Luis de Góngora es uno de los más carismáticos autores del Siglo de Oro español, habitualmente asociado a la corriente culterana, pero al que su variadísima producción le hace difícil de encasillar. En efecto, en su obra encontramos sencillas composiciones de tipo popular, letrillas satíricas, poesía italianizante adaptada al gusto barroco, larguísimos poemas mitológicos, etc. Y es que, si bien es cierto que, en general, nuestro autor se enmarca dentro de la citada corriente culterana, que tiene como primordial precepto estético la búsqueda del enrevesamiento formal, también lo es el hecho de que una importante parte de su producción se encuadra dentro de una corriente de poesía de tipo popular, que responde a unos principios más sencillos… al menos en apariencia, porque en realidad el tratamiento que se hace de estas composiciones obedece, como veremos en el análisis de la letrilla Ándeme yo caliente y ríase la gente, a los mismos parámetros de la poesía culta.
En el siguiente enlace podéis descargar la explicación del procedimiento: ANEXO. El comentario de textos definitivo
En este mismo blog podéis encontrar las siguientes entradas con comentarios de texto:
- Romance del conde Olinos
- Al alba venid (canción de amigo)
- Poema de Mio Cid. «Embraçan los escudos…»
- Gonzalo de Berceo. El ladrón devoto (Milagros de Nuestra Señora)
- Arcipreste de Hita. Disputa de los griegos y los romanos (Libro de buen amor)
- Infante don Juan Manuel. Ejemplo X (El Conde Lucanor)
- Jorge Manrique. Coplas por la muerte de su padre
- Garcilaso de la Vega. “Escrito está en mi alma vuestro gesto…”, Égloga primera y «A Dafne ya los brazos le crecían»
- Gutierre de Cetina. Ojos claros, serenos
- Fray Luis de León. Oda a la vida retirada
- San Juan de la Cruz. Noche oscura
- Santa Teresa de Jesús. Vivo sin vivir en mí
- Miguel de Cervantes. La gitanilla (Novelas ejemplares)
- Francisco de Quevedo. Amor constante más allá de la muerte y “¡Ah, de la vida…!”
- Luis de Góngora. “Mientras por competir con tu cabello…”, «Ándeme yo caliente» y “Amarrado al duro banco…”
- Sor Juana Inés de la Cruz. “Al que ingrato me deja“
- Juan Meléndez Valdés. El amor mariposa
- Gaspar Melchor de Jovellanos. Sátira segunda A Arnesto
- José de Espronceda. Canto a Teresa y La canción del pirata
- Mariano José de Larra. El casarse pronto y mal
- Gustavo Adolfo Bécquer. Rima LXX y El Monte de las Ánimas
- Félix María Samaniego. Fábula del asno y el cochino
- Rubén Darío. Sonatina (Prosas profanas)
- Antonio Machado. A orillas del Duero (Campos de Castilla)
- Federico García Lorca. La aurora (Poeta en Nueva York)
- Pedro Salinas. Tú vives siempre en tus actos (La voz a ti debida)
Antes de iniciar el comentario, merece la pena escuchar esta letrilla en la voz de Paco Ibáñez.
Y ahora, antes de pasar al comentario,
Ándeme yo caliente y ríase la gente
Ándeme yo caliente
y ríase la gente
Traten otros del gobierno
del mundo y sus monarquías,
mientras gobiernan mis días 5
mantequillas y pan tierno,
y las mañanas de invierno,
naranjada y aguardiente,
y ríase la gente.
Coma en dorada vajilla 10
el Príncipe mil cuidados,
como píldoras dorados,
que yo en mi pobre mesilla
quiero más una morcilla
que en el asador reviente, 15
y ríase la gente.
Cuando cubra las montañas
de blanca nieve el enero,
tenga yo lleno el brasero
de bellotas y castañas, 20
y quien las dulces patrañas
del Rey que rabió me cuente,
y ríase la gente.
Busque muy en hora buena
el mercader nuevos soles, 25
yo conchas y caracoles
entre la menuda arena,
escuchando a Filomena
sobre el chopo de la fuente,
y ríase la gente. 30
Pase a medianoche el mar
y arda en amorosa llama
Leandro por ver su dama,
que yo más quiero pasar
del golfo de mi lagar 35
la blanca o roja corriente,
y ríase la gente.
Pues Amor es tan cruel
que de Píramo y su amada
hace tálamo una espada, 40
do se juntan ella y él,
sea mi Tisbe un pastel
y la espada sea mi diente,
y ríase la gente.
1.- LOCALIZACIÓN DEL TEXTO
El poema propuesto es una letrilla de Luis de Góngora, uno de los más grandes poetas del Barroco español, período literario que comprende desde finales del siglo XVI hasta bien entrado el XVIII.
La lírica barroca
La lírica barroca supone, de algún modo, una continuidad y a la vez una reacción contra la poesía del Renacimiento. Es, en efecto, una continuidad porque se inspira en los mismos temas (el amor, la vida, la muerte…), se sirve de los mismos recursos métricos y estilísticos (el endecasílabo, el soneto, las figuras retóricas…), recurre a los mismos tópicos (la fugacidad de la vida, las referencias clásicas, la mitología…), etc. Pero también supone una reacción culta contra la poesía clara y natural del Renacimiento, ya que el Barroco todo lo deforma, lo exagera, lo intensifica, lo complica, lo oscurece… y así, aun partiendo de esos mismos elementos de base, se aleja conscientemente de su sencillez formal y conceptual. Y es que el autor barroco no pretende, como el renacentista, imitar un canon clásico, sino crear, partiendo de este, una obra con un enfoque original, que sorprenda al destinatario.
En la lírica del siglo XVII encontramos dos tendencias principales de poesía culta: el culteranismo y el conceptismo. Ambas buscan la oscuridad en las composiciones, pero se diferencian en que la primera lo hace a través de una forma complicada, empleando una sintaxis retorcida, a veces ininteligible, y la segunda a través del contenido, en base a juegos de conceptos que a menudo resultan igualmente difíciles de entender. Vemos, pues, que si bien en principio pueden parecer dos corrientes antitéticas, en el fondo ambas persiguen la misma finalidad: crear una literatura de minorías, bella por lo extraño, por lo artificioso, por lo dificultoso de comprender, por el esfuerzo que requiere penetrar en ella. Y los procedimientos no siempre resultan tan diferentes, pues si el culteranismo busca la ornamentación, la artificiosidad exterior, y el conceptismo se fija más en los conceptos, en el significado de las palabras, no es extraño que ambos procedimientos se entrecrucen en una misma composición. Y es que lo que el poeta barroco busca, en general, es emplear un estilo complicado, lo más alejado posible del habla natural.
Pero en esta época se da también una poesía considerablemente diferente de esa que divide, básicamente, la producción literaria en culteranismo y conceptismo, en torno al principio común de la oscuridad estilística. Se trata de una corriente de poesía aparentemente popular, que en realidad no lo es, ya que está compuesta por esos mismos autores que se disputan el liderazgo en la dificultad compositiva. Esta poesía se inspira en formas métricas y contenidos tradicionales, pero su tratamiento estilístico no resulta tan sencillo: los autores aplican recursos retóricos cultos e incluyen referencias a la antigüedad clásica, la mitología, la religión… Algunas de las formas más frecuentes de este tipo de poesía «popular» son el romance y la letrilla. El primero es una estrofa de origen medieval, que se había configurado a partir de la desintegración de los larguísimos cantares de gesta en pequeños fragmentos con unidad argumental y con tendencia a la regularidad métrica de los versos en torno al octosílabo. Por lo que respecta a la letrilla, es una composición basada en el esquema de la canción tradicional, que consta de estrofas de arte menor, que rematan en un estribillo. Pero en el siglo XVII ya no son composiciones surgidas anónimamente de la creatividad popular y difundidas oralmente, sino que ahora son obra de autores reconocidos (Cervantes, Lope, Góngora o Quevedo, entre otros), que al mismo tiempo están componiendo otros poemas según los dictados estilísticos del Barroco, con toda clase de recursos retóricos característicos de la poesía culta del momento.
Luis de Góngora
Nace en Córdoba, en 1561, en el seno de una familia noble. Estudia en la Universidad de Salamanca, y con tan sólo catorce años toma las órdenes religiosas. Es nombrado canónigo beneficiado de la catedral de Córdoba, pero su juventud y sus aficiones literarias le llevan a frecuentar círculos muy alejados del ámbito eclesiástico.
Compone en esta época numerosos sonetos, romances y letrillas satíricas y líricas.
Sigue también la corriente de poesía italianizante, heredera del Renacimiento, pero le da un enfoque personal, incidiendo en esa búsqueda de la oscuridad a través del retorcimiento formal que caracteriza la literatura barroca.
En su madurez, acentúa el barroquismo de su poesía, lo que le lleva al enfrentamiento, tanto en lo literario como en lo personal, con Quevedo y con Lope. En 1613, su Fábula de Polifemo y Galatea constituye, por su oscuridad y su afectación formal, el culmen de la poesía culterana.
En 1617, Felipe III le nombra capellán real, cargo que le obliga a vivir en la Corte. Pero la vida de lujo que allí mantiene le lleva a la ruina.
Finalmente, regresa a Córdoba, donde, en 1627, muere.
Al clasificar la obra de Góngora, suele realizarse una división en dos épocas: una inicial, de poesía sencilla, de inspiración popular, y otra final, en la que se reflejarían todos los planteamientos estéticos típicamente barrocos. Sin embargo, Góngora sólo hay uno, e incluso en sus composiciones líricas más tempranas está el germen de la impronta culterana que caracterizará su obra posterior. En efecto, a lo largo de toda su producción encontramos obras que responden tanto a la aparente sencillez como la artificiosidad, tanto a la sublimación estética y moral como a la expresión de la miseria humana, etc.
Pero es que, en el fondo, el Barroco es así.
En el caso de Góngora, quizás en vez de la clasificación estilística, resulte más adecuada una clasificación genérica:
- Romances, algunos de los cuales siguen, además del esquema métrico original del medievo, también su temática. El poeta cordobés siente predilección por los de ambientación morisca. De entre todos, destaca, sin embargo, uno de temática clásica: la Fábula de Píramo y Tisbe.
- Letrillas satíricas, que ponen de relieve las miserias humanas y sociales: desvergüenza de las mujeres, falsedad de los galanes, ignorancia de médicos y letrados… Reflejan la visión pesimista de la vida que caracteriza al Barroco.
- Sonetos y canciones, de base italianizante. De acuerdo con los dictados estéticos de la época, Góngora aplicó su visión personal a los temas y las formas métricas heredadas del Renacimiento, aplicándoles un léxico cultísimo, una sintaxis retorcidísima y unas imágenes oscurísimas.
- Largos poemas metafóricos. En el Polifemo, las Soledades y el Panegírico al Duque de Lerma, Góngora lleva al extremo sus criterios estéticos de oscuridad: hipérbatos, cultismos, metáforas, alusiones mitológicas, etc.
2.- DETERMINACIÓN DEL TEMA
El poema constituye una exaltación de un modo de vida sencillo, basado en evitar aquellas cosas que preocupan a los señores y en disfrutar de los alimentos básicos y naturales de los que gozan las gentes humildes.
3.- DISTRIBUCIÓN DE SU ESTRUCTURA Y RESUMEN DE SU ARGUMENTO
El poema consta de un estribillo y seis estrofas, de contenido cerrado e independiente, que, no obstante, podrían agruparse en cuatro preocupaciones:
- Estrofas 1-2. El poder, principal preocupación de los gobernantes.
- Estrofa 3. Una preocupación común: hacer frente al frío invierno.
- Estrofa 4. El afán de los mercaderes por encontrar nuevos territorios en los que vender sus mercancías, con el fin de aumentar su riqueza.
- Estrofas 5-6. Las dificultades de los enamorados para poder estar juntos.
4.- COMENTARIO DE LA FORMA Y EL ESTILO
Se trata de una letrilla, composición formada por un estribillo y una serie de estrofas, en cada una de las cuales se repite alguno de los versos del estribillo, respondiendo a la siguiente estructura básica:
- Estribillo
- Estrofa
- Mudanza: versos del cuerpo de la estrofa.
- Vuelta: verso que enlaza con el estribillo y tiene su misma rima.
- Verso procedente del estribillo.
Originariamente, sería una composición de carácter popular, de contenido rústico o religioso, concebida para ser cantada en grupo: el solista cantaría la mudanza y la vuelta, y el coro respondería con el estribillo. Se trataba de composiciones muy apropiadas para aquellas labores del campo que se realizaban en grupo, tales como la siega o la vendimia, y también se adaptarían a ciertos bailes tradicionales. Los poetas barrocos adoptaron esta forma métrica para tratar contenidos satíricos, pero además incluyeron en sus composiciones elementos cultos, figuras retóricas, referencias mitológicas, etc., lo que aumentaba su efecto burlesco.
Este poema de Góngora consta de un estribillo, formado por dos versos heptasílabos, y seis estrofas, que tienen siete versos cada una: seis octosílabos y un heptasílabo, procedente del estribillo.
Su distribución es la siguiente:
Cada estrofa consta, por tanto, de cinco versos iniciales de mudanza (es decir, una quintilla abbaa), uno que hace de enlace con el que procede del estribillo, llamado verso de vuelta (x), y el que procede del estribillo (x). Su estructura respondería al siguiente esquema:
Para hallar una regularidad en el cómputo silábico, fundamental en la concepción poética barroca, es necesario acudir a distintos recursos métricos, tales como la sinalefa, el hiato, la diéresis y la sinéresis. Veamos algunos ejemplos:
Sinalefa. Articulación en una sola sílaba de dos vocales separadas (última de una palabra y primera de la siguiente), cuando ninguna de ellas está acentuada.
- Puede darse entre vocales iguales:
que_en el asador reviente (v. 15)
de blanca nieve_el enero (v. 18)
- También entre dos vocales diferentes, que habitualmente formarían diptongo, pero que aquí pertenecen a distintas palabras:
y las mañanas de_invierno (v. 7)
tenga yo lleno_el brasero (v. 19)
- Forma parte de una sinalefa asimismo la /y/ cuando tiene entidad vocálica:
del mundo_y sus monarquías (v. 2)
Diéresis. Separación en dos sílabas métricas de dos vocales que, de forma natural, formarían diptongo y se articularían en una sola.
Pues Amor es tan cru-el (v. 38)
Podemos encontrar diversas figuras retóricas, tales como:
- Hipérbaton. Alteración del orden lógico sintáctico de los elementos de la oración:
Coma en dorada vajilla
el Príncipe mil cuidados,
como píldoras dorados (vv. 10-12)
El orden lógico sería: «Coma el Príncipe mil cuidados, dorados como píldoras, en vajilla dorada“.
Busque muy en hora buena (v. 24)
El orden lógico sería: «Busque en muy buena hora”.
que yo más quiero pasar
del golfo de mi lagar
la blanca o roja corriente (vv. 34-36)
El orden lógico sería: «que yo más quiero pasar la corriente blanca o roja del golfo de mi lagar”.
que de Píramo y su amada
hace tálamo una espada (vv. 39-40)
El orden lógico sería: «que una espada hace tálamo de Píramo y su amada”.
- Encabalgamiento. Separación de los elementos de un sintagma entre el final de un verso y el principio del siguiente:
Traten otros del gobierno
del mundo (vv. 3-4)
- Derivación o políptoton. Aparecen próximos dos términos que tienen la misma raíz:
Traten otros del gobierno
del mundo y sus monarquías,
mientras gobiernan mis días (vv. 3-5)
Coma en dorada vajilla
el Príncipe mil cuidados,
como píldoras dorados (vv. 10-12)
- Paronomasia. Proximidad de dos palabras parecidas en la forma, pero de significado diferente:
como píldoras dorados (v. 12)
- Epíteto. Adjetivo que no aporta ningún rasgo añadido al sustantivo al que acompaña:
blanca nieve (v. 18)
menuda arena (v. 27)
- Hipérbole. Exageración.
Coma en dorada vajilla
el Príncipe mil cuidados (vv. 10-11)
La cifra de “mil” hace referencia a una gran cantidad, sin especificar.
- Personificación. Se atribuyen cualidades humanas a entidades que carecen de ellas.
mientras gobiernan mis días
mantequillas y pan tierno,
y las mañanas de invierno,
naranjada y aguardiente (vv. 5-8)
Se atribuye a las mantequillas y el pan tierno la capacidad de gobernar los días del poeta, y a la naranjada y el aguardiente la de gobernar sus mañanas de invierno.
- Ironía. Término que da a entender lo contrario de lo que se dice.
que yo en mi pobre mesilla
quiero más… (vv. 13-14)
La “pobre mesilla”, en el fondo, no es tan pobre, al menos para el poeta.
- Sentido figurado.
que yo más quiero pasar
del golfo de mi lagar
la blanca o roja corriente (vv. 34-36)
La corriente blanca o roja del lagar hace referencia al vino blanco o tinto.
Coma en dorada vajilla
el Príncipe mil cuidados (vv. 10-11)
El Príncipe, aunque gracias a su posición coma en vajilla de oro, precisamente por dicha posición tiene que sufrir grandes preocupaciones.
y arda en amorosa llama
Leandro por ver su dama (vv. 32-33)
Es frecuente asociar el sentimiento del amor a una pasión que abrasa al amante.
- Identificación. Un término concreto se identifica con otro figurado, al que hace referencia:
sea mi Tisbe un pastel
y la espada sea mi diente (vv. 42-43)
Aquí, el pastel es el objeto de deseo (como Tisbe para Píramo en la leyenda) y la dentadura la que acaba con él (como la espada que causa la muerte de la joven). En el apartado dedicado al contenido veremos esta leyenda.
- Metáfora.
Busque muy en hora buena
el mercader nuevos soles (vv. 24-25)
El término “soles” hace referencia a las tierras de oriente, por donde sale el sol y donde se encontraban las Indias, principales proveedoras de mercancías exóticas.
- Aliteración. Entre los versos 40 y 43 se aprecia cierta acumulación de fonemas dentales:
hace tálamo una espada,
do se juntan ella y él,
sea mi Tisbe un pastel
y la espada sea mi diente (vv. 40-43)
ANEXO. Recursos retóricos de la lengua cotidiana
Desde el punto de vista sintáctico-estilístico, en el poema se aprecia una sintaxis que, aunque no dificulta la comprensión del significado global, no puede decirse que sea sencilla, ya que los siete versos de cada estrofa constituyen una única oración coordinada, de mayor o menor complejidad, en la que se unen, por un lado, la contraposición de dos modos de vida, y por otro, la exhortación “y ríase la gente”.
Veamos, a modo de ejemplo, la primera estrofa. En ella encontramos dos oraciones relacionadas: “Traten otros del gobierno del mundo (…) naranjada y aguardiente” y “ríase la gente”. La primera está compuesta por una oración principal, “Traten otros del gobierno del mundo y sus monarquías”, y una subordinada que depende de ella, introducida por “mientras”, con un sentido entre temporal y adversativo. Esta subordinada consta a su vez de dos oraciones coordinadas: “gobiernan mis días mantequillas y pan tierno” y “[gobiernan] las mañanas de invierno naranjada y aguardiente”, las cuales tienen el mismo verbo, aunque en la segunda se encuentra elíptico, por sobreentendido. Y en coordinación con todo este entramado, mediante la conjunción “y”, estaría la segunda oración: “ríase la gente”.
En las restantes estrofas se reproduce este mismo esquema:
- En la segunda estrofa, la primera oración constituye una contraposición entre “Coma (…) el Príncipe mil cuidados” y la adversativa “que yo prefiero…”
- En la tercera, encontramos una oración temporal “Cuando (…) enero”, subordinada de la principal ”tenga yo…”
- En la cuarta, la contraposición se produce por yuxtaposición de dos oraciones con el mismo verbo, aunque elíptico en la segunda: “Busque (…) el mercader…” y “[busque] yo…”
- En la quinta, se produce entre “Pase (…) el mar (…) Leandro…” y la adversativa “que yo más quiero…”
- En la sexta, la contraposición viene de la mano de la oración causal “Pues Amor es…”, subordinada de la principal ”sea (..) y (…) sea…”
Y, como ha quedado ya indicado, en coordinación con cada uno de estos bloques sintácticos, se repite la oración “y ríase la gente”.
Sin embargo, a pesar de toda esta complejidad sintáctica, la lectura del poema no presenta grandes dificultades de comprensión, si bien su contenido requerirá, como veremos en el siguiente apartado, de ciertas aclaraciones.
En cuanto a la categorización gramatical, al tratarse de una exhortación, predominan los verbos en subjuntivo que encierran una expresión de deseo: “ándeme”, “ríase”, “traten”, “coma”, “tenga”, “busque”, “pase”, “sea”… Frente a ellos, aparecen los presentes, que hacen referencia a la realidad: “gobiernan”, “quiero”… En cuanto a los sustantivos, encontramos similar contraposición: por un lado, los abstractos, relativos a la forma de vida de los señores, llena de preocupaciones (“gobierno”, “mundo”, “monarquías”, “cuidados”, “soles”…), y por otro los concretos, que hacen referencia a la forma de vida de la gente sencilla, y que es aquella a la que el poeta aspira (“mantequillas”, “pan”, “naranjada”, “aguardiente”, “morcilla”, “bellotas”, “castañas”, “conchas”, “caracoles”, “pastel”…).
Asimismo se aprecia tal contraposición entre los verbos y pronombres de tercera persona, asociados al modo de vida de las preocupaciones (“traten”, “otros”, “sus”, “coma”, “cubra”, “busque”, “pase”, “su”, “se juntan”, “ella”, “él”…), y los de primera persona, vinculados al poeta y sus preferencias (“mis”, “yo”, “mi”, “quiero”, “tenga”, “me”…).
La utilización de adjetivos es muy reducida, ya que lo importante en el poema es la descripción de dos modos de vida diferentes, pero no la matización de sus aspectos. Encontramos entre los escasos adjetivos, algunos, como “dorada vajilla” o “dulces patrañas”, que contribuyen a caracterizar dichos dos modos de vida. Sin embargo, predominan los que apenas aportan carga semántica al sustantivo al que acompañan, tales como “nuevos soles”, “amorosa llama” o “blanca o roja corriente”, y sobre todo los dos epítetos, “blanca nieve” y “menuda arena”.
En resumen, puede decirse que Góngora utiliza aquí un estilo claro y expresivo, aparentemente sencillo, pero con un lenguaje cuidado, una construcción sintáctica elaborada y unos recursos retóricos que nos dan a entender que estamos ante una obra que sigue los esquemas compositivos de la poesía popular, pero que pertenece a un autor culto.
5.- COMENTARIO DEL CONTENIDO
La letrilla Ándeme yo caliente y ríase la gente constituye una sátira dirigida contra el modo de vida de las clases altas de la sociedad, rodeada de preocupaciones, y, por contraste, un elogio de la vida sencilla, de la que gozan las gentes humildes.
Góngora parece seguir aquí la línea iniciada por Horacio, quien, en sus Epodos, ensalzaba la vida retirada como forma de alejarse de las preocupaciones de este mundo; se trata del tópico del beatus ille, que formulaba del siguiente modo: “Dichoso aquél que, lejos de los negocios (…), dedica su tiempo a trabajar los campos paternos (…), libre de toda deuda, (…), manteniéndose lejos del foro y de los círculos soberbios de los ciudadanos poderosos”. Asimismo, el poeta latino plantea en sus Odas la felicidad que supone vivir en una aurea mediocritas, es decir, llevando una vida normal, sin privaciones, pero sobre todo sin aspiraciones de riqueza o poder que nos desasosieguen; una vida, en fin, materialmente pobre, pero espiritualmente rica. Dice así: “El que se contenta con su dorada medianía / no padece intranquilo las miserias de un techo que se desmorona, / ni habita palacios fastuosos / que den lugar a envidias”.
Tampoco puede obviarse la vinculación de esta letrilla con una de las obras más difundidas del siglo XVI: Menosprecio de corte y alabanza de aldea, de Fray Antonio de Guevara, en la que, como su título indica, se plantean los inconvenientes de vivir en la cortey las ventajas, tanto económicas como espirituales, que reporta la vida tranquila en una aldea.
Y por último, ya como un referente más cercano, cabe citar la Oda a la vida retirada, de Fray Luis de León, quien invita igualmente al retiro, pero dándole a este una dimensión religiosa: no se trata solo de llevar una vida humilde, sino de que además ello nos conduzca a Dios.
Aun siguiendo la misma línea argumental de sus predecesores, el poeta cordobés no plantea su sátira desde la gravedad que, en principio, parece sugerir el tema, sino que le aplica un tono burlesco, y eso hace que, sin restarle profundidad moral al mensaje que transmite, la composición resulte jocosa. Esta respondería, así, al principio conocido como castigat ridendo mores, que consiste en censurar las costumbres a través de obras de tratamiento cómico. Y de este modo, como alternativa a esa vida llena de preocupaciones, propia de los miembros de las clases altas de la sociedad, en vez de proponer la sencillez espiritual y la austeridad como vía para alcanzar la felicidad, Góngora aboga únicamente por hallarla en algo tan cotidiano como disfrutar de esos alimentos que constituyen la gastronomía básica de las gentes humildes: mantequillas, pan tierno, naranjadas, aguardiente, morcilla, bellotas, castañas, caracoles, vino… Y para reforzar el carácter burlesco de su propuesta, el poeta recurre al contraste, y, frente a ese ambiente prosaico que evocan una morcilla asada o unas bellotas en un brasero, cita ejemplos de la cultura clásica, como los de Leandro y Hero, y Píramo y Tisbe.
El poema se abre con el estribillo, “Ándeme yo caliente / y ríase la gente”, que, en otros términos, vendría a significar: mientras yo sea feliz, no me importa lo que digan los demás. Y a partir de esta declaración de principios, se van contraponiendo en cada estrofa aspectos de uno y otro modo de vida.
- En la primera, aparecen enfrentadas las preocupaciones que aquejan a los estadistas, siempre debatiéndose sobre las formas de gobierno más convenientes a los diferentes países, y la sencillez de una vida en la que lo más importante es disfrutar de las mantequillas, el pan tierno, la naranjada y el aguardiente.
- La segunda se centra en el Príncipe de una nación, el cual, a pesar de gozar de privilegios y lujos, que se representan en el hecho de comer en vajilla de oro, en realidad sufre muchas preocupaciones inherentes al cargo, que, por muy adornadas que estén, se tiene que tragar como si fueran píldoras. Frente a eso, el poeta prefiere disfrutar de una buena morcilla, bien asada, en su punto, que es cuando la piel se abre y se desborda el relleno.
- En la tercera estrofa se hace referencia a una circunstancia que afecta a todos por igual: en invierno, la nieve cubre las montañas y se acentúa el frío. Sin embargo, no todo el mundo hace frente a esa situación del mismo modo: las gentes sencillas se reúnen en torno a un brasero, donde asan castañas y bellotas, y se cuentan historias para hacer más llevaderas las largas horas del día en las que no hay luz. Aparece así el primer personaje de leyenda: el rey que rabió. Este título no alude a ningún rey en concreto, sino que es una expresión popular que se utilizaba para referirse a un suceso muy remoto en el tiempo, de manera que las “patrañas del rey que rabió” equivaldrían aquí a esos viejos cuentos de transmisión oral. ¿Y de dónde procedería tal expresión? Dada la gran afición del vulgo a las lecturas bíblicas desde la época medieval, es posible que se creara aludiendo a Saúl, que fue ungido rey de Israel por el profeta Samuel, siguiendo las instrucciones de Yahvé. Su rabia se originaría cuando Este le retiró su favor y colocó en el trono de los israelitas a David, un humilde pastor de la tribu de Judá.
- La cuarta estrofa enfrenta las preocupaciones de los comerciantes, continuamente angustiados por los precios de los suministros, la pérdida de clientes, etc., a la vida relajada de quien pasa el rato buscando caracoles, mientras escucha el canto del ruiseñor. El nombre de Filomena hace referencia a una de las hijas de Pandión, rey de Atenas, la cual, según narra Ovidio en sus Metamorfosis, fue convertida en dicha ave. Cuenta la leyenda que Tereo, rey de Tracia, estaba casado con Procne, una de las hijas de Pandión, pero se había encaprichado de su cuñada Filomena. Un día, la viola y, para evitar que le delate, le arranca la lengua. Ella borda una tela contando lo sucedido y se la hace llegar a su hermana Procne. Para vengarse, ambas matan y descuartizan a Itys, el hijo de esta y Tereo, y se lo dan a comer a este durante un banquete. Cuando descubre que se ha comido a su propio hijo, toma su espada para matarlas. Pero entonces se produce una triple metamorfosis: Filomena es convertida en ruiseñor, un pájaro de bellísimo canto; Procne en golondrina, con su pecho teñido de rojo sangre, y Tereo en abubilla, un ave que picotea entre el estiércol.
- En la quinta estrofa se contraponen las preocupaciones de los amantes, angustiados por las dificultades para poder llevar a término su pasión, con el goce de disfrutar de una generosa cantidad de buen vino, ya sea tinto o blanco. Al referirse a los afanes del amor, el poeta no alude a los que aquejan al común de los mortales, sino a los que padecen los jóvenes de buena familia, condicionados por los matrimonios de conveniencia, y cita como ejemplo la leyenda de Leandro y Hero. Esta era una sacerdotisa de Afrodita, de la que se había enamorado Leandro, un joven que vivía en Abidos. Pero sus respectivos padres se oponen a que se casen y a ella la encierran en una torre de Sestos, al otro lado del Helesponto (el actual estrecho de los Dardanelos, una corriente de agua que comunica el Egeo con el mar de Mármara). Sin embargo, esta distancia no es suficiente para impedir que los amantes se encuentren: todas las noches, Hero enciende una antorcha en la torre y Leandro, guiado por ella, cruza a nado el estrecho. Pero una noche, un fuerte viento apaga la llama y Hero, que se ha quedado dormida, no se da cuenta; Leandro se desorienta y muere ahogado. Cuando, al amanecer, la joven descubre el cuerpo de su amado en la orilla, se suicida, arrojándose desde lo alto de la torre.
- En la última estrofa, el poeta sigue dentro del ámbito de los sinsabores que producen los amores contrariados y, frente a ellos, se inclina por el dulce de un pastel. La cita legendaria alude en este caso a Píramo y Tisbe, a los que Amor no une en un tálamo nupcial, sino en torno a la espada con la que ambos se quitan la vida. Estos eran dos jóvenes babilonios, que se amaban en contra de la prohibición de sus respectivas familias. Deciden escaparse juntos y para ello quedan una noche en el bosque, a la orilla de una fuente, junto a la que crece un moral de moras blancas. Llega primero Tisbe y, mientras está esperando, aparece una leona, con las garras ensangrentadas de su reciente presa. Asustada, se esconde en una cueva, perdiendo en su huida el velo, que la leona desgarra y mancha de sangre. Cuando llega Píramo, ve las huellas de la leona y el velo ensangrentado y, deduciendo que Tisbe está muerta, desenvaina su espada y se suicida. Sale entonces la joven de su escondite y, descubriendo el cadáver de su amado, toma la espada y la hunde en su pecho. La sangre de ambos hace que los frutos del moral se tiñan de color rojo.
De acuerdo con la referida contraposición de los dos tipos de vida, se aprecia un predominio de palabras que pertenecerían a dos campos semánticos principales:
- El modo de vida de las preocupaciones: traten, gobierno, monarquías, gobiernan, dorada vajilla, Príncipe, cuidados, mercader…
- El modo de vida de la gastronomía popular: mantequillas, pan tierno, naranjada, aguardiente, pobre mesilla, morcilla, asador, brasero, bellotas, castañas, conchas, caracoles, lagar, pastel…
6.- INTERPRETACIÓN, VALORACIÓN, OPINIÓN
La letrilla Ándeme yo caliente, a pesar de responder a la estructura de un poema tradicional, presenta rasgos concretos, tales como ciertos detalles del argumento y, sobre todo, una sintaxis complicada, muy del gusto del Barroco, que revelan que se trata de una obra de composición culta.
En efecto, Góngora crea está letrilla partiendo del dicho popular “Ándeme yo caliente y ríase la gente” y revistiendo una estrofa tradicional con elementos propios de la poesía culta: rima consonante, regularidad métrica, figuras retóricas… y sobre todo referencias a mitos y leyendas de la cultura clásica.
En ella hace un tratamiento burlesco del tópico de la aurea mediocritas: frente a la forma de vida de los poderosos, rodeada de lujo pero también llena de preocupaciones, en lugar de proponer que la felicidad se encontraría en la austeridad característica del estoicismo (como defendería su adversario Quevedo), o en el sacrificio y la humildad propios del cristianismo, lo que hace es sugerir la vía del epicureísmo (por no decir la del hedonismo), consistente en hallar la felicidad en el disfrute inmediato de los pequeños placeres cotidianos de una vida sencilla, especialmente los que se refieren a la gastronomía popular.
Al margen del tratamiento jocoso que Góngora hace del tema, y aunque hay que admitir que no resulta fácil olvidarnos de las exigencias que los estudios o el trabajo nos imponen a diario, no parece mal propósito el de tratar de llevar una vida más sencilla, lo más alejada posible de preocupaciones innecesarias. Einstein lo formuló de este modo: “Una vida tranquila y modesta trae más felicidad que la búsqueda constante del éxito, por la permanente inquietud que esta conlleva”.