase noble, etc.

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Soy licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid, y compagino mi actividad profesional con mi vocación literaria, tanto en el plano del análisis crítico como en el de la creación.

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